¡Ay, la política! De golpe, los tuyos pierden, tú caes en desgracia, tu protectora desaparece del mapa y nadie quiere saber nada de ti. Así ha pasado los últimos meses Enric Millo viendo que no tenía encaje en ninguna lista electoral del PP. 

El que fuera todopoderoso virrey con Soraya Sáenz de Santamaría ha tenido en Pablo Casado un duro hueso que roer, pese a los servicios prestados en aquel nefasto 1 de octubre del millar de personas que necesitaron asistencia médica por la violencia policial.

La reubicación de Millo es de lo más sui generis y no deja de tener su miga: secretario de Acción Exterior del gobierno de Andalucía. Tanto hablar y despotricar de las embajadas catalanas y definirlas como unos chiringuitos al servicio del independentismo y, sin darte cuenta, en un plis plas, en tu nueva tarjeta política tu destino pasa a ser la coordinación de los chiringuitos de Andalucía. 

Podría haber sido cualquier otra cosa pero el presidente de la Junta andaluza, Juanma Moreno -quien, no lo olvidemos, llegó al cargo tras el acuerdo entre Vox, PP y Ciudadanos- casi parece que lo haya hecho aposta. Un gobierno de coalición PP y C's con un catalán al frente de las embajadas. Tiene algo de cómico, incluso.

Después de la debacle del PP, Millo se refugiará en Andalucía. Los populares no solo han perdido el norte en España sino que han agudizado su hundimiento en el País Vasco y Catalunya. Cero diputados y senadores en el País Vasco y un único diputado en Catalunya de 48. Mucha miseria para los tiempos venideros. 

Que el único escaño lo ocupe, además, una persona desarraigada de la organización como Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte, y desconocedora de la realidad catalana, no es que fuera durante la campaña o sea ahora un problema para ella porque no sabe hablar catalán. Es un problema porque supone hacer bandera de una guerra lingüística que protagoniza solo una minoría por más que desde Madrid no se quiera entender.

Incluso García Albiol, que lo ha sido todo en el PP, huye como candidato panza arriba de las siglas del partido en su batalla por recuperar la alcaldía de Badalona. Los populares son hoy en el tablero político la peor pieza del puzzle. Y sus problemas no han hecho, quizás, nada más que empezar.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia