sábado, 6 de abril de 2013

La CARM acondiciona los accesos a los baños de lodo del Parque Regional de San Pedro del Pinatar


MURCIA.- La Dirección General de Medio
Ambiente de la Consejería de Presidencia ha llevado a cabo la adecuación y acondicionamiento de los accesos a los espacios destinados a los baños de lodo del Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar.

   Se trata de garantizar la accesibilidad y la seguridad de los visitantes que acceden al estanque salinero en busca del tratamiento de alto valor terapéutico, al tiempo que incrementar la afluencia de ciudadanos a esta afamada charca, según han informado fuentes del Gobierno regional en un comunicado.
   Los trabajos han consistido en la fijación de estructuras de adecuado acceso a las charcas de lodos y en la instalación de un mirador, junto al Molino de Quintín, para proporcionar un espacio destinado a la observación de aves. Además, se ha garantizado la estabilidad de taludes y laderas, el desmantelamiento de estructuras inapropiadas y la eliminación de sogas y elementos punzantes.
   Con estas actuaciones, se fomenta la conservación de los baños de lodo, así como el desarrollo sostenible y la apuesta por un turismo de calidad para la comarca del Mar Menor.
   Y es que, la formación de los lodos del Parque Regional Salinas de San Pedro comienza con el trasvase de agua desde el Mar Menor al Charco Grande (charca salinera), donde bajo unas condiciones determinadas se forman los limos y arcillas, que constituyen los verdaderos artífices de las propiedades atribuidas a los lodos para mantener un buen estado de salud.
   El resultado es un barro con gran valor terapéutico famoso por sus propiedades curativas y embellecedoras, razones que han llevado a la llamada 'charca de los lodos' a ser el punto más visitado del Parque Regional.
   Finalmente, el elevado número de visitantes que recibe este enclave ha hecho necesaria la instalación de plataformas, solarium y rampas de acceso para los visitantes.

La Comunidad Autónoma renueva el convenio con la empresa de transporte para abaratar el traslado a Cartagena de los universitarios

MURCIA.- La Consejería de Universidades, Empresa e Investigación ha firmado un nuevo convenio con la empresa de transporte Líneas y Autocares, S.A., concesionaria oficial del transporte regular de viajeros entre Cartagena y Murcia, con la finalidad de mejorar el servicio durante este año. 

   De este modo, el acuerdo supone una reducción del precio del billete para los alumnos universitarios que se desplazan cada día desde Murcia a los campus de la Universidad Politécnica de Cartagena, según han informado fuentes del Gobierno regional en un comunicado.
   Con tal fin, la  Consejería concede una subvención de 36.000 euros a la citada empresa. El director general de Universidades y Política Científica, Eduardo Osuna, explicó que "la Comunidad desea fomentar el uso del transporte público entre los estudiantes de la Politécnica que se desplazan desde Murcia y, para ello, los alumnos podrán adquirir bonos de 20 viajes a un precio reducido de 45 euros, lo que supone un ahorro de un 44 por ciento con respecto al precio del viaje, que es de cuatro euros".
   Este convenio supone, según Osuna, "una apuesta decidida por el transporte público como medio para desplazar a los alumnos desde su lugar de origen a los distintos campus de la Región y la Comunidad extiende esta acción desde hace varios años a los estudiantes que se desplazan regularmente desde Murcia a la Universidad Politécnica de Cartagena". A diario realizan este trayecto alrededor de 400 alumnos.
   Asimismo, el director general señaló que la utilización del transporte colectivo conlleva una optimización de recursos, igualdad de oportunidades, ahorro energético, seguridad en los desplazamientos y la preservación del medio ambiente con la reducción de la contaminación, entre otros beneficios, "a la vez que hace menos gravosa para las economías familiares este gasto complementario y necesario que destinan a la formación de sus hijos".

El PSOE-CLM no encuentra "justificación" al trasvase y dice que "no sabe a qué juega Cospedal con el agua"

GUADALAJARA.- El PSOE de Castilla-La Mancha no encuentra "justificación" al nuevo trasvase de un máximo de 228 hectómetros cúbicos de agua autorizado este viernes y asegura "no saber a qué juega" la presidenta regional, María Dolores de Cospedal, "con el tema del agua".

   Así ha reaccionado el secretario general del PSOE de Cuenca, José Luis Martínez Guijarro, en declaraciones los medios en Sacedón durante una reunión con alcaldes del municipio, después de que la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura haya autorizado 228 hectómetros para los meses comprendidos entre mayo y octubre.
   "Menos mal que Cospedal ha dicho esta mañana que podíamos estar tranquilos con el trasvase, cuando a mediodía nos han aprobado un trasvase de 228 hectómetros", ha condenado.
   Así, ha criticado que los embalses del Segura estén a más del 70 por ciento de su capacidad y "aún así tengan que llevar desde el Tajo toda la acumulación de las lluvias de estos días a la cabecera de este río".
   En este sentido, el también portavoz del Grupo Parlamentario Socialista ha reiterado que Cospedal "no debería consentir" que se firme el Memorándum de Entendimiento del Tajo-Segura entre la Comunidad Valenciana, la Región de Murcia y el Ministerio Agricultura y "menos declaraciones del Levante", en referencia a las manifestaciones del Gobierno de Valencia que asegura que Castilla-La Mancha no firmará este documento "porque no tiene competencia".
   "Hay gente que se piensa que la cabecera del Tajo es un afluente del Segura. Las aguas tienen que volver a su cauce que es el del Tajo, hay que trabajar mucho para que se de marcha atrás y para que no se firme el memorándum. Puede ser la hipoteca perpetua y definitiva para el río", ha advertido.

Su crisis, nuestro exilio / Javier Sánchez Serna

Dice un chiste -que viene circulando estos días por la Red- que en España, una vez acabada la carrera, tienes tres salidas: por tierra, mar y aire. Y es que la emigración ha dejado de ser un recuerdo pretérito de padres y abuelos, para convertirse en una realidad cada vez más presente en nuestras vidas: bien por la marcha de un familiar o amigo, o porque nosotros mismos nos la planteamos como opción. 

Según datos del Censo Electoral de Españoles Residentes en el Extranjero, casi 400.000 españoles han emigrado en busca de trabajo desde el inicio de la crisis. Se trata, en su mayoría, de jóvenes con estudios superiores que eligen como destino Europa y Latinoamérica.

Aunque algunos pretendan justificar estas cifras invocando al 'espíritu aventurero' de la juventud, lo cierto es que la generación mejor preparada de la historia de este país se va porque no le queda otra, porque no tiene la posibilidad de progresar aquí.

Hasta ahora, la nueva emigración ha crecido silenciosamente en forma de ilusiones rotas, despedidas en el aeropuerto y familias separadas. Pero, al igual que ha sucedido con otras manifestaciones de esta crisis, tales como los desahucios y los recortes sociales, quizá vaya siendo hora de visibilizar el problema y, sobre todo, de 'desnaturalizarlo'. Porque el exilio laboral no es una mera decisión personal, sino una salida casi obligada para cada vez más jóvenes que no pueden encontrar un empleo digno. Y, más importante aún, porque este exilio es resultado de unas determinadas políticas que están arruinando el país y robándonos el futuro.

En un contexto marcado por un 57% de paro juvenil y una tasa de temporalidad del 61%, las sucesivas reformas laborales no han hecho más que empeorar nuestra situación. Desde agosto de 2010 -como es sabido-, es posible encadenar contratos temporales consecutivamente. Y desde el pasado 19 de noviembre --día en que entró en vigor el 'contrato' de aprendiz- los menores de 25 años pueden trabajar a jornada completa por 423 euros. Además, el abaratamiento del despido, el fortalecimiento del poder empresarial y el chantaje del paro, nos obliga a aceptar condiciones de trabajo claramente abusivas y sueldos de subsistencia (y a veces ni eso). 

Por otra parte, las políticas de austeridad, auspiciadas por la Troika comunitaria y aplicadas a pies juntillas por los sucesivos Gobiernos, están deteriorando gravemente nuestro sistema educativo y sanitario, empeorando no sólo nuestras condiciones de vida, sino también las expectativas laborales de los jóvenes investigadores, médicos y profesores. Lo que, dicho sea de paso, supone un evidente desperdicio de la inversión educativa realizada en los miles de profesionales que ahora se ven obligados a emigrar, así como un 'golpe de suerte' para terceros países, como reconocía hace unas semanas la ministra alemana de Trabajo.

El problema, sin embargo, no se acaba con la decisión de abandonar el país, porque esta Europa de la austeridad no es precisamente un paraíso de los derechos laborales. La precariedad se da de igual forma en Alemania, Inglaterra o Bélgica, que en España. Algunos analistas nos advierten, incluso, de que se está aprovechando la llegada masiva de mano de obra del sur y el este de Europa para bajar los salarios en los países receptores. 

Deberíamos desmitificar, por tanto, algunos aspectos de la nueva emigración. Todos tenemos amigos y conocidos que se han marchado, y que nos cuentan que las condiciones de trabajo no son siempre las mejores. Generalmente, estos jóvenes emigrantes se encuentran con jornadas laborales maratonianas y sueldos muy bajos, que tampoco les permiten construir un proyecto de vida digno. Además, llegar a un país con un idioma diferente, buscar un trabajo, dejar atrás a la pareja o los amigos, no es nada fácil y no responde a un 'espíritu de aventura'.

Pero el drama derivado del exilio no sólo atañe al individuo empujado a irse fuera, sino que también afecta a las familias y al conjunto del país. Sin duda, resulta injusto que el gran esfuerzo hecho por las familias para que estudiemos y tengamos un trabajo digno, se tire, de la noche a la mañana, a la basura. Y resulta injusto que la sociedad tenga que perder a sus jóvenes trabajadores, médicos, científicos o profesores, mientras se le obliga a salvar a los banqueros y hacerse cargo de su deuda privada.

Paro, precariedad y exilio aparecen, pues, como las tres únicas opciones de toda una generación. No era eso, sin embargo, lo que nos prometieron, ni para lo que estudiamos, ni para lo que la sociedad y nuestras familias nos prepararon. Y es, precisamente, esa distancia entre las expectativas generales de futuro (trabajo, bienestar, derechos) y un presente sin oportunidades, la que explica fenómenos como el 15-M y, en general, las movilizaciones de la juventud por todo el Mediterráneo, desde Túnez a Atenas.

Un régimen político y económico que no puede responder a las más esenciales demandas de su población (dación en pago, paralización de los recortes, creación de empleo), y que nos empuja al exilio, es un régimen crecientemente agotado. Así, puestos a irnos nosotros, tal vez haya llegado el momento de echarlos a ellos. Quizá no estemos condenados a ser la 'generación perdida', quizá todavía podamos ser la generación que reconquistó su futuro y recuperó su país.

Profesor de la UMU, Fernando Jiménez: «El reto es si los partidos van a coger el toro de la corrupción por los cuernos»


OVIEDO.- Fernando Jiménez Sánchez (Almería, 1963) es actualmente profesor titular de Ciencia Política y Administración en la Universidad de Murcia (anteriormente, durante diez años, fue profesor de la Universidad de Santiago de Compostela). Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, también es miembro del Instituto «Juan March» de Estudios e Investigaciones y evaluador del denominado Programa GRECO (Grupo de Estados Contra la Corrupción) del Consejo de Europa. Invitado por la Asociación Asturiana de Sociología y el Colegio Oficial de Ciencias Políticas y Sociología de Asturias, pronunció, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, una conferencia titulada «¿Por qué fracasan tan a menudo las políticas anticorrupción?». Lo entrevistó el diario asturiano 'La Nueva España'.

-La actualidad manda. ¿Con la imputación judicial de la Infanta Cristina en el «caso Nóos» podemos entender que España vive en un estado generalizado de corrupción?

-Sería una exageración afirmar que vivimos en un estado generalizado de corrupción, aunque es verdad que hay determinados sectores donde la corrupción ha sido muy alta. Fundamentalmente destacaría tres grandes sectores: la contratación pública, aunque para el volumen de contratación pública la cantidad de casos sospechosos no es tampoco tan alta, pero es uno de los campos más problemáticos. Un segundo sector ha sido el urbanismo, aunque ahora ya no al no existir actividad urbanística, pero en los años del «boom» inmobiliario ha sido tremendo y la mayor parte de los casos en el ámbito local. Y el tercer sector más problemático es el de la financiación de los partidos. Comparado con otros países la situación española tampoco es desesperada ni mucho menos, aquí no hace falta pagarle a un funcionario para obtener un pasaporte o a un médico para que te atienda en un hospital... Un tipo de corrupción que es frecuente y no hace falta pensar en África o en América Latina, incluso en países de la Europa del Este como Rumanía o Bulgaria. Aquí estamos lejos de una situación como esa. Tenemos una corrupción que es más de élites, más política que administrativa, pero sí es verdad que la percepción de los ciudadanos es que la corrupción es galopante al tratarse de casos muy llamativos y que afectan a personajes que tienen una popularidad muy grande, como la Infanta Cristina.

-¿No podemos hablar de que la corrupción es el sistema?

-Podemos decir que hay problemas serios más o menos localizados; sobre todo en corrupción política más que en administrativa.

-¿Cómo se puede entender, entonces, que políticos condenados por corrupción o por acoso sexual vuelvan a ser elegidos en una elecciones?

-Es verdad que sucede y hemos tenidos muchos casos, uno de los más destacados fue Jesús Gil, quien encadenó cuatro mayorías absolutas consecutivas. ¿Por qué sucede? Tiene que ver con la propia cultura política de los españoles, es decir, o con las percepciones o las expectativas que se tienen de como funciona el sistema político. Las sospechas de las españoles sobre el funcionamiento del sistema político son enormes, la gente recela muchísimo y piensa que la corrupción está muy generalizada, y por tanto es muy fácil descontar la información negativa de la corrupción, o sea, cuando la corrupción afecta a tu candidato favorito hay muchas maneras de descontar esa información pensando que, en realidad, todos son iguales y por tanto sigo votando a quien está más cercano a mí. Esta es la parte problemática, de manera que ya imputada la Infanta Cristina lo que suceda, lo mismo que lo que suceda con el resto de los imputados ilustres, es muy importante.

-¿En qué sentido?

-Podemos contribuir a que estos recelos sigan creciendo o por primera vez empecemos a frenarlos. Si realmente la justicia trata con total indepencencia e imparcialidad el caso de la Infanta Cristina o quien sea, se contribuirá a frenar los recelos de los ciudadanos.

-Los dos grandes partidos políticos, que son las columnas sobre las que se sustenta el sistema nacido en la Transición, tienen encima, cada uno, formidables casos de corrupción. ¿Hay ya la percepción de final de ciclo, por qué fracasan tan a menudo las políticas anticorrupción?

-Es la gran pregunta. Los partidos, especialmente los dos grandes, pero, en general, los tradicionales del sistema democrático español, todos están salpicados por grandes casos de corrupción y su reacción hasta el momento ha sido, en gran medida, mirar hacia otro lado y dejar que los casos se pudran y poner los mínimos cortafuegos. No se han tomado suficientemente en serio poner en marcha medidas que hagan que lo que llevó a que surgieran ese tipo de casos no pueda volver a suceder. Los partidos tradicionales han basado la construcción de un apoyo social en un intercambio de tipo clientelar, es decir, en España se distribuyó empleo público, contratos con la Administración, etcétera a cambio de apoyo tanto financiero como en votos al partido, y esto hace mucho daño. A los partidos les cuesta muchísimo salir de ahí.

-Pero desde la Transición no sólo los partidos han estado jugando así, también los grandes sindicatos y las organizaciones patronales se financian del Estado, como en una especie de democracia orgánica...

-Es más o menos lo que sucede en otros países, lo que pasa es que en otros el tema es la rendición de cuentas que ofrecen este tipo de actores. Es sintomático que nosotros no tengamos todavía una ley de transparencia y somos el único país grande en toda la Unión Europea que sigue sin ella. Luego, el proyecto de ley que presentó el Gobierno tenía muchísimos defectos, es muy tímido ese proyecto. Pero este tipo de cosas sí que están cambiando. La ciudadanía española ya expresó con el movimiento del 15-M su rechazo y dio un puñetazo encima de la mesa para decir que está harta de jugar con estas reglas y que quiere unas administraciones públicas y unos partidos transparentes y que no quieren seguir jugando con este clientelismo de los últimos treinta años. El reto es si los partidos van a coger el toro de la corrupción por los cuernos, y deberían hacerlo si no quieren contribuir a que la brecha entre los ciudadanos y los políticos siga creciendo.

-¿Qué opina de los «escraches»?

-Tiene una parte negativa, en el sentido de meter a las familias por medio; es una presión social que recuerda a épocas pasadas que no merece mucho la pena recordar. Ahora, de momento, simplemente recordar a los políticos que están sufriendo la presión debido a que hay muchos ciudadanos que están sufriendo una presión que es muy injusta por la persecución para que paguen sus hipotecas, es comprensible.

-¿Desde el punto de vista sociológico es una válvula de escape a la presión de la olla social?

-Sí, por supuesto, es una protesta comprensible. Con la crisis y con la acumulación de escándalos la gente llega a un punto de indignación que ya le da igual y lo que quiere es salir a la calle y decirles a los políticos que reaccionen.

-¿Perseguir policialmente las protestas puede conducir a una violencia más soterrada?

-Creo que no puede prohibirse así. Sin violencia de por medio, es decir, si queda simplemente en señalar al político afectado, la policía no puede pararlo, no se está cometiendo ningún delito, salvo que se dé un paso hacia lo que iba la «kale borroka» o la persecución de los judios en la Alemania nazi. Si vamos a una violencia mayor, evidentemente que la policía no puede permitirlo y el propio movimiento perderá apoyos.

-Desde el análisis de la ciencia política, ¿España camina hacia el modelo italiano?

-No creo que estemos tan cercanos al punto italiano. Hay que ver un poco como han llegado los italianos a la situación presente. La situación española actual se parece más a la de 1994 en Italia, a la de todo el rescoldo del movimiento «Manos limpias». El problema de Italia es que después de «Manos limpias» se produjo una revolución enorme en el sistema político, pero se hizo muy en falso: desaparecieron los partidos tradicionales, se cambió el sistema electoral de manera radical, hubo muchísimas reformas institucionales importantes, muchas de ellas de lucha contra la corrupción que, en realidad, no tuvieron los efectos que la gente pretendía. Tuvieron los efectos que los políticos quisieron que tuvieran esas reformas...

-¿Otra vez Lampedusa y el cambiarlo todo para que nada cambie?

-Exactamente. Una de las reformas más interesantes fue lo que ocurrió con el sistema de financiación de los partidos. Hubo un movimiento ciudadano que pidió en un referéndum que se eliminara la financiación pública de la actividad ordinaria de los partidos, que sólo quedara la compensación por las campañas electorales. El referéndum lo ganaron sus convocantes, pero lo que ocurrió fue que los políticos pasaron olímpicamente y construyeron un sistema de compensación de gastos electorales que no miraba en absoluto el gasto electoral y directamente se decretaron una serie de fondos públicos en función de cada tipo de elección y a partir de la representación que cada partido obtenía en las elecciones se repartían ese fondo. La conclusión fue que los partidos italianos están obteniendo ahora más dinero público que antes sumando la financiación ordinaria y la electoral. Es decir, defraudaron por completo a los ciudadanos. La conclusión italiana es que hubo ya una reacción en contra de lo que hacían los políticos muy fuerte, se introdujeron reformas institucionales, pero fallidas y controladas por los partidos. El resultado es la ingobernabilidad del país y la aparición de fuerzas que están en otra onda por completo.

-Insisto, ¿vamos en ese camino?

-Si fallamos ante la petición tan sólida de la ciudadanía española de que hay que renunciar al clientelismo, tener una Administración mucho más profesionalizada y más transparente, tener una Administración de justicia que sea mucho más rápida y eficiente y restaurar la confianza que han perdido los ciudadanos en el sistema político, entonces iremos a la italiana, efectivamente, en el plazo de unos años, cuando veamos que seguimos por el camino de Lampedusa. Ahora mismo tenemos el reto de no acabar como los italianos. Veremos si los partidos han aprendido la lección y toman las medidas oportunas.