Cuando nació La Opinión, hará pronto treinta años, ya existía la
Plataforma Prosoterramiento. Desde el primer momento tuvimos un
colaborador voluntario e insistente, Joaquín Contreras. En un principio,
sus envíos iban directos a las Cartas al Director, hasta que de tan
frecuentes hubo que habilitarle un espacio en esa misma sección, algo
así como ´la carta destacada´, editada en recuadro y sobre una trama
gris, pero todavía sin la entidad del artículo.
Era tan insistente que, a
veces, para dejar espacio entre sus cartas, cuando veníamos a recurrir a
la última, ya había perdido actualidad por alguna razón, pero no había
tregua: había otra sobre la mesa. Pronto, sus colaboraciones se
transformaron en artículos de Tribuna Libre, y hubo que pedirle una
foto, un ´careto´, que decimos en las redacciones, para datar los
artículos de opinión. Me temo que el que envió hace tantos años es el
mismo que todavía sigue apareciendo en sus frecuentes aportaciones.
Cuando
me hice cargo de la sección de Opiniones, hace ya la tira, entendí que
no había manera de esquivarlo, pues a los tres o cuatro días de
retención por razones de espacio o por intención de aplazar una
colaboración que podría haberse convertido en diaria, siempre encontraba
sobre mi mesa el recado: «Ha llamado Joaquín Contreras». Admito que
hubo un tiempo lejano en que tal insistencia era algo irritante, pero
pronto, una vez que tanta persuasión me hizo apreciar su causa,
comprendí que sólo quien se hace muy pesado obtiene el favor de que le
hagan caso, aunque sólo sea para quitárselo de encima. Yo me fui
quitando de encima a Joaquín Contreras durante los últimos años mediante
el método de publicar todos los artículos que remitía a mi sección.
Pronto
observé que su constancia no era cosa particular, sino un virus propio
del colectivo del que era portavoz, los vecinos de los barrios afectados
por la cicatriz de las vías del tren. Normal. Las promesas de los
políticos se sostenían un día en el titular de prensa, y al siguiente ya
había otro titular con otra promesa para otros, pero las vías, como el
dinosaurio del cuento, seguían ahí a cada despertar.
Las vías que
Valcárcel y Cámara, con el visto bueno, decían éstos, de Aznar, iban a
soterrar cuando llegaron al poder siguen ahí y, además, han pretendido
renovarlas para que se hagan todavía más inhóspitas a la vecindad
poniendo sobre ellas la panza de un tren aún más poderoso y amenazante
para quienes están obligados a verlo circular a las puertas de sus casas
protegidos por un infranqueable muro de metacrilato al que llaman
pantalla acústica en uno de esos eufemismos más delirantes de cuantos
nos bombardean.
Por esto me da la risa cuando los actuales
representantes de las Administraciones parecen concebir la idea de que
con una visita del ministro de Fomento, un croquis dibujado a lápiz en
el cuaderno del presidente de Adif y la movilización de la clase
empresarial y sus acólitos, que siempre firman todo lo que el Gobierno
les pone a mano, van a convencer a los vecinos del sur de Murcia de que
ahora, precisamente ahora, lo que dicen es verdad. Por supuesto que lo
es, hay que deducir, porque no tienen otra: han de cumplir antes de las
elecciones bajo pena de mayor escarnio.
Pero siguen prometiendo un
soterramiento para después de la llegada en superficie del Ave. Y una
vez el pájaro a la vista, ¿quién garantiza la continuidad de lo
programado, incluso de lo firmado y presupuestado? Ya se vio con
Camarillas en la era de Zapatero/Blanco, cuando los recortes pararon en
seco a la tuneladora, y hoy vivimos tiempos de inestabilidad política
permanente (que se lo pregunten al PP murciano, y a Rajoy). ¿Quién
estará mañana en el Ministerio de Fomento? ¿Quién, a la vista de tanto
traqueteo, en la presidencia de la Comunidad? ¿Quién se hará cargo de
las promesas de otros?
Gracias, desde luego, a la insistente
lucha vecinal, el Ave llegará a Murcia soterrado. El Gobierno central,
con la complacencia del regional y de la inestimable colaboración de los
diputados murcianos del PP en las Cortes, puso el Ave a las puertas de
Murcia para enchufarlo en superficie. Contreras y los suyos han forzado
lo que los políticos elegidos y pagados por los ciudadanos ni han
intentado: el compromiso, todavía solo verbal en la práctica, del
soterramiento integral hasta el Carmen.
La lección es que sólo con la
constancia y el tostón infinito se consiguen las cosas. Y luchando,
además, contra todas las trampas: a los vecinos se les tacha de egoístas
por pretender que un problema que ´sólo afecta´ a una población
determinada acabe retrasando la llegada del Ave, que beneficiaría al
conjunto de la Región. Una falacia, pues no hay solución a problema
general alguno que contemple el mal para una parte. Aparte de que el
retraso de la llegada del Ave es imputable a los políticos que han
venido proclamando fechas para tomar las uvas en la Puerta del Sol casi a
cada anualidad desde la primera década de este siglo, sin acertar
alguna, como los pitonisos de la lotería.
El estigma del egoísmo
de los vecinos del sur se empezó a deshacer ayer en la
macromanifestación, unas 50.000 almas, que puso a reventar la Gran Vía
murciana, a la que acudieron en solidaridad con las reivindicaciones de
la Plataforma personas de todos los puntos de la Región. El
soterramiento es una cuestión regional, no exclusivamente vecinal, y así
deberían entenderlo esos gestores que tantos falsos golpes de pecho se
dan por la Región, pero justo en el lugar de la chaqueta donde está el
bolsillo de la cartera.
La Plataforma ha actuado impecablemente,
desde sus orígenes, con escrupulosa transversalidad ideológica. Empezó
sus reivindicaciones frente al PSOE, cuando éste gobernaba en la Región,
y las ha mantenido durante las dos largas décadas de hegemonía popular,
así como también en el intervalo superpuesto de los Ejecutivos
zapateristas.
Naturalmente, ha aceptado las adhesiones y los apoyos de
los partidos de la oposición, fuese cual fuese su signo, pero Contreras,
como portavoz, siempre ha procurado advertir que el colectivo no se
alinea con nadie. Y así es. La pancarta de las reivindicaciones de la
Plataforma ha pasado por las manos del alcalde de Murcia y del consejero
de Fomento de turno siempre que éstos han estado dispuestos a
compartir, aunque solo fuera de boquilla (como después se ha visto) las
reclamaciones de los vecinos. Ni exclusiones ni adhesiones. Un ejemplo
de lucha desde la independencia. Un movimiento ejemplarmente pacífico y
siempre abierto al diálogo y a contemplar soluciones alternativas y
prácticas para todos. Ejemplo emocionante de sociedad civil en activo.
Todo
un historial de mentiras y desentendimientos continuados no ayudarán
ahora a que la Plataforma se preste a ser timada de nuevo. Saben que
sólo la persistencia facilita la conquista de sus objetivos. Y ahí están
todos los días en concentraciones, manifestaciones, meriendas,
conciertos... No se cansan ni se van a cansar. Cantarán «No queremos
muro, no» hasta aburrir. Nadie va a quebrar la voluntad de esta gente.
Quien aspire a que capitulen, a que cesen aunque sea momentáneamente en
su lucha no conocen la capacidad de aguante de Joaquín Contreras. Un
hombre, además, insobornable, que no aspira (lleva treinta años en esto)
a cargos ni a mayores recompensas que ver cumplida su esperanza: perder
las vías de la vista.
No conozco personalmente a Joaquín
Contreras, aparte la correspondencia, mensajes o avisos telefónicos
sobre sus colaboraciones en el periódico. Pero lo peor es que los
políticos tampoco lo conocen. No saben que nunca cederá.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/10/01/vez-son-soterramiento/863928.html