Al
contrario que los estados mencionados y todos los otros miembros, que
se relacionan con las instituciones de la Unión por derecho propio,
Cataluña lo hace, para lo esencial de sus relaciones con la Comisión a
través de la mediación del estado español, aunque sus relaciones con
otras instituciones de la Unión sean más directas, como por ejemplo la
representación de los partidos exclusivamente catalanes en el parlamento
europeo, y la representación institucional de Cataluña en el Comité de
Regiones, una entidad de influencia y poder relativamente limitados .
Tengo para mí que esta necesaria mediación española es una de las
explicaciones del desasosiego que las fuerzas independentistas sienten
respecto del actual aparato institucional español, y que explicaría su
intensa hostilidad hacia el gobierno de Madrid.
Ese sentimiento de frustración, sin embargo, ha ofuscado la
percepción de las fuerzas separatistas sobre las posibilidades de
mantener la actual integración de Cataluña como territorio de la Unión,
una vez que hubiesen perdido la mediación institucional española por
culpa de su declaración unilateral de independencia (DUI). Esa falsa
expectativa ha sido mantenida a través de los años por Convergencia
Democrática de Cataluña y Esquerra Republicana, sin apenas prestar oídos
a las autoridades de la Unión y a las españolas sobre sus escasas
posibilidades de que se cumpliera.
Puede parecer increíble que ninguno de los numerosos académicos
catalanes, muchos de ellos altamente cualificados para comprender y
explicar las complejidades del orden político europeo, no hayan podido
convencer al ‘govern’ de que no debió crear falsas expectativas sobre la
continuidad de Cataluña dentro de la Unión desde el día y hora de una
independencia no acordada con España. ¿Habremos de creer que ellos
también estaban convencidos de la promesa de una Cataluña-Estado de la
Unión desde el día Uno de la DUI? ¿O más bien intentaron ilustrar (y
desilusionar) al ‘govern’ pero no fueron capaces de convencer a unas
fuerzas políticas nacionalistas enfervorizadas? Es lo malo de creer que
la fe ciega suplirá la fuerza que te falta.
Esa laguna mental, esa percepción errónea, o si se prefiere esa
mentira, es en gran parte lo que explica la reacción ante ella de los
dos grandes bancos radicados en Cataluña, aparte de otras muchas
empresas, al decidir el traslado de sus sedes a otras comunidades de
España. Aunque los efectos prácticos y operativos de esas medidas serán
sin duda limitados, su valor como señal al ‘govern’ hace evidente la
incongruencia, la inconsistencia y la irresponsabilidad de los
gobernantes catalanes al asegurar a su electorado que la cuestión de la
permanencia de Cataluña en la Unión era un problema que se resolvería
por sí sólo, al percibir Europa en conjunto, los líderes nacionales de
los estados miembros y la misma Comisión la profundidad y pureza de
intenciones del compromiso del ‘govern’ de Cataluña con el proyecto
europeo.
Esas ilusiones ponen las expectativas europeas del independentismo
catalán en la misma onda de insatisfacción y particularismo nacionalista
que recorre Europa, bajo la denominación común de populismo.
Veamos unos pocos ejemplos. El más disruptivo de ellos ha sido, sin duda, el malhadado Brexit.
Debido al mismo disentimiento popular respecto de las políticas
europeas comunes y las disciplinas económicas que éstas imponen
internamente, vimos a Matteo Renzi someterse a un referéndum, que perdió
en diciembre del 2016, viéndose obligado a dimitir, dejando a Italia
igual de estancada que antes.
Fenómenos similares se sucedieron en Austria (partidos populistas de
izquierda y derecha, enzarzados en disputas sobre resultados electorales
que deben ser arbitradas por el Tribunal Supremo). También en Holanda,
paralizado políticamente durante meses, después de marzo, por la
victoria electoral del partido de la Libertad, de extrema derecha.
Alemania ha estado a punto de encontrarse en una coyuntura semejante,
de cara a su próximo gobierno, debido al impresionante avance del
partido ’antieuropeo’ Alternativa por Alemania, que solo se podrá
remediar por una coalición cristiano-demócrata-liberal-Verdes.
Todos esos escenarios son similares al que acabamos de vivir en
Cataluña, puesto que su actual ‘govern’ ha dado prioridad absoluta a sus
políticas particularistas, ignorando los compromisos constitucionales
que cada estado miembro de la Unión contrajo en su momento, y haciéndose
ilusiones sobre el grado de concesiones que la Unión puede conceder sin
minar sus propios fundamentos. Aparte de una lamentable ignorancia del
espíritu de los tratados, y lo que es peor, de su misma letra.
(*) Periodista