Hay dos maneras de intentar humillar a
los periodistas en una rueda de prensa. Una, con el plasma o la
comparecencia sin preguntas. Otra, convirtiendo un acto de naturaleza
informativa en un mitin de los convocantes contra el medio que ha
publicado la información a la que corresponde dar respuesta.
Esta
segunda opción es la que eligió Ahora Murcia, el grupo
municipal del Ayuntamiento capitalino patrocinado por Podemos, para
replicar, cuatro días después del primer reportaje, a las circunstancias
del caso Micol publicado por este periódico, sin que
la protagonista hubiera atendido hasta entonces a las llamadas y
reclamos de esta Redacción.
Vaya por delante que no hay relación de fondo alguna entre el caso de Cristina Cifuentes, en Madrid, y el de María Ángeles Micol,
en Murcia, pero la manera de responder a informaciones incómodas se
parece como una gota de agua a otra. Micol ni siquiera pretextó una
gripe para eludir las llamadas de este periódico antes de que fueran
publicadas las informaciones que le afectaban. Simplemente no respondió,
y no sabemos a qué puede deberse esa actitud en los tiempos de la
tecnología digital, cuando hablar con un periodista es lo más fácil del
mundo: centralita, móvil, whatsapp, correo electrónico general y
particular, messenger...
Y más cuando, a la vista de que ella no
conectaba, se le dejaron recados a su hijo, protagonista también del
caso, y a su jefe de prensa, que se supone que cobra para trasmitirle
todas las notificaciones. Cuatro días tardó esta señora en aparecer ante
la opinión pública, y sin haber atendido por mera cortesía al medio que
le reclamaba su versión, cosa curiosa cuando se trata de alguien ligado
a una formación que clama por la transparencia.
Previamente
a esto, el grupo municipal al que pertenece había enviado al
ciberespacio de las redes sociales, sin remite directo al medio original
que elaboró la información, uno o dos comunicados supuestamente
oficiales, en los que no se desmentía lo publicado, sino que la
información se traducía a una lógica particular. Se admitían
implícitamente los datos (cosa inevitable, porque están documentados),
pero se ´leían´ de otra manera.
En el fondo, esos comunicados
ratificaban, se supone que involuntariamente, la veracidad de lo
publicado, sólo que la interpretación de la señora Micol, y por
extensión, dado el seguidismo de Alicia Morales, la
supuesta líder de Ahora Murcia, y del resto del grupo municipal
conformado con sus explicaciones, pretendía considerar como ´normal´
aquello que por ´extraordinario´ resultaba noticia. La respuesta inicial
de Micol era, por traducirlo a titular, un «¿y qué?». Muy Cifuentes, en
la actitud.
Información con escudería
Antes
de la rueda de prensa-mitin, el ambiente se calentó en las redes, donde
la falta de explicaciones a lo publicado se compensaba con (¿lo
adivinan?) descalificaciones al medio, es decir, a La Opinión: los
periodistas, comprados, y José Luis Mendoza, prescindiendo de una
elemental consulta al registro mercantil, accionista de la editora, que
es lo que lo explicaría todo si fuera verdad (Dios, y nunca mejor dicho,
les conserve la vista), pues les viene mejor propagar infundios que
aceptar que el periodismo sobrevive pese a todo; incluso en
circunstancias como esta, pese a ellos.
El
periodismo acaba donde empieza una rueda de prensa, decimos en la
profesión, pues generalmente se trata de un acto propagandístico de
quien la convoca y, por tanto, es habitualmente evitable. Pero si encima
la rueda no es tal, sino un acto de afirmación de quien tiene que dar
explicaciones y no las ha dado previamente al medio que corresponde, se
convierte en un simulacro informativo. Moreno Micol
apareció rodeada de los miembros de su grupo municipal más la plana de
Podemos, a pesar de que sus portavoces advirtieron antes que si Podemos
no se había pronunciado sobre su caso, cosa que habíamos resaltado tras
la primera información, era debido a que Ahora Murcia no es Podemos, pero al final parece que sí es un poquito Podemos.
(No
hace falta explicar que Ahora es la marca de Podemos en el municipio de
Murcia, una vez que este partido perdió las primarias frente a IU en un
inicial proceso de convergencia, cuyo resultado fue que los
representantes de la segunda fuerza coparon los cuatro primeros puestos
de la lista. Esto condujo a la ruptura del acuerdo de integración de la
izquierda y a la apresurada celebración de una asamblea de Podemos en
que había menos personas que las que tendrían que integrar la
candidatura alternativa, a la que Micol fue incorporada después de que
fracasara la opción de Pedro López como candidato del PSOE, quien la
había fichado para el cartel de los socialistas).
Pues
bien, a la mal llamada rueda de prensa, aparte de los miembros de Ahora
y de relevantes personalidades de Podemos acudieron todo tipo de
observadores, entre ellos Joaquín Contreras, portavoz de la Plataforma Prosoterramiento,
descuidado de disimular ante quienes le adjudican simpatías podemitas
para descalificar la transversalidad ideológica del movimiento vecinal
que lidera. No es solo que Micol prescindiera de dar réplica directa al
medio que publicó la información que le afectaba; es que cuando se
decidió a salir ante la opinión pública lo hizo pertrechada de una
nutrida guardia cuya función consistía en intentar apabullar en público a
la redactora que había elaborado las informaciones de su caso.
Hay que decir que esa labor de intimidación tuvo poco éxito, pues dichas informaciones están plenamente sustentadas.
Todo consistió en que, lo que en el titular periodístico era una
´empresa fantasma´, Fonnautic SL, según Micol era una ´empresa
inexistente´ (gran matiz para quienes no creen en los fantasmas) y
todavía menos, una marca, aunque las marcas no se suelen apellidar SL
(Coca Cola es una marca, y Coca Cola SL, si existiera, sería una
empresa), y sin reparar en que una marca, para ser marca, también ha de
estar registrada, como una empresa.
Y que si la empresa inexistente que
en realidad era una marca también inexistente, de pronto se convirtió en
una empresa realmente existente, ya puesta a nombre del hijo de la
concejala cuando ésta se convirtió en tal, conservó en el registro el
inicial nombre fantasmal es porque la denominación «era muy chula», una
expresión modernem que tal vez responda a una involuntaria transposición
psicológica.
Enmedio de esta disposición a la herencia de las
iniciativas profesionales de la madre transferidas oportunamente a las
empresas sobrevenidas del hijo estudiante cuya función consiste en
continuar una sola actividad iniciada por ella, resalta el emporio
familiar en ´lo social´: otra marca, Huermur, un nombre asociado al
apellido Micol, como si fuera de esta familia no tuviera sentido, lo que
políticamente podría interpretarse con toda legitimidad como un
chiringuito para servir de banderín de enganche a las aspiraciones
políticas de la concejala, cuyo mérito social para ser catapultada sería
su vinculación a una asociación en la que ella, y los miembros de su
familia, prolongan los mandatos.
Paralelismos
Es
curioso que, obviando el caso del Club La Puntica, para defender a
Micol, sus partidarios la presenten como una jabata contra la corrupción
y adalid de las denuncias ante los excesos de las Administraciones en
los asuntos que competen a su asociación, Huermur, ahora dirigida por su
hijo. Y esto, sin duda, es muy meritorio, pero carece de interés en
relación con el caso publicado. Lo que se intenta transmitir es que
estas informaciones se producen porque se trata de una persona molesta a
la que se pretende desacreditar con un caso de escasa importancia si lo
relacionamos con la desaladora de Escombreras, los Gürteles y demás
etcéteras.
Pero el que alguien se haya destacado por denunciar a la
Administración popular con buenas razones no le exime de sus propias
responsabilidades ni puede servirle de cobertura. Es, otra vez, el
pretexto de la Cifuentes (salvando las enormes distancias, no así en las
actitudes, insisto): lo que le ha pasado es porque ella quiso levantar
alfombras.
De hecho, el
paralelismo en cuanto a la actitud es permanente. Desde el primer
momento en que La Opinión destapó el caso Micol, hemos venido escuchando
que el asunto sería remitido a los tribunales, e incluso, al quinto día
(después de la rueda de prensa) Micol vino a entrevistarse con el director del periódico,
anunciando sus colaboradores que lo haría acompañada de un abogado. Los
periodistas no se entrevistan con abogados, salvo si los políticos
llevan, efectivamente, como en esta circunstancia amenazan, el asunto a
los tribunales. Pero en lo que se refiere a nuestro trabajo cotidiano,
hablamos (cuando se prestan) con los protagonistas de la actualidad, no
con sus representantes legales.
También Cifuentes denunció a
eldiario.es
por contar ese periódico la verdad sobre su máster mientras ella
trataba de ocultarla con mentiras. Aquí, por lo que se ve, no hay
diferencias entre partidos. Hay incluso quien va, al parecer, por la
Asamblea Regional anunciando que
La Opinión tendrá que rascar 45.000
euros de indemnización por las informaciones publicadas; se ve que los
abogados de Podemos han cuantificado ya el alcance del delito de hacer
periodismo.
Los lectores deben saber que Ahora, si es que realmente lo pretendiera, no nos va a poner a la defensiva.
Por esto ni siquiera haré caso a quienes me aconsejaban, antes de
iniciar este artículo, que insistiera en que La Opinión (con la firma,
por cierto, de la misma redactora que ha informado sobre el caso Micol)
publicó ´los audios de Roque Ortiz´, mano derecha del alcalde de Murcia,
del PP, que resultó destituido de su cargo y de su sillón de concejal a
causa de nuestras informaciones. Resaltar este hecho sería tanto como
intentar justificar que el caso Micol no es un ataque político a
Podemos, pues previamente nos habríamos legitimado con un asunto
referido al PP.
Todas estas elucubraciones son innecesarias. Hacemos
periodismo, y publicamos aquello que conocemos, afecte a quien afecte.
Pero, enfín, Ahora Murcia o la señora Micol están en su derecho de pasar
a la historia de la política local convirtiéndose en el primer partido
político de la democracia murciana que denuncia a un medio de
comunicación y a una periodista de raza. Adelante. Que se retraten.
Si eludo el ´caso Roque´
por el hecho de que, aun sin haber existido, habríamos publicado, como
es natural, el ´caso Micol´, sí quiero reseñar como ejemplar otro asunto
que nos ocupó hace unas semanas en relación con una dirigente regional
de Ciudadanos que había presumido en una red social de disponer de un
máster inexistente. El redactor de la información la llamó, para
contrastar, a las 14 horas del día previo a la publicación de la
noticia, y la señora se presentó en la Redacción cuatro horas y media
después para dar sus explicaciones, admitir su error y apuntar las
declaraciones oportunas.
El caso se publicó como principal titular de
portada, conteniendo las explicaciones de la protagonista, y ahí acabó
todo. Que juzgue el asunto quienes tengan que hacerlo. Pero la señora
dio la cara, como corresponde a una personalidad política, y lo hizo sin
esconderse durante días ni protegerse con guardaespaldas de su grupo
convocando una rueda de prensa fake, y menos amenazando con llevar el
periódico a los tribunales.
Si a los señores y señoras de Ahora Murcia o de Podemos
les interesa proyectar la imagen de sentirse perseguidos por la ´prensa
burguesa´, que disfruten de su fantasía. Pero no dejaremos de publicar
sus iniciativas, sus notas de prensa cuando tengan interés, ni de
entrevistar a sus líderes y representantes públicos o de editar
artículos, con extraordinaria frecuencia, además, de sus simpatizantes. Y
también publicaremos, como de todos los partidos, el del Gobierno y los
de la oposición, todas aquellas noticias que no gusten a sus
respectivos dirigentes.
Es, por cierto, en estos casos, cuando se
constata la verdadera actitud de unos y de otros acerca de su concepción
de las libertades. El recurso de llamar fachas a los periodistas
incómodos, émulos de Inda y tonterías parecidas no cuela. Podemos es un
partido más, sometido a la crítica como cualquier otro, incluso por
encima de posibles simpatías que concurran, en ciertos casos, en los
periodistas que contemplan las informaciones que les atañen, asunto
ajeno a lo profesional.
Inmutables
El
carrete de que goza esta formación a costa de que el PP es ya
innombrable en cuanto a su comportamiento ético no puede servir, digo,
de cobertura. Venimos observando que cuando algunos dirigentes podemitas
caen en desgracia en su organización o en los satélites siempre es por
causa de las disidencias internas, nunca por responsabilidades políticas
o cívicas que les son exigidas por ellos, con toda lógica, a políticos
de otras formaciones. Ejemplo: Bescansa está en bóxes por sus
discrepancias con el líder máximo mientras Echenique, que no pagaba la
Seguridad Social a su asistente, fue ascendido a número dos. ¿Cómo
querrán explicar estas cosas a sus potenciales electores?
En Podemos,
pues, no dimite nadie por razones ajenas a toserle a Iglesias (se conoce
solo el caso de Monedero, aunque éste no renuncia a seguir dando
lecciones), de modo que no cabe esperar que la señora Micol admita que
su relato está plagado de incongruencias. Podrá decir, como Cifuentes:
«No me voooy, me queeedo...». Perfecto. Allá ellos, oye.
En
resumidas cuentas, la señora Micol, en vez de aceptar con normalidad
una información correcta y documentada y responder a ella con las
maneras que corresponden a un servidor público, escurrió el bulto y
cuando se exhibió lo hizo mediante la convocatoria de un acto de
agit-prop disfrazado de rueda de prensa, al que han proseguido amenazas
de remisión a los tribunales y de reclamaciones certificadas de la
documentación en poder del periódico, por otra parte pública, ya que en
periodismo no se hace reserva alguna de lo que pueda ser de interés
general.
En fín, peor que las circunstancias del caso, que mi compañera
Ana García ha relatado con detalle durante las últimas fechas, lo que
interesaba a este comentario era describir la actitud con que ciertos
políticos reaccionan ante unas noticias incómodas que aliviarían con
explicaciones sinceras. Los ´nuevos´, a la hora de la verdad, son un
calco.
(*) Columnista