MADRID.- En menos de veinticuatro horas, la desértica ciudad de Dubái se convirtió en un inmenso charco debido a las intensas lluvias que cayeron durante el pasado martes en todo el país, que
superaron la cantidad correspondiente a todo un año de precipitaciones:
hasta 254 milímetros (254 litros por metro cuadrado), una cifra récord
en Emiratos Árabes, según el centro de meteorología nacional. Algunos
apuntan a que el motivo de estas lluvias intensas, que han inundado
ciudades enteras y han afectado al aeropuerto de Dubái -el más
transitado del mundo-, podría estar en la sonada técnica de la siembra de nubes.
Otros
muchos, sin embargo, atribuyen estas impresionantes tormentas al cambio
climático: "Centrarse en la siembra de nubes es engañoso", afirmaba
Friederike Otto, científica climática del Imperial College de Londres,
según recoge Associated Press.
¿Qué es la siembra de nubes?
La
siembra de nubes, también conocida como bombardeo de nubes, es una
técnica que imita, de manera artificial, el proceso natural por el que
se forma la lluvia con el objetivo de provocar precipitaciones. Esta
estrategia de modificación del clima se puede realizar desde tierra,
con generadores, o desde el cielo, con drones y aviones, y es utilizada
por países de todo el mundo, especialmente en áreas que afrontan
problemas de sequía.
Pero
empecemos por el principio: las nubes se componen de pequeños cristales
de hielo o gotas de agua, que se forman cuando el vapor de agua se
enfría en la atmósfera. Para que la precipitación en forma de nieve o
lluvia se produzca, estas gotas deben condensarse y combinarse con
partículas de polvo, sal o humo. Esa unión crea una gota o un copo de
nieve (compuesto por millones de estas gotas) que puede caer de una
nube.
Aquí
entra en juego el yoduro de plata, la sal que emplea esta técnica para
provocar las precipitaciones, que, según explica Jose Miguel
Viñas, meteorólogo de Meteored a 20minutos,
"tiene características parecidas a las del hielo".
Para ello, primero
se monitorean de cerca las nubes, pues este sistema no sirve con
cualquiera: las seleccionadas deben contener agua por debajo de cero
grados para que condensar la humedad en gotas.
"De
alguna manera estás engañando, a la naturaleza. Es decir, estás
introduciendo un elemento que de manera natural no estaría ahí, pero que
actúa de manera parecida a cómo lo hace el hielo", explica el experto.
La lucha antigranizo, esperanza de la agricultura
Del
mismo modo que estos sistemas se utilizan para provocar
precipitaciones, también existen campañas para evitar que una tormenta
deje granizo de gran tamaño. A esto se le conoce como 'lucha
antigranizo'. "En este caso, la siembra intenta que, cuando se prevé una
tormenta, el granizo sea de menor tamaño", explica Viñas.
Estas
técnicas son las más comunes en España, donde, especialmente en zonas
de agricultura, se utilizan cañones antigranizo para reducir las
consecuencias de estas precipitaciones sobre los cultivos.
Sin embargo, la eficacia de los cañones de aire comprimido, que
provocan vibraciones en las nubes para producir tormentas, o la
fumigación de las nubes con más cantidad de yoduro para generar más
granizo del que se genera de manera natural, han demostrado ser "del
todo ineficaces", zanja el experto.
"Y por supuesto, lo que es del todo
absurdo es lo que dicen algunos agricultores de que las avionetas están
impidiendo que llueva en sus regiones. Eso no tiene ningún tipo de base
científica".
¿Funciona? El experimento definitivo en Valladolid
Ni
se trata de una técnica novedosa, ni se emplea únicamente en lugares
remotos como Emiratos Árabes. La siembra de lluvia comenzó a probarse en
los años 40, en torno a la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos.
Allí, un grupo de investigadores, liderados por Vicent Joseph Schaefer
-químico y meteorólogo- descubrieron que introduciendo bolitas de hielo
seco en las nubes, era posible, aparentemente, provocar un proceso que
diera lugar a lluvias o nevadas.
Tras
este primer experimento, fueron muchos los que se sucedieron a lo largo
de los años en Estados Unidos. Esta técnica fue especialmente bien
acogida entre las fuerzas militares estadounidenses, que financiaron las
campañas experimentales de la siembra de lluvia por considerarla una potencial arma de guerra.
Sin
embargo, las reticencias de los meteorólogos obligó a endurecer las
pruebas con el objetivo de demostrar, que, en efecto, las lluvias eran
provocadas por las sustancias como el yoduro de plata.
Muy
pronto, estos experimentos comenzaron a extenderse por países de todo
el planeta, aunque los resultados eran muy dispares. Finalmente, en los
años 70-80, la Organización Meteorológica Mundial decidió realizar un
experimento definitivo para comprobar si esas técnicas funcionaban.
El
lugar elegido fue, precisamente, España. Concretamente, una zona de
Valladolid en la que, durante meses, se realizaron pruebas y se midieron
todos los parámetros. La conclusión, explica Jose Miguel Viñas, fue que
"no es que no sea eficaz, sino que, aunque es posible que en un momento
se pueda estimular el proceso de creación de formación de gotas y
granizos en la nube, lo que está claro es que no fueron resultados
concluyentes, es decir, que lo que está y sigue estando fuera de nuestro
control
es, precisamente, el control. Se pueden hacer esas experiencias, pero
una cosa es que se haga y otra cosa es que se consiga lo que tú
quieres".
La otra cara del sistema: un problema transfronterizo
La
eficacia no está probada. O al menos, no lo suficiente. Pero, ¿qué
sabemos de los efectos negativos de rociar las nubes con yoduro de
plata? Por ahora, es pronto para hablar de contraindicaciones, sin
embargo, el meteorólogo Jose Miguel Viñas explica que, de hacerse
campañas a una escala mucho mayor, las implicaciones serían muy
importantes.
"Imagínate que, efectivamente,
descubrimos que con el sistema se consigue favorecer la lluvia en un
sitio, pero a costa de quitarle vapor de agua a otro sitio", expone.
Algo así podría suceder, por ejemplo, en China, que está invirtiendo
mucho dinero en estos sistemas "si consigue que en zonas de su país
donde hay sequía, llueva, probablemente será a costa de quitarle lluvia,
por llamarlo de alguna manera, a otros países fronteras", concluye
Viñas.
En última instancia, lograr la efectividad de la siembra de lluvia podría suponer un problema transfronterizo.