Estimado presidente de CROEM, apreciado José María: Me
decido a enviarte esta carta abierta, de acceso público para todos los
murcianos y, especialmente, para el empresariado de nuestra Región
porque me veo en la obligación de sacarte de tu craso error, a la vista
de tus recientes declaraciones en el marco previo a la próxima asamblea
general. No, apreciado José María, CROEM no empezó a caminar cuando tú
llegaste a la presidencia. CROEM ya existía, como existía la unidad
empresarial, la vocación de servicio a la sociedad y sobre todo la
independencia institucional. No es difícil de entender. Quizás tan sólo
te hubiese bastado repasar nuestra historia.
Comprenderás de inmediato las razones por las que me
negué a tu reciente invitación para celebrar un almuerzo con los
expresidentes. Me hubiese gustado asistir a ese encuentro en otras
circunstancias, pero en las actuales prefiero que mi negativa la
enmarques en las desafortunadas e injustas críticas que vienes
realizando a mi período presidencial en una especie de afán por acaparar
un protagonismo exacerbado, que muchos empresarios de CROEM no llegan a
entender.
Existen otras formas y maneras de contar la verdadera,
extensa e importante historia de CROEM a lo largo de sus cuarenta y seis
años de historia, lejos de limitarse a la promoción, fuera de un
balance ajustado, de la última década, coincidente con el periodo de tu
presidencia.
Nuestra confederación empresarial, estimado presidente, se ha forjado a
través de décadas de esfuerzo común a base del trabajo, dedicación,
lealtad y , sobre todo, humildad de muchísimas personas, algunas de las
cuales ya no están entre nosotros. Te recuerdo que fueron más de una
veintena de asociaciones las que pusieron en marcha este magnífico
proyecto allá por el año 1978.
Hoy CROEM es lo que es gracias a hombres
como José Luis Villar Sigismondi, nuestro primer presidente que tuvo que
sortear los momentos difíciles, propios de todo comienzo a base de
honestidad, integridad personal y entrega generosa alejada de cualquier
protagonismo o promoción añadida. Impulsores como Francisco José Vicente
Ortega que recogió el relevo en 1984 para protagonizar una década de
gran expansión y consolidación del asociacionismo empresarial.
Defensores del diálogo social como Tomás Zamora Ros, quien le sucedió en
1994 fortaleciendo enormemente una organización de la que él siempre
dijo que no existían familias, sino una gran familia. Lideró una CROEM
abierta y participativa. El perfil humano de Tomás, reforzado por su
sincera humildad y méritos propios le hizo ganar el afecto y el respeto
de todos como puede comprobar en su día a día.
En cuanto a mi período
presidencial desde 2002 hasta 2013, momento en el me sucediste en la
presidencia, prefiero no analizarlo en primera persona; pero sí
considero preciso aclararte algunas precisiones fundamentales que no
pueden ser obviadas en la historia de nuestra confederación. CROEM nunca
estuvo en 'quiebra económica'.
Sí es cierto que tuvo que afrontar años difíciles con una
crisis económica galopante y devastadora con tensiones que toda la
sociedad sufrió y que lógicamente sufrimos los empresarios. Tú y tu
equipo más cercano sabéis perfectamente que cuando Miguel Del Toro dejó
la presidencia de CROEM, la Comunidad Autónoma nos adeudaba cerca de dos
millones de euros correspondientes a diversos convenios ya ejecutados y
pendientes de cobro. Este es el legado y no otro. Y ese es mi 'pecado' y
no otro.
Te voy a significar algo más, estimado presidente: si
durante mi presidencia hubiese conseguido el mérito ( que sí te
reconozco) de convencer al gobierno de turno para poner en marcha la Ley
de Participación Institucional, la situación apenas hubiese diferido de
la actual. Pero a mí me tocó el gobierno sólido, y en ese aspecto
negacionista, de Valcárcel y a ti el gobierno débil y complaciente de un
Pedro Antonio Sánchez quizá obligado a compensar ciertas intervenciones
en campaña electoral, todo sea dicho. Este es un factor clave para
sacar una conclusión fiable de la última década de gestión. Y quien
quiera entender, que entienda.
Vivimos tiempos en los que términos como 'máquina del
fango', bulos o 'fake news' están a la orden del día. Y lo peor es que
se conviertan en nocivos mantras para la sociedad. Mal está que tales
perversiones sucedan en la vida política, pero peor está que se
trasladen a nuestro movimiento asociativo empresarial. De ahí el motivo
sustancial de esta carta abierta ante una institución a la que siempre
estaré agradecido y llevaré en mi corazón de forma imperecedera como
dije públicamente el día que se me concedió la medalla de oro con más
generosidad que merecimiento propio para tan altísimo honor.
No deseo terminar esta misiva, preciado presidente, sin
expresarte públicamente mi gratitud por tus diez años de gobierno, por
los desvelos y reivindicaciones que llevan aparejados y por tu
dedicación. Estoy seguro que recordarás que el día que te cedí la
presidencia lo hice convencido de que no fallarías en esos aspectos.
Y, finalizando por donde comencé, porque CROEM ya existía
y era pujante antes de que llegaras a la presidencia, me veo en la
obligación de traer a nuestra memoria a algunos de los muchos impulsores
de esta organización como Clemente García, Arsenio Sánchez Navarro,
Salvador Huertas, Tomás Fuertes, Francisco Pellicer, Fulgencio Belando,
Pedro García Balibrea, Ángel Martínez, Pedro Hernández Filardi, Pedro
Díaz, Manuel Pérez Carro, Antonio Castillo, Manuel Pérez de Lema, Ginés
Huertas, Juan Francisco García Alcaraz, Pedro Cazorla, Antonio García
Díaz, José Dasí, Alfonso Gálvez, José García Gómez, José Pardo Cano,
Miguel Durán, José Hernández Navarro, Antonio Martínez Barba, Ángeles
Ruiz y muchos otros que no alcanzo a recoger por falta de espacio.
También reconocimiento al entonces presidente de la CEOE, José María
Cuevas. Unos se fueron y desde el cielo nos contemplan. Otros seguimos
aquí ilusionados con esta gran realidad, nuestra CROEM, convertida en un
órgano esencial de servicio a la sociedad y sustentada en las urnas
abiertas, con la libertad por bandera, la vocación democrática y el
desempeño leal, ayuno de todo protagonismo vacuo.
Muchas gracias.