MADRID.- Una macrogranja es una instalación de ganadería industrial en la que la densidad de animales es muy grande,
donde pueden tener cabida desde decenas de miles de cabezas de ganado
porcino o bovino hasta cifras que alcanzan en millón en el caso de las
macrogranjas dedicadas a la cría de pollos. La mejora de las tecnologías
durante las últimas décadas, unido al rápido aumento de la población a
nivel mundial ha hecho que la producción de carne se haya disparado, según introduce al tema www.nationalgeographic.com.es.Sin ir más lejos, en la década de los 70, la producción mundial de carne se situaba en un tercio de la producción actual.
En 50 años, países como China han pasado de producir algo menos de 10
millones de toneladas anuales a sobrepasar la barrera de los 80 millones
de toneladas anuales en 2019.
En el caso de España, en 1970 se producía
poco más de un millón de toneladas anuales, mientras que en la
actualidad se han sobrepasado los 7 millones de toneladas anuales, según
el informe Meat Atlas 2021.
Como se puede observar, la tendencia alcista de la producción de
carne a escala global responde a un mayor consumo por parte del ser
humano que coincide con el aumento de la población mundial,
además de con la mejora en las tecnologías que han permitido mecanizar
los procesos y mejorar los controles sanitarios.
Sin embargo, la
producción de carne a tal escala también tiene un impacto negativo en el
medioambiente.
Con
el desarrollo tecnológico, las nuevas técnicas para automatizar
procesos han permitido que se estabulen en granjas miles de cabezas de
ganado para reducir sus costes asociados al mantenimiento y abaratar los
precios de la carne que posteriormente se comercializará. Pero eso no siempre ha sido así.
"Una
alta densidad (de animales) es problemática de gestionar por la elevada
concentración de excretas (purines, estiércol) en poco espacio,
especialmente si no existen suficientes tierras de cultivo a una
distancia cercana donde poder hacer un abonado racional. Una granja de 10.000 ovejas en extensivo, al ocupar mucho espacio, no sería un problema", afirman Pablo Manzano y Agustín Del Prado, investigadores del bc3 - Basque Centre for Climate Change, en un artículo en The Conversation.
En la actualidad, España no solo es uno de los mayores productores de carne de la Unión Europea, sino que también es uno de los mayores exportadores.
Para conseguir estas cifras, en el territorio español conviven
numerosos modelos que, lejos de ser estrictos, se diferencian en varios
detalles: "sabemos que hay gradientes entre producción extensiva,
producción intensiva ligada al territorio, y producción industrial,
además de variedades en la densidad de animales.
La diferencia entre
extensiva e intensiva es si los animales salen a pastar o si pasan su vida en un establo", afirma Pablo Manzano en una entrevista con National Geographic vía correo electrónico.
A la hora de clasificar los distintos tipos de ganadería, David González, Co-fundador de Sustraiak Habitat Design y experto en agricultura regenerativa y regeneración de suelos, los explica así:
- Ganaderías intensivas,
donde se desarrolla la actividad sobre los procesos industriales de una
ganadería estabulada y donde prima la rentabilidad máxima por kilogramo
de carne producido.
- Ganaderías extensivas, que
consiste en el pastoreo de una cabaña ganadera que se alimenta
básicamente de los recursos propios del territorio que habitan, aunque
existen también sistemas mixtos en los que además del pastoreo, se
aporta pienso a los animales para su engorde en determinadas épocas del
año en las que por diferentes motivos (climatológicos, partos, etc), la
cabaña necesita estar estabulada.
- Trashumancia: 100% de alimentación a base de recursos locales en pastoreo.
- Ganadería regenerativa: 100% de la alimentación a pasto, centrada en la regeneración de los suelos mediante el pastoreo dirigido de los animales.
En lo que se refiere a su impacto en el entorno, la principal
diferencia entre una granja beneficiosa y otra perjudicial para su
ecosistema es la densidad de su ganado. En vez de ser
un modelo arraigado al territorio y en el que todos los factores se
retroalimentan, la producción industrial suele depender más del
exterior, pues requieren de combustibles fósiles para fertilizar, recolectar y transportar sus insumos.
Otro factor preocupante en lo que se refiere a las granjas de gran densidad es la gestión de sus residuos:
"la alta densidad de animales es ambientalmente problemática porque las
deyecciones de los animales, si bien son muy beneficiosas y necesarias
para los agroecosistemas en cantidades moderadas, no pueden ser
procesadas ni asimiladas por la biota en altas cantidades, así que
sustancias como los nitratos se filtran a acuíferos y aguas superficiales,
contaminándolas. Una alta densidad de animales también causa problemas
de olores que degradan el medio ambiente de las zonas rurales", añade
Pablo Manzano.
Sin embargo, no solo es el plano local el que se ve
alterado, sino que a nivel internacional su impacto también se deja
notar. "Más allá del impacto local existe un impacto sobre otros
ecosistemas del planeta en los que se externaliza la producción de
piensos con los que se alimenta al ganado. Para ello, diversos
ecosistemas locales son deforestados, por ejemplo, para convertirlos en
áreas de producción de soja para los piensos", apunta David González.
Uno de los argumentos más repetidos en cuanto a los beneficios y perjuicios de las macrogranjas pasa por la calidad de su carne, generalmente menor que la carne proveniente de la ganadería extensiva, pero también más barata.
A nivel nutricional,
Pablo Manzano explica la diferencia: "los animales criados a alta
densidad en régimen industrial van a tener productos de calidad inferior
a aquellos que se ejercitan cada día, fundamentalmente, por su perfil
graso. Tienen peor perfil nutricional en términos de ácidos grasos
poliinsaturados, ácidos linoleicos conjugados (ACLs) y una mejor
relación Omega 6/Omega . Las consecuencias de un mayor nivel de estrés
crónico en las características del músculo".
En plena crisis energética en la que el pico de producción de
combustibles baratos ya se ha superado, el mundo se adentra en una etapa
de menor disponibilidad energética en la que la tendencia de los precios en el futuro se mantendrá al alza.
Es
por ello que, al depender en tal medida de los combustibles, la
ganadería llevada a cabo en macrogranjas afronta un futuro incierto:
"debemos tener en cuenta que la producción de piensos está directamente
relacionada con la disponibilidad de combustibles fósiles, por lo que su encarecimiento tiene un impacto directo en el precio de los piensos y, lo que es lo mismo, en la viabilidad de este tipo de granjas", apunta González.