sábado, 9 de septiembre de 2006

Alternativa a la modernidad/El Minarete


Publicado en www.vegamediapress.com por Francisco Poveda

La creación de un nuevo partido regionalista y progresista en defensa incondicional de nuestro medio físico, y un urbanismo dentro del desarrollo sostenible en la Región de Murcia, puede ser la consecuencia política más seria del sorpresivo, no por menos esperado, posicionamiento estival en el PSRM de connivencia con el “lobby” del ladrillo/hormigón al objeto de obtener fácil y rápida financiación para su próxima campaña electoral, así como la aceptación oficiosa de estar en sintonía con elementos residuales clave del franquismo, sólo por sus situaciones de poder para facilitar esa ayuda envenenada contra nuestros intereses generales ante la enorme presión constante de una actividad económica de base muy especulativa.

Esta nueva plataforma electoral, nacida a partir de los movimientos de vanguardia de nuestra sociedad civil, tendría también entre sus objetivos prioritarios hacer realidad el derecho constitucional efectivo a una vivienda digna, una formación idónea al alcance de todos los murcianos y a un empleo de calidad conforme a la calificación profesional de cada cual, todo dentro de una irrenunciable renovación de nuestra economía productiva.

El proceso sólo está en sus comienzos y se podrá constatar su viabilidad a partir de octubre, tras el necesario, profundo e inevitable debate ideológico y estratégico en el seno de la amplia y representativa plataforma “Murcia no se vende”. La capacidad de movilización está asegurada e igualmente cierto éxito electoral como para llegar a la Asamblea Regional y tener poder de influencia sobre toda la legislación murciana. Sería una verdadera ruptura de nuestro actual bipartidismo imperfecto por la presencia testimonial de Izquierda Unida, que así se vería reforzada frente a un muy dudoso PSRM por acabar de demostrar que su actual líder no es de fiar.

El desprecio fáctico de los socialistas respecto del hipotético apoyo en las urnas a los grupos verdes de nuestra región y los movimientos sociales en defensa de la democracia auténtica y los derechos civiles, ha originado una reacción de suficiencia y no resignación, hasta pensar seriamente en catalizar su fuerza en el seno de nuestra sociedad regional, y proyectarla como una propia opción política en presencia frente a la insuficiente oferta política de los partidos convencionales en el plano que más les preocupa.

La previsible victoria electoral escasa de un PSRM, todavía a medio regenerar, podría quedar así muy condicionada en la práctica si necesita para gobernar, desde ahora una muy conveniente y deseable minoría mayoritaria, del apoyo de otros grupos de este espectro democrático en ayuntamientos como Cartagena, Mazarrón, Cieza, San Pedro del Pinatar, Alcantarilla, San Javier, Cehegín, Archena, Moratalla, Alhama, Totana, Yecla, Caravaca, Águilas o Lorca. Saura ha demostrado que no se le puede dejar solo para gobernar y que, en determinados municipios codiciados por la especulación sin freno, sería deseable dejar paso a gobiernos de coalición con esa nuevo partido de centro regional que se anuncia, Unión Democrática de la Región de Murcia, y que abomina del nefasto balance de la política urbanística y medioambiental (también social por omisión) de un Valcárcel que ha puesto nuestra tierra en almoneda y a la cola del avance.

Lejos de radicalismos, aunque sí con firmeza en la defensa de sus planteamientos y la modernización definitiva de la Región de Murcia, su eventual éxito electoral relativo y la aparición de ese proyecto paralelo de centro regional democrático para recoger los apoyos moderados perdidos por un Valcárcel, herido políticamente de muerte por situado en los límites de varios presuntos delitos, va a provocar un renacimiento de nuestra vida municipal y parlamentaria al romper la dinámica de ese bipartidismo paralizante y vergonzoso por su corrupción pasada y presente.

El riesgo no tan remoto de que ese nuevo partido burgués, liberal y católico, alimentado con descontentos más éticos que nuestro PP, termine por apuntalar a un Valcárcel hoy situado en la extrema derecha, frente a la dispersión del voto progresista, es otro escenario a no descartar y más posible si el PP dejase por fin paso a un nuevo líder más centrista y perteneciente a una nueva generación universitaria y postfranquista para un “aggiornamento” algo convincente. Eso no parece probable y, quizás, caben alianzas varias a dos, tres, y hasta cuatro bandas, para que gobierne muy controlado el PSRM desde un verdadero centro-izquierda a la italiana.

El condicionamiento como coartada que sufre el PSRM, por las teóricas preferencias de los murcianos que arrojan las encuestas, entra en colisión con las tendencias, cada vez, más dominantes y constatadas a favor de planteamientos muy en sintonía con los de esos grupos de vanguardia que nos acercan a las preocupaciones maduras de las sociedades hoy más avanzadas de la Unión Europea. Vista la sorpresa de Alhama este partido necesita ahora de contrapesos internos dentro de una coalición de progreso frente a un PP que, de no alcanzar mayoría absoluta, tiene que salir de San Esteban. Un resultado que, a mi juicio, hoy ya es técnicamente improbable.

La falta de apuestas de Saura en la línea tan arriesgada de Zapatero, demagogias aparte de un programa electoral todavía pendiente de conocer pero seguro plagado de grandes pronunciamientos, declaración de intenciones y lugares comunes sin la más mínima credibilidad, deja fácil hueco a propuestas sólidas convincentes de terceros mucho menos hipotecados por un pasado de mayoría absoluta y sin tantos esqueletos en el armario de la corrupción local como para impedir el gran salto al PSRM en el sentido que necesita con urgencia la sociedad murciana, tras un duodenato del PP que la deja con muy pocos resortes frente a la criminalidad de guante blanco y el delito económico favorecido desde los aledaños del poder perdido por unos necios, ahora al albur de los fiscales.

Las nuevas generaciones de murcianos deben estar hoy, y de hecho lo están, mucho más preocupadas por cuestiones de supervivencia real a medio y largo plazo, que por aquellas otras hoy resueltas medianamente bien por la tecnología aunque utilizadas demagógicamente por partidos desfasados y ya perdedores, que han heredado una base agraria de relativo sentido sin la inteligente apuesta ahora por una producción ecológica, de alto valor añadido y no contaminante, dentro de la apuesta mayor por una alternativa de modernidad como la que nos ocupa.

Anclado y lastrado el PSRM por su propio pasado de burla a nuestra democracia regional, vemos cómo se muestra incapaz de asimilar y dar respuesta eficaz a las inquietudes de sectores sociales muy avanzados y exigentes en el inaplazable proceso de situar a la Región de Murcia en línea con las más en su tiempo de España y Europa. En los albores de un siglo XXI, que presenta una panoplia de nuevos problemas de calado, su discurso aldeano y tedioso ya no dice nada, o muy poco, a los miles de jóvenes pasados por las aulas universitarias por presentar unas exigencias de mayor categoría y refugiados en luchar por preservar la Naturaleza como dedicación estratégica más sublime por ser un don divino.

El utilitarismo político de que hace gala el PSRM por su pacto “contra natura” es muy cierto que le aleja rápida y progresivamente de los sectores más dinámicos y valiosos de una sociedad murciana que no se conforma con más de lo mismo en base a una mediocridad acreditada por los dirigentes socialistas y una amoralidad parece congénita, sumada a la falta de compromiso social real que les caracteriza. El lema “Zapatero si, Saura no” debiera meter a la sede de Princesa en una profunda y urgente reflexión a la vuelta de estas vacaciones y antes de las inciertas corridas de feria.

En la hora de la sociedad civil, también la murciana parece que se apresta a dar una lección de democracia real a quienes se han olvidado de quién tiene aquí la última palabra a favor del sentido común y un desarrollo sostenible, sin fundamentalismos pero también sin claudicaciones ante un dinero muy sucio que todo lo embarra y termina por engullir lo más noble que tiene la política: el servicio a todos los ciudadanos y la defensa de sus intereses.