Por razones empresariales y moralmente
dudosas, la Sexta es una cadena antisocialista dedicada a favorecer e
impulsar a Podemos. Los medios son muy poderosos, cierto, y este más,
pero ni con su apoyo es probable que los de los círculos ganen, aunque
siempre se puede echar una mano al PP, que es lo que, en el fondo,
importa a los empresarios.
El
debate fue concebido minuciosamente desde el comienzo en contra de
Sánchez. Aparentemente no, porque, por ejemplo, el título, que estaba
sesgado, rezaba "El último debate del bipartidismo". Ese era el inicio
del empeño de la cadena en seguir las consignas de Podemos (y
Ciudadanos) de igualar a los dos partidos, vieja táctica de la amalgama
de los contrarios que trae muy siniestros recuerdos.
Luego
se dio paso a Jorge Verstrynge, presentado como politólogo y analista,
quien reiteró lo de la "vieja política" y la amalgama. El PP y el PSOE
son lo mismo. Júzguese el valor de esta afirmación de alguien que fue
secretario general del PP y que no llegó a ingresar en el PSOE, a pesar
de haberlo solicitado, porque los socialistas no lo admitieron. Un buen
momento para sacarse una espinita sin que se note, ¿verdad?.
A
continuación, apareció Pablo Iglesias, a remachar la cantinela del
bipartidismo, el PP = PSOE, lo antiguos que son los dos y lo moderno que
es él. Después del debate, siguió largando cuanto quiso sin nadie que
le contradijera y tuve ocasión de oírle hablar de que la política
necesita de fair play. Ni él ni Rivera saben qué sea eso.
Prestarse a comentar y apostillar un debate entre dos candidatos que, al
no estar ya presentes, no pueden defenderse, como si él fuera un
observador neutral, un experto objetivo o un periodista, cuando es otro
candidato en liza directa con los dos debatientes ausentes debe de ser
el juego más sucio que he visto en mi vida. Porque de lo que se trataba
era de descalificar en caliente para manipular la opinión del
auditorio. Y Rivera, cuando menos, mostró ciertos reparos al hablar de
su evidente falta de objetividad. Iglesias, ni mencionó el asunto
porque, y no es la primera vez que lo demuestra, carece de escrúpulos.
Él va a ganar, como se ve, cueste lo que cueste. Esos reiterados y
compungidos "creo humildemente", etc., mientras se hace trizas a quien
no puede contestarte, abusando de tu enchufe en un medio que tiene a su
vez su finalidad, son puro fariseísmo. Es posible que gane, quién sabe,
pero ya no será con mi voto porque yo sí creo en el juego limpio. Es en
lo que más creo. Quien recurre al juego sucio merece desprecio y no
votos.
En
este contexto, aplausos a la pareja García Ferreras-Ana Pastor que
consiguieron montar un espectáculo para linchar a Pedro Sánchez pero que
pareciera algo imparcial, objetivo, muy moderno e incisivo. La
conclusión que los espectadores teníamos que sacar era que los dos
partidos son iguales, la vieja política y blablabla. Terminado el debate
se dedicaron a manipular los datos de opiniones de
ganadores/perdedores, asegurando que las redes decían que no había
ganado ninguno, cuando ya El País reconocía que en la red, las webs y Twitter los internautas daban ganador por gran mayoría a Sánchez, es parte del esfuerzo de anoche de montar un espectáculo orwelliano. Apoyaría Público, el digital de Roures, vocero de Podemos, titulando a toda página enfrentamiento a navajazos,
incidiendo en la amalgama que reiterarían los dos cómicos
comentaristas. (Por cierto, también entró Alberto Garzón quien, aun
presentándose igualmente como equidistante, tuvo, como es habitual en su
caso, mucho más nivel que los otros dos sumados).
El
debate, en sí, por supuesto, una bronca permanente. Era lo esperable;
lo lógico. Rajoy fue a él porque no tuvo otro remedio sabiendo que no
tiene nada que decir ni nada que debatir porque su posición en todos los
aspectos es insostenible. Así que su guion tenía dos líneas maestras y a
ellas se atuvo: mentir sistemáticamente sobre todos los asuntos,
absolutamente todos, y montar la gresca en cuanto pudiera, no dejando
hablar al otro, interrumpiéndole sistemáticamente. Sánchez estuvo mucho
mejor, dadas las circunstancias de inferioridad en que se mueve y, en el
aspecto formal es criticable su machacón "mire señor Rajoy" que no
había quien lo aguantara. Pero, efectivamente, estuvo mejor porque
mezcló una crítica muy dura al PP y a Rajoy personalmente con baterías
de propuestas de futuro.
Que los analistas Iglesias y Rivera
nieguen este aspecto porque les interesa para seguir con la melopea de
la amalgama es otra cosa. Pero basta con visionar de nuevo el debate y
escuchar. Son medidas claras, concretas, diversas y algunas originales,
como la ley de igualdad salarial y con un grado de especifidad propio
del medio televisivo y muy superior a lo que yo he oído a los dos en la
larga serie de apariciones con que nos llevan obsequiando desde hace
meses. Porque quien sí que no hizo propuesta concreta alguna fuera de
repetir que tiene intención de crear dos millones de puestos de trabajo
en los próximos años fue Rajoy. Pero, no importa, los dos partidos de la
vieja política son iguales porque lo dice un especialista en
juego sucio contra el PSOE. Por cierto que Ciudadanos, que lleva diez
años en el Parlament de Cataluña diga que ellos también son "nueva
política" prueba hasta qué punto importa a estas gentes decir la verdad.
Rajoy,
en efecto, no hizo otra cosa que mentir, interrumpir, montar gresca y
hacer gestos, muecas, guiños a cada cual más divertido. Los momentos
memorables (unos para bien y otros para mal) estuvieron a cargo de
Sánchez. Por eso la gente le da por ganador, aunque Ferreras se invente
lo contrario. Cosa comprensible porque algunos de esos momentos (en
concreto el de llamar "indecente" a Rajoy) no solo noqueó al presidente
de los sobresueldos sino al propio periodista que, luego, en la
continuación del programa no paraba de reponer las imágenes, como si
algo en su adormecido espíritu intentara decirle que ahí hay una
verdadera bomba.
Sánchez no se retractó en el plató cuando Rajoy, fuera de sí, le dijo que era una observación ruiz,
o sea ruin y tanto en ese momento como luego, en su camino de salida,
interpelado por una periodista, reiteró que no se retractaba porque eso,
es decir, que Rajoy no es una persona decente, es lo que pensamos
millones de españoles. Por supuesto. Y también los dos "analistas", para
quienes, al parecer, una persona decente y una indecente son lo mismo.
Por cierto, siendo la corrupción lo que más define la legislatura de
Rajoy, debe señalarse que el único que lo ha dicho con todas sus letras,
ha mencionado personalmente al responsable y ha citado algunas de sus
trapacerías más sonadas, (aunque no todas), como los viajes a cuenta de
la Gürtel o los sobresueldos ha sido Sánchez. Nunca nadie ha escuchado
nada parecido a los de la nueva política. La envidia es muy mala
consejera, pero eso ya no tiene vuelta atrás: los llamados emergentes no
han atacado de ese modo la corrupción nunca y, sin embargo, tienen la
desvergüenza de decir que fue un debate entre dos iguales (aunque
estuvieran a punto de llegar a las manos), basado en el y tú más,
como si no hubiera quedado claro que Rajoy estaba desarbolado frente a
quien le recordaba que su partido, el PP, más parece una asociación de
delincuentes que "ha fulminado todos los artículos del código penal".
Incidentalmente,
en otro alarde de fariseísmo, Iglesias lamentó que los dos candidatos
se insultaran de aquel modo y que eso en Podemos es impensable. Es
decir, llamar criminales cada dos por tres a los socialistas no
es un insulto, probablemente porque lo dicen entre sonrisa y sonrisa, de
esas que han plagiado a Otegi.
Sánchez
metió la pata con el aborto al acusar a Rajoy de haber atacado el
derecho de las mujeres a decidir sobre la maternidad y Rajoy exprimió la
ocasión media docena de veces. No estuvo ágil el socialista quien
hubiera debido mencionar que, sin duda alguna, el gobierno, el ministro
de Justicia de entonces y el propio Rajoy cocinaron una ley represiva en
contra de las mujeres al dictado de los curas, pero no pudieron
terminarla porque no se atrevieron a la vista del rechazo social que
provocó.
Por
último, Palinuro también tiene una espina que sacarse. Ante la
insistencia de Sánchez en decir que el presunto corrupto Rajoy tuvo que
haber dimitido hacía dos años, el interpelado se creció y le preguntó
por qué no le había presentado una moción de censura ni pedido su
dimisión en sede parlamentaria. Le está bien empleado. Palinuro lleva
años invitando a la oposición a que presente una moción de censura.
Años. No cito los posts porque son legión. Pero años. Y recomendando
igualmente que exija la dimisión de esta vergüenza de presidente y hasta
animando a la oposición a que hiciera una retirada al Aventino. Pero
nadie prestó la menor atención. Alguno me recordó que la oposición no
podría ganarla, como si eso importara. No es rápido el amigo Sánchez que
empieza a hacer oposición en serio cuando el Parlamento está ya
disuelto. Merecido se lo ha ahora que le pasa lo que a todos los
cobardes: no se atreve a actuar cuando es obligado y, luego, se le ríen
en la cara cuando ya no puede enmendar el yerro.
Digan
lo que digan los francotiradores de la Sexta y su gran equipo de
manipulación, el debate fue vivo, apasionado, suscitó mucho interés,
dejó a Rajoy desorientado y mostró el temple de un político nuevo, con
decisión y empuje. No sé si esto le servirá para remontar en la
intención de voto. Queda poco tiempo y él ha perdido mucho haciendo el
ganso. Pero se lo merece mientras que los emergentes de pacotilla se
quedan disfrazando su envidia de moderación, petulancia y superioridad.
Sé
que esta crónica no me va a hacer especialmente simpático a los ojos de
un potente conglomerado de medios que manipula cuanto toca y es la
plataforma de lanzamiento de estos nuevos más viejos que la radiogalena,
así que terminaré de arreglarlo: ninguno de ellos observó las más
clamorosas carencias de un debate que pretendía ser sobre España en su
conjunto, a saber: la cuestión de la República/monarquía, la de la
separación de la Iglesia y el Estado y Cataluña. Sobre esta última
algunas lamentables afirmaciones de Sánchez y Rajoy, dos sólidos
nacionalistas españoles dispuestos a no dejar a los catalanes decidir en
libertad. Ninguno de los "objetivos" comentaristas dijo nada al
respecto obviamente porque ellos están de acuerdo con los dos
debatientes en todo: República/monarquía "no toca"; Iglesia y Estado,
"aparta la bicha"; y, sobre Cataluña "sin novedad en el frente".
Y estos son los que llaman a los otros "vieja política".
A
ver qué opina mañana el personal sobre este intento de linchamiento de
Sánchez quien, por cierto, no tiene una cadena de televisión a su
servicio, como los de Podemos, ni un periódico. No tiene nada.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED