NUEVA YORK.- La gigante de los químicos Bayer AG se tambalea, luego de que un juez adjudicara 2000 millones de dólares en daños a personas que aseguraban haber contraído cáncer tras años de usar Roundup, un popular herbicida fabricado por la filial de Bayer, Monsanto Co. Es probable que Bayer no pague los 2 000 millones completos. Hay más de 100.000 casos pendientes, lo que preocupa tanto inversionistas como a agricultores que dependen del herbicida por ser barato y efectivo.
Es
posible que el cáncer solo sea una parte de la historia. Estudios
realizados durante la última década sugieren que el glifosato —en
ingrediente activo de Roundup— contamina las fuentes de agua, permanece
en el suelo por más tiempo del que se esperaba anteriormente y daña los
suministros alimenticios humanos. Tanto en EE.UU. como en Europa, los
límites supuestamente seguros para la ingesta humana se basan en ciencia
bastante pasada de moda.
La investigación también señala consecuencias
adversas serias para el medio ambiente, y hay indicios de que el
glifosato puede causar enfermedades en mamíferos, incluso varias
generaciones después de la exposición inicial.
El
glifosato no es tan seguro como sus fabricantes quieren que creamos, y
la reducción de su uso probablemente debió ocurrir hace mucho tiempo.
Monsanto
patentó el glifosato a principios de la década de 1970, y rápidamente
se convirtió en el químico predilecto para el control de las hierbas,
bajo la forma del producto comercial Roundup.
Los ejecutivos de Monsanto
promocionaron el uso de Roundup diseñando semillas genéticamente
modificadas de maíz y otros cultivos que pudieran tolerar el glifosato.
Los
fabricantes de glifosato —entre los que ahora se cuentan muchas
compañías alrededor del mundo, ya que la patente de Monsanto expiró en
2000— han argumentado por mucho tiempo que el glifosato es totalmente
seguro para los humanos, los animales, y en realidad cualquier forma de
vida que no sea vegetal.
Funciona impidiendo el trayecto biológico que
las plantas necesitan para crecer, y los animales no comparten el mismo
trayecto, lo cual es tranquilizador hasta cierto punto. Pero eso solo
significa que el glifosato no debería matar de hambre a los animales,
como lo hace con las plantas. Los químicos pueden tener efecto en los
organismos de muchas maneras.
No
es fácil interpretar la evidencia sobre el cáncer, porque diferentes
paneles han llegado a conclusiones opuestas usando procedimientos
diferentes.
En 2015, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el
Cáncer (CIIC), parte de la Organización Mundial de la Salud, concluyó
que el glifosato probablemente es cancerígeno. Sin embargo, la Agencia
de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) y la Autoridad Europea de
Seguridad Alimentaria (EFSA) se abstuvieron de hacer lo mismo. Tanto la
EPA como la EFSA se basaron en investigación proporcionada por
investigadores vinculados a la industria y consideraron estudios
proporcionados por la industria que no fueron revisados por pares ni se
hicieron públicos. El CIIC se basó únicamente en investigación revisada
por pares y disponible para el público.
Un
equipo internacional de biólogos reviso los estudios del CIIC y la
EFSA, y concluyó que los de la última tenían falencias significativas y
se alejaban de las prácticas estándar para la evaluación de riesgos.
Hay
muchas otras razones para preocuparse por el glifosato. En 2016, un
grupo independiente de biólogos intentó aclarar lo que en realidad
sabemos sobre el químico. Su artículo es una lectura sombría. Señala que
los estudios de la década pasada encontraron rastros significativos de
herbicidas basados en glifosato en agua potable y aguas subterráneas, lo
que probablemente expone a millones de personas en todo el planeta al
químico.
Los estudios de toxicidad en roedores han encontrado que el
glifosato puede dañar el hígado y los riñones, incluso en dosis
consideradas relativamente seguras para los humanos. Los cerdos jóvenes
alimentados con granos de soja contaminados con residuos de herbicidas
de glifosato han mostrado malformaciones congénitas, no muy diferentes a
los defectos de nacimiento observados en personas que viven en y cerca a
regiones agrícolas con un uso intensivo del glifosato.
El
estudio señala muchos otros hallazgos perturbadores, desde el impacto
del glifosato en la señalización hormonal de los mamíferos hasta la
manera en que el químico se aferra a metales como el zinc, el cobalto y
el manganeso, lo que reduce los suministros de estos micronutirentes
esenciales para las personas, los cultivos, otras plantas y la vida
silvestre. La mayoría de estos efectos probablemente no serían
detectados por las pruebas de toxicología tradicionales favorecidas
actualmente por los reguladores de los pesticidas.
En
abril, un estudio diferente encontró otro efecto preocupante: el
glifosato podría perturbar las funciones biológicas por generaciones.
Uno de los temas más candentes en biología en los últimos años ha sido
la epigenética: el estudio de cómo los hijos no solo heredan los genes
de los padres, sino también ciertos patrones de actividad genética
escritos en esos genes por otras moléculas señalizadoras. Este es un
medio por el cual los factores ambientales que afectan a un organismo
durante su vida pueden pasar a las siguientes generaciones.
En
experimentos con ratas alimentadas con glifosato, Michael Skinner, de la
Universidad del Estado de Washington, y sus colegas, encontraron que
los efectos malignos del tratamiento no se manifestaban en el organismo
alimentado con glifosato, o ni siquiera en sus hijos, sino en las dos
generaciones posteriores. Estas ratas, sin haber estado expuestas al
glifosato jamás, mostraban una marcada tendencia a la enfermedad
prostática, la obesidad, la falla renal, la enfermedad ovárica y las
anomalías de nacimiento.
Evidentemente,
el glifosato no es un herbicida que no genere preocupaciones, dejando
de lado su relación con el cáncer. Puede causar muchas otras
perturbaciones a la biología humana, y a los organismos y las plantas en
el ambiente, invisibles para los anticuados sistemas regulatorios
actuales. Ya es hora de que nuestros reguladores actualicen su ciencia.