MADRID.- El Campo de Cartagena ha sufrido una profunda transformación en apenas
unas décadas. Los excesos de una agricultura industrial intensiva y del
turismo de masas han colapsado la mayor laguna salada de Europa. Los
habitantes de la zona exigen frenar la debacle, introduce https://www.elsaltodiario.com.
n lugar único y completamente protegido. Único porque es la mayor
laguna salada de Europa, con un ecosistema singular, y protegido porque
posee toda una serie de figuras para preservarlo: Zona Especialmente
Protegida de Importancia para el Mediterráneo por el Convenio de
Barcelona, forma parte de la lista Ramsar —la Convención Relativa a los
Humedales de Importancia Internacional— , Lugar de Importancia
Comunitaria por la directiva Hábitats de la UE, Zona de Especial
Protección para las Aves… Tiene hasta dos parques naturales en su
litoral: el de las Islas y espacios abiertos del Mar Menor y el de las
Salinas y arenales de San Pedro del Pinatar.
Pues no, pese a
décadas de advertencias, no está demasiado protegido. De hecho, hoy el
Mar Menor es un lugar moribundo que, en palabras de Ángel Pérez Ruzafa,
catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia y portavoz del
Comité de Asesoramiento Científico del Mar Menor —organismo hoy puesto
en duda tras las últimas dimisiones de científicos en su seno—, podría
haber alcanzado un “punto de no retorno”. Pacto por el Mar Menor, la
plataforma que agrupa a las organizaciones preocupadas por el enclave,
va más allá y habla del “ecocidio del Mar Menor”. Un desastre que
explotó en 2016, cuando la gigantesca albufera se convirtió en lo que se
llamó una “sopa verde” producida por la acumulación de nutrientes
procedentes de los nitratos utilizados como abono por la agricultura
intensiva.
Es la eutrofización, un colapso medioambiental por el
que las algas proliferan gracias al exceso de nutrientes y acaban con el
oxígeno disuelto en el agua, vital para la vida, algo que volvió a
ocurrir el 12 de octubre. La imagen de
miles peces saltando a la superficie
desde su hábitat natural convertido en entorno mortífero para acabar en
otro igual de hostil será difícil de olvidar. Se retiraron de las
playas más de tres toneladas de peces muertos y desapareció el 85% de
las praderas submarinas.
El hartazgo se vio en la multitudinaria
protesta organizada por Pacto por el Mar Menor, la Cofradía de
Pescadores de San Pedro del Pinatar, la Federación de Asociaciones de
Vecinos de Cartagena y Comarca (Favcac), la Asociación de Naturalistas
del Sureste (ANSE) y Ecologistas en Acción, que congregó a más de 55.000
personas en Cartagena el 30 de octubre. Sin embargo, el problema no
parece que vaya a arreglarse. “Esto puede volver a ocurrir, seguro”,
denunciaba Pedro García, director de ANSE, apenas unos días antes de que
una nueva depresión aislada en niveles altos —DANA, más conocida como
'gota fría'—, la segunda de la temporada, golpease de nuevo a la laguna.
Medio siglo de agresiones
La
complejidad del cóctel que ha destrozado el enclave no puede entenderse
sin echar la vista atrás. “El campo de Cartagena es uno de los lugares
más secos de Europa”, explica García. En los años 50 toda la zona era de
secano, “cereal, algarrobo… con algo de regadío de algodón y alcachofa,
pero muy poquito”. La Manga del Mar Menor, una estrecha franja de
tierra de 22 kilómetros de largo, hoy completamente urbanizada, que
separa la laguna del Mediterráneo, era un arenal con apenas un par de
construcciones.
Pero en los 60 llegó el desarrollismo y en los 70 la ingeniería. Dos
hitos son la clave de esta historia: la declaración del área como Zona
de Interés Turístico Nacional, que trajo
la urbanización y el turismo masivos,
y el trasvase Tajo-Segura, que convirtió una zona de secano con un
escaso registro medio anual de precipitaciones de 250 litros al año en
55.000 hectáreas de regadío intensivo. Es la “huerta de Europa”, hoy
ávida de nitratos artificiales para continuar siendo fértil.
Estiercol en la piscina
Vertidos
habituales derivados de grandes aglomeraciones urbanas y
‘regeneraciones’ de playas que enfangaron más que limpiaron aparte, la
puñalada primigenia a las aguas del Mar Menor llegó en 1973. “El primer
gran cambio se produjo con el dragado del Canal del Estacio, que hizo
que la laguna se mediterraneizara: se suavizaron las temperaturas y bajó
la salinidad, lo que permitió que proliferaran especies nuevas”,
explica Pérez Ruzafa. La genial idea de las autoridades del régimen —que
en 1979 prometieron revertir, algo que nunca ocurrió—, motivada por el
interés en que pasasen embarcaciones del Mediterráneo al interior de la
albufera, principalmente al puerto deportivo de Tomás Maestre, cambió el
ecosistema.
“La entrada de Caulerpa prolífera —alga
invasora en el Mar Menor— colonizó los fondos y fue un desastre para la
laguna”, explica el catedrático de Ecología. “Es como una piscina”,
añade el director de ANSE. “Hay sistemas de depuración con sal. Si dejas
de tratarla, en invierno se pone verde. El Mar Menor es algo parecido:
si rebajas la salinidad y encima le metes agua dulce cargada de nitratos
desde tierra es como si echases un saco de estiércol en la piscina y no
le pusieses filtro”.
Nitratos, he aquí el quid de la cuestión. Miles de toneladas. Solo en
el episodio de gota fría de octubre la albufera recibió un mínimo de
entre 500 y un millar de toneladas de este compuesto, además de 100 de
fosfatos y 35 de amonio —todos ellos base de fertilizantes—, según
un estudio
realizado por una decena de científicos del Instituto Español de
Oceanografía, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la
Fundación Nueva Cultura del Agua y tres universidades.
Casi todos
ellos son exmiembros del Comité de Asesoramiento Científico que dejaron
el cargo entre mayo de 2018 y el pasado 21 de octubre, denunciando
falta de independencia y capacidad del ente y la manipulación mediática
del Gobierno murciano, cuyo presidente, Fernando López Miras, llegó a
señalar siete meses antes del desastre de octubre que “el estado actual
del Mar Menor es el mejor desde que comenzamos a trabajar en su
regeneración” y culpó a la gota fría de la catástrofe, algo que
desmintió el Instituto Español de Oceanografía: “La profunda degradación
del Mar Menor ha sido causada por el proceso de eutrofización debido al
exceso de nutrientes, degradación que ya existía antes de la DANA a lo
que se añade lo arrastrado por la DANA”, publicaba el organismo en un
informe del 22 de octubre.
Regar el desierto
¿Cómo llegaron esos nitratos al Mar Menor? Por un proyecto que comenzó a
gestarse en los años 20 y que se culminó en 1979: el trasvase
Tajo-Segura, una de las mayores obras de ingeniería de la historia de
España, responsable de que una de las zonas más secas de Europa sea hoy
de regadío. Una práctica esta última que se ha intensificado en las
últimas décadas —entre 1988 y 2009 el Campo de Cartagena pasó de 25.150
hectáreas a 55.000, según datos del Ministerio de Ciencia, Innovación y
Universidades—, pese a que con los años se rebajaron las expectativas de
envíos de agua, lo que llevó a una sobreexplotación de los acuíferos de
la zona.
“La agricultura intensiva no ha tenido ningún límite —denuncia
García—, parte de la superficie que se planteaba en su día con el
trasvase se ha ido incrementado hasta contar con en torno a un 20% de
los cultivos sin autorización”. Así lo exponen ANSE y el Fondo Mundial
para la Naturaleza (WWF) en su informe
La burbuja del regadío: el caso del Mar Menor, de 2016.
El
documento señala que “en los últimos 40 años, la superficie de regadío
estimada por teledetección en el ámbito del Mar Menor se ha multiplicado
casi por diez”, mientras que “12.165,18 hectáreas de regadíos quedarían
fuera de los límites establecidos por la Confederación Hidrográfica del
Segura (CHS)”. Una cifra de explotaciones ilegales que Santiago
Martínez, presidente de la Federación de Cooperativas Agrarias de Murcia
(Fecoam) reduce a algo más de un millar. “Esas cifras las dan los
ecologistas, que no tienen los datos reales que sí tiene la CHS”, señala
a El Salto, a pesar de que la propia Confederación en octubre estimaba
en, al menos, 9.600 las hectáreas de superficie de regadío ilegal.
“La
responsable directa de las situación del Mar Menor es la agroindustria,
acompañada de la incompetencia, la negligencia y el acompañamiento
hacia la legalidad desde la comunidad autónoma, que es la responsable en
materia de contaminación de nitratos, y la CHS, que ha mirado para otro
lado cuando no ha acompañado al terminar legalizando parte de la
superficie agrícola ilegal”, denuncia el director de ANSE.
Una situación señalada hasta el hastío que degeneró en la creación de
más de un millar de desaladoras privadas, según señalan los
ecologistas, para desalar un agua extraída de centenares de pozos —a
menudo ilegales— que sacaban agua salada de los sobreexplotados
acuíferos y con altas tasas de contaminación por nitratos. La
administración llegó a construir un salmueroducto, que recogía el
desecho de las plantas desaladoras en forma de salmuera a través de una
tupida red de canales. Una mezcla rebosante de nitratos que era vertida
al Mar Menor. Tras el episodio de la “sopa verde” de 2016, la CHS
destruyó el salmueroducto y la acción judicial clausuró decenas de pozos
y unas 300 desaladoras, fruto de procesos como el caso Topillo, aún en
curso, contra altos cargos de la Consejería de Agua, Agricultura y Medio
Ambiente, de la CHS y casi un centenar de empresas agrícolas, además de
la compañía INSAL, proveedora de desaladoras.
Pero nada de eso
frenó el desastre de octubre. “Las medidas que se tomaron para que
dejaran de entrar los vertidos no eran estructurales, sino a base de
prohibiciones y de eliminar el salmueroducto”, señala el portavoz del
Comité de Asesoramiento científico, quien destaca que, a pesar de ello,
“la laguna empezó a recuperarse y en 2018 tuvimos un Mar Menor ideal”.
Sin embargo, “a partir de 2019 —continúa— los agricultores volvieron a
inyectar salmueras en el nivel freático, que se puso mucho más alto y
rebosaba por todas partes”. Entonces llegó la gota fría y las riadas,
que arrastraron masivamente nitratos y fosfatos depositados en
acuíferos, pozos y campos hasta el Mar Menor.
Reconversión agraria
Cómo
acabar con el problema, esa es la gran pregunta. El Gobierno de la
Región de Murcia presentó el 7 de noviembre un “paquete de medidas
urgentes para preservar el Mar Menor y revertir su estado” con una
inversión de ocho millones de euros, pero no ha convencido demasiado.
“Son insuficientes”, indica Pérez Ruzafa. “Son medidas que no aportan
soluciones de fondo”, añade García, quien califica de “disparate”
algunas de ellas, como las pruebas piloto de sistemas de oxigenación
artificiales para la laguna.
López Miras también anunció el 14 de noviembre unos presupuestos
autonómicos “volcados con el Mar Menor”, pero los ecologistas no se
fían. “No los conocemos, aquí no hay transparencia en eso. El Consejo
Asesor Regional de Medio Ambiente, donde deberían exponerse esas
inversiones, hace siglos que no se reúne. Lo que sí conocemos es que la
comunidad ha invertido 40 millones en el Mar Menor con resultados
nulos”, afirma el director de ANSE.
“Ya no queremos nada de la administración autonómica”, prosigue,
añadiendo que “la única esperanza es el papel que puede jugar el
Estado”. De hecho, una coalición formada por Pacto por el Mar Menor,
ANSE, la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar, Ecologistas en
Acción, Favcac, SEO/Birdlife y WWF presentó el 16 de octubre a la
ministra Teresa Ribera
una batería de medidas urgentes
entre las que se encuentra la creación de una comisión de seguimiento
que vele por que se cumpla la ley y cuente con la tutela del Ministerio
de Transición Ecológica. También “una gestión de fondos para las medidas
adoptadas en la protección del Mar Menor por parte del Ministerio
competente en materia de Medio Ambiente”.
El cierre de todos los
pozos y desaladoras ilegales, la creación de un cinturón verde en torno a
la laguna o la reparación de la red de saneamiento y depuración de
aguas residuales completan la lista, que integra también una solicitud
de “reconversión de una agricultura que incumple normativas, en especial
al uso de fertilizantes y nitratos”. Y ahí es donde se encuentran con
la frontal oposición de parte del sector agrícola.
“Si hay alguna
zona que está perjudicando habrá que cambiar la forma de cultivar”,
apunta el presidente de Fecoam, “pero no pretenderán que creemos
pimientos de bola, algarrobas o cosas similares en una zona que es la
huerta de Europa”. De hecho, Martínez expone que el sector “ha hecho los
deberes en cuanto a desnitrificación” y la Coordinadora de
Organizaciones de Agricultores y Ganaderos, junto a Fecoam, aboga por
reabrir el salmueroducto, añadiendo un sistema de desnitrificación de
salmueras con biorreactores a base de madera elaborado por la
Universidad Politécnica de Cartagena.
Mientras tanto, un Mar
Menor moribundo y rodeado de acuíferos atestados de nitratos se
encuentra en la UCI, a la espera de una solución o de las próximas
lluvias que aceleren la llegada de químicos y, de paso, su proceso de
degradación. Incluso podría ser peor. La única formación política con
representación que no acudió a la manifestación SOS Mar Menor que llenó
Cartagena ha sido la más votada en las elecciones generales en la Región
de Murcia. Adivinen.