En una iglesia abarrotada, en el centro y bajo el altar, se
colocó el féretro adornado con flores de colores. A la ceremonia, junto con los familiares y amigos de Joaquín 
Navarro-Valls, han acudido numerosas personas que trabajan en la curia 
vaticana, así como autoridades políticas y de los medios de 
comunicación.
Al
 final de la Eucaristía, se han leído dos cartas enviadas por el 
arzobismo emérito de Cracovia, cardenal Stanislaw Dziwsz, y por el 
prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz. También tomó la palabra su médico personal, que lo trató los dos
últimos años, y luego siguieron los afectuosos recuerdos de
colegas, colaboradores y amigos.
El primero señaló que "ha sido un hombre de confianza y de fe, con 
quien el Papa (Juan Pablo II) compartió y debatió tantas cuestiones importantes para la 
vida de la Iglesia y del mundo. No dudo de que lo unía a san Juan Pablo 
II no solo la colaboración profesional, sino también la amistad".
Mons.
 Ocáriz dijo en su carta desde Portugal que "es fácil imaginar el abrazo con el que, 
después de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen, le habrán recibido 
san Juan Pablo II, san Josemaría y tantos otros que le han tratado y 
querido en esta tierra".
“Ayer se nos marchó al Cielo, Joaquín, después de llevar con garbo y 
sentido sobrenatural la enfermedad que venía padeciendo desde hace ya 
tiempo”, añadió.
El oficiante, Mons. Fazio señaló que “Joaquín era un hombre de fe y durante toda su 
vida procuró ser consecuente con lo que creía. Muchos de nosotros 
tenemos la convicción de que el Señor ya lo acogió en su seno, pero eso 
no quita para que pidamos por su eterno descanso”. Y señaló “tres ideas 
que pueden resumir una vida plena, lograda, llena de amor a Dios y de 
servicio a los demás. Estas son: lealtad, profesionalidad, don sincero 
de sí”.
En su homilía destacó la lealtad, la profesionalidad y la entrega con la 
que en todos estos años Navarro-Valls sirvió a la Iglesia católica. 
En la iglesia confiada a la prelatura del Opus Dei, a quien 
pertenecía Navarro Valls, se reunieron para la celebración en la misa de
 cuerpo presente varios cientos de personas, los cardenales 
Jean Louis 
Tauran, James Michael Harvey, Leonardo Sandri y 
Julián Herranz, además 
de numerosos obispos, sacerdotes y diplomáticos, entre los cuales estaba el 
embajador español ante la Santa Sede,
 Eduardo Gutiérrez Sáenz de 
Buruaga.
El prefecto de la Secretaría para la Comunicación, 
Dario Viganò, también estuvo en el funeral así como  el sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor
Giovanni Angelo Becciu y
 el fotógrafo personal del
Papa Juan Pablo II, 
Arturo Mari.
Estaban allí también muchos periodistas de los más diversos medios, 
dirigentes eméritos de la Sala de prensa del Vaticano, y personal de 
Campus Biomédico, donde Navarro Valls trabajó los últimos años de su 
vida, además del actual portavoz vaticano 
Greg Burke.
En la misa solemne, el vicario general del Opus Dei, 
Mariano Fazio, realizó los ritos 
funerarios después de la eucaristía concelebrada por unos 20 sacerdotes, entre los cuales estaba el 
padre 
Federico Lombardi, director emérito de la Oficina de prensa del 
Vaticano. Un numeroso coro acompañó la liturgia con diversos cantos que 
concluyeron con el 
Ave Verum.
El sacerdote
 Ciro Benedettini, que trabajó diez años con Navarro 
Valls, indicó entre otras cosas la importancia decisiva de la 
participación de su director en las Conferencias de Pekín y El Cairo, 
dónde la Santa Sede se encontraba en inferioridad, siguiendo el consejo 
del Papa: ‘Dirígete a la opinión pública porque allí hay buena gente’ e 
imprimiendo un rumbo diverso a dichas cumbres.
La doctora 
Rossana Alloni que siguió durante los últimos años de su 
enfermedad al ex portavoz del Vaticano, señaló entre los diversos 
aspectos de su personalidad, la tranquilidad espiritual con la que 
recibió los análisis que indicaban que le quedaba muy poca vida.
A la salida, 
Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio,
 comentó que el santo padre Juan Pablo II tuvo varias diplomacias 
paralelas, y entre ellas contó con la labor del entonces director de la 
Oficina de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls.
Un "gentilhombre", un hombre "leal", de "gran
profesionalismo", un "innovador" de la comunicación vaticana
fueron solo algunos de los elogios que recibió de los presentes.
 Sin dudas un hombre de fe que hasta en el momento supremo
pensó en los otros y le pidió a su médico si "era posible donar
sus órganos", recordaron. 
Joaquín Navarro-Valls, quien falleció a los 80 años este miércoles, 
español, médico psiquiatra, cirujano, corresponsal y periodista, fue 
director de la Oficina de prensa de la Santa Sede de 1984 a 2006, 
durante el pontificado de Juan Pablo II e inicio del de Benedicto XVI.