Hay vientos de fronda en el PSOE. Unos
propugnan "no cerrado" al PP; otros, la abstención en primera o segunda
vuelta; otros, creyéndose más refinados, un gambito de un par de
diputados para facilitar la investidura de Rajoy; otros, incluso, una
gran coalición. En efecto, tormenta de ideas. Eso está bien.
El partido
prueba ser plural y algo más democrático que los demás. ¿Cuántas voces
piden en el PP que se retire Rajoy a quien muchos consideran el
principal obstáculo a cualquier entendimiento? ¿Cuántas en C's piden la
dimisión de Rivera por haber fracasado en las elecciones? ¿Cuántas en
Podemos piden abandonar ya la retórica asaltacielos y forzar un gobierno
de progreso?
Todas
las combinaciones giran en torno al PSOE. La misma situación que el 20
de diciembre, pero desmejorada para la izquierda. Cosa que debe
agradecerse a la decisión de Podemos de bloquear un gobierno de
progreso.
Las
mentadas opciones del PSOE están sobre la mesa y los socialistas deben
debatirlas a plena luz del día y justificar por qué eligen la que
elijan. Un debate en el que debemos participar todos porque a todos nos
afectará su resultado.
Para
Palinuro, la opción más razonable es "no" en todos los casos: primera o
segunda vuelta; con Rajoy de candidato o con Perico de los Palotes. Es
"no" al PP. No a la corrupción, a la incompetencia, al autoritarismo, al
desprecio a la gente; al robo sistemático y organizado, a la
manipulación de los medios, a la politización de las instituciones, a la
represión de la ciudadanía, a un neoliberalismo salvaje que ha cargado
el peso de la crisis sobre los jóvenes, los parados, las mujeres, los
emigrantes, los dependientes, los inmigrantes y los pensionistas. No a
la derecha neofranquista que ha provocado un enfrentamiento inaudito con
Cataluña y se niega a hacer justicia a los más de 100.000 compatriotas
asesinados y enterrados en fosas comunes. No a la indignidad y la
vergüenza internacionales.
Desde el punto de vista de la finezza
parlamentaria, abstenerse aquí o allí, prestar dos diputados o darlos
transitoriamente de baja con una enfermedad ficticia, es persistir en
este remedo de normalidad democrática, como si el país no viviera una
crisis política y moral, además de la social y económica de las que todo
el mundo habla. No es asunto de táctica parlamentaria. Es de
principios. No es posible seguir si no hay una labor de regeneración
democrática creible e inmediata: se debe poner fin a la corrupción;
ningún procesado, imputado, pendiente o sospechoso de serlo, puede
ocupar cargo alguno, empezando por el presidente del gobierno; un
partido imputado por los jueces de lo penal no puede gobernar; tiene que
imperar la trasparencia. Y nada de esto será creíble si el parlamento
encarga esta labor regeneracionista a un gobierno que ha sido y sigue
siendo causa y amparo de aquella corrupción.
El
PP ha ganado las elecciones por mayoria relativa. Sostiene que le
corresponde formar gobierno. Nada se lo impide. Que lo intente como
quiera y que cada palo aguante su vela. No me consta cuál sea la actitud
de C's. Creo que no le consta a nadie; ni siquiera a sus miembros.
Tampoco estoy seguro del ánimo del PNV. Parecen proclives a intercambiar
el "si" a Rajoy por el acercamiento de los presos. El voto de Coalición
Canaria (CC) actúa, me parece, como indican sus siglas en internet, Creative Commons,
o sea, votará por igual al PP o al PSOE. Si todas las alianzas le
salen, el PP tendrá 175 escaños y gobernará en una precaria situación,
amenazado de inoperancia. Cierto que esto parece dársele muy bien al
presidente de los sobresueldos, pero no sé si los poderes fácticos van a
tolerárselo.
Si
le fallan aliados, Rajoy puede ofrecerse también, por supuesto. Pero se
abre una posibilidad de formación de un gobierno alternativo encabezado
por el PSOE. Esta posibilidad -que Palinuro ya propugaba el 20 de
diciembre y sigue propugnando hoy en condiciones más difíciles- es muy
compleja pues requiere conciliar posiciones escasamente coincidentes
(C's, Podemos, independentistas catalanes, nacionalistas vascos y
Creative Commons). Merecería la pena, sin embargo, indagarla, de no ser
porque tengo la sospecha de que Podemos -igual que el 20 de diciembre-
excluye de antemano todo gobierno con el PSOE.
Dijeran
lo que dijeran en la campaña, Unidos Podemos salieron a ganar al PSOE,
no al PP. No lo consiguieron, pero sí que no pueda formar gobierno.
Ahora la cosa es esperar en la oposición, mientras gobierna el PP y, en
las próximas elecciones, el PSOE muerde el polvo o su cadáver pasa por
delante de la puerta morada. Eso es exactamente el discurso de Iglesias
en este momento: hemos triunfado; pero no lo suficiente; hay que esperar
cuatro años. Ya no dicen, como en la campaña, que el PSOE tendría que
elegir entre hacer presidente a Rajoy o al sosias de su fundador que,
para mayor guasa, decía ser socialdemócrata. Ahora dicen que ellos no
están para nada, no vaya a ser que a Sánchez se le ocurra elegirlos.
¡Menudo compromiso!
No
merece, pues, la pena devanarse los cascos pero sí cabe hacer una
propuesta bienintencionada. Es verdad que buscar acuerdo entre aquellas
fuerzas políticas tan enfrentadas en campos tan diversos es muy difícil.
Por eso, la razón ordena ir por una vía fácil: ¿y si hubiera un mínimo
común denominador? ¿Y si cupiera poner a todas de acuerdo en un punto
común?
Porque
ese punto comun existe. Es echar a Rajoy y al PP del gobierno. Es la
tarea prioritaria. Poner fin a este bochorno, esta indignidad, este
desgobierno corrupto de un partido que tiene que dar de baja ejecutivas
enteras aprovechando que la policía las reúne en un furgón de detenidos.
Es el requisito para que cualquier medida posterior pretenda
legitimarse. Sería un gobierno presidido por el PSOE con un acuerdo
entre caballeros de que, habiéndose aclarado la situación, depurado las
responsabilidades políticas y penales de este gatuperio, se sometiera a
una cuestión de confianza y, caso de perderla, convocara elecciones
anticipadas.
Pero
eso son especulaciones, lo reconozco. Queda la mencionada vía de que
cada palo aguante su vela. La vela del PSOE es el "no" por cuestiones de
principios y no (aunque también) de elegancia parlamentaria. Al PSOE le
ha costado mucho prestigio y apoyo electoral la acusación de haberse
convertido en un partido dinástico, directamete implicado en las
francachelas de la segunda Restauración, un régimen corrupto. El apoyo a
la monarquía, a la Iglesia, a los poderes fácticos, el neoliberalismo,
el centralismo más ciego lo han hecho derivar hacia un partido antiguo régimen
por utilizar una expresión gráfica aunque no muy correcta. Es el
momento de clarificar muchas cosas. Civilizadamente y sin presuponer que
solo cabe aceptar con humildad las imposiciones de la derecha
neofranquista, apoyadas por un tercio de los votantes y la cuarta parte
de la población, si llega. Hacer ojos ciegos a esto es de una
irresponsabilidad difícil de imaginar.
Cualquier
gobierno del PP, partido empeñado en obstruir la justicia en cuantos
asuntos penales está directa o indirectamente implicado, equivaldrá a
sancionar la perpetuación de la injusticia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED