Atardecer en el Mar Menor desde La Mota, esta misma tarde
MADRID.- Animales moribundos, olor a muerte y putrefacción. Podría ser la
descripción de una catástrofe posnuclear, y desde luego no es el mejor
eslogan para atraer turistas, pero eso es lo que pasó en uno de los enclaves costeros más singulares de España, el Mar Menor, cuyas playas se llenaron en octubre de miles de anguilas, crustáceos y cangrejos moribundos, recuerda hoy www.elconfidencial.com
¿Por qué murieron los peces? Preguntamos a Pedro Luengo, responsable de Ecologistas en Acción en Murcia, que lo resume en tres palabras: exceso de nutrientes.
1) "En 2016 empezó a ser evidente para todos que algo estaba pasando en el Mar Menor: ya no era una laguna cristalina sino una sopa verde.
Cuando entran demasiados nutrientes en un ecosistema acuático, se
produce un crecimiento masivo de microalgas. El pasado verano se repitió
la sopa verde por el aumento de los microorganismos. Luego llegaron las
lluvias torrenciales [provocadas por la DANA/gota fría] y laguna se
llenó de agua... cargada de más nutrientes".
2) "Entonces se
formaron dos capas en el Mar Menor. La profunda: en proceso de
descomposición y con síntomas de anoxia [falta de oxígeno]. La
superficial: con menos salinidad (por haberse mezclado con el agua de
lluvia). Antes de que salieran los peces muertos, algunos investigadores
detectaron que los fondos estaban arrasados: la capa en descomposición
estaba consumiendo el oxígeno y produciendo toxinas de compuestos
orgánicos, es decir, generando un doble efecto mortal. Los peces huyeron hacia la capa más alta —se detectaron especies no habituales en esa zona como crustáceos— porque por debajo había poco oxígeno y muchas sustancias tóxicas.
Al cambiar el tiempo, la capa de arriba se movió hacia un lado de la
laguna, y la de abajo hacia la esquina norte, dejando a los peces
atrapados en una esquinita y sin poder escapar. Murieron. Quizá hubieran
podido aguantar un proceso de anoxia corta, pero la combinación de
toxinas intoxicadoras y falta de oxígeno en el agua acabó con ellos.
Esta es la hipótesis científica".
¿De dónde venían la mayoría de esos nutrientes? Del vecino Campo de Cartagena,
enclave enorme (557 kilómetros cuadrados) de agricultura intensiva, de
varias cosechas al año y de fertilizantes que acaban llegando a la mayor
laguna salada de España.
Miles de peces muertos en las playas del Mar Menor. La conmoción ciudadana en Murcia fue tremenda: el 31 de octubre se produjo una de las mayores manifestaciones de la historia de Cartagena
en defensa de la laguna. Nadie quiere que el Mar Menor pase a llamarse
el Mar Muerto. Sin embargo, según Luengo, ni lo ocurrido ha sido
fortuito, ni las autoridades pueden fingir sorpresa: el primer informe
científico que alertó de lo que podría acabar pasando si no se tomaban
medidas es de hace... 20 años.
Alerta científica
‘Estimación de la entrada de nutrientes de origen agrícola en el Mar Menor mediante un modelo dinámico’
es el nombre de un informe de la Universidad de Murcia publicado en el
año 2000, aunque su origen se remonta a un congreso científico celebrado
en Zaragoza en 1998.
“En España las zonas litorales mediterráneas
se caracterizan por albergar buena parte del regadío más intensificado y
las principales actividades turísticas del país, de modo que en ellas
existe un elevado potencial para la génesis de relaciones
conflictivas... Una de estas zonas, el Campo de Cartagena y el entorno
del Mar Menor, presenta ya los primeros signos de dichas relaciones
conflictivas”, se lee en la introducción del informe, firmado por Julia Martínez Fernández y Miguel Ángel Esteve Selma, del departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia.
“El aumento de la superficie de regadío [del Campo de Cartagena]
genera un notable aumento de la entrada de nitrógeno y fósforo de origen
agrícola al Mar Menor hasta situarse en unos valores medios anuales en
torno a las dos mil toneladas anuales en el caso del nitrógeno y 60
toneladas anuales en el caso del fósforo, cifras muy importantes si se
considera el volumen de la laguna, su grado de confinamiento y el origen
oligotrófico de sus aguas… El sustancial incremento de la aportación de nutrientes al Mar Menor
a través de las ramblas, del drenaje subsuperficial y muy recientemente
del vertido de salmueras, ha empezado a alterar el carácter
oligotrófico que siempre han presentado sus aguas a través de una
eutrofización si bien muy inicial pero progresiva”, resumía el informe.
Volvemos
a los peces muertos de octubre pasado. Se ha tendido a explicar la
catástrofe poniendo el foco en la gota fría. Es un error, según Luengo.
No era la primera vez que había lluvias torrenciales, pero nunca antes
se habían llenado las playas de peces moribundos: "En 1987 hubo otra
riada con entrada similar de agua —50 hectómetros entonces; 60
hectómetros ahora—. Pero en 1987 no murieron todos esos peces. ¿Por qué?
Entonces no estaba tan degrada la laguna. De hecho, la otra vez llovió más, solo que no llegó tanta agua al Mar Menor, porque aún no se había transformado el territorio y había menos corrimientos de agua", aclara Luengo.
Pero no bastaría con remontarse a 1987. A finales de los sesenta, con
el desarrollo urbano/turístico de toda la costa mediterránea, el
entorno del Mar Menor se llenó de hoteles, urbanizaciones y puertos, que
generaron efectos urbanos perversos sobre la otrora cristalina laguna:
"Entonces no había los sistemas de depuración de hoy.
Hasta los
setenta/ochenta hubo problemas de alcantarillado, es decir, vertidos
directos, que ya han sido controlados (salvo excepciones o casos de
lluvias torrenciales). Los vertidos urbanos son ahora menores, pero aun
así generan entre un 10 y un 15% de los nutrientes y contaminantes que entran el Mar Menor", aclara Luengo.
¿Por
qué urbanizar en primera línea de playa no fue buena idea para el Mar
Menor? Luengo habla de un "doble efecto" perverso. "Se eliminaron los
humedales de la primera línea del Mar Menor, que filtraban y frenaban la
entrada de nutrientes. Y se impermeabilizaron los suelos, lo que aumentó las escorrentías.
La lluvia que caía en el pueblo, llegaba ahora con mayor facilidad al
Mar Menor. El suelo urbano no tiene freno alguno para el agua cargada de
nutrientes y sedimentos".
Fenómeno que se repitió —a mayor
escala— con la agricultura extensiva desde finales de los setenta. "El
Campo de Cartagena es una zona muy amplia cuyas aguas vierten al Mar
Menor. El Trasvase Tajo-Segura impulsó la transformación de la
agricultura de la zona: de secano (o sin cultivar) a regadío. Con
métodos cada vez más industrializados y de mayor impacto. Se modificó la
estructura del paisaje, lo que favoreció la escorrentía/que corriera el
agua. La superficie estaba antes dividida en muchas parcelas, rodeadas
de lindes de vegetación natural que frenaban el agua y los nutrientes.
Cuando llueve ahora, el agua no se estanca o penetra en el suelo, sino
que corre más… hacia el Mar Menor. Es un círculo vicioso: ahora viajan más nutrientes y con más facilidad.
La superficie que no retiene agua es cada vez mayor. Al agricultor de
secano le interesaba que el agua se quedara por allí. La agricultura de
secano generaba muchos menos nutrientes que la intensiva, con su
intensificación de las cosechas (varias al año) y de los beneficios",
aclara Luengo.
Mirar hacia otro lado
“A nivel ecológico, los procesos de
eutrofización del Mar Menor resultan especialmente graves porque tanto
la laguna del Mar Menor como su ribera y los humedales asociados
conforman un ecosistema de excepcional valor ecológico y de
características únicas en el contexto del Mediterráneo… Son necesarias
medidas de carácter preventivo como la adopción de un código de buenas
prácticas agrarias en el Campo de Cartagena... la regulación de los usos
turísticos, residenciales y agrícolas en el Mar Menor y su entorno, la
exclusión de nuevos incrementos de la superficie de regadío...
En
definitiva, el Mar Menor constituye un sistema complejo en el que
diversos sectores socioeconómicos intensivos conviven y son sostenidos por un medio natural que sigue conservando un alto valor ecológico, si bien amenazado”, zanjaba el informe de la Universidad de Murcia en 2000.
Pero las recomendaciones de los científicos cayeron en saco roto. ¿Por qué? ¿Cuál es la explicación política? Responde Luengo.
PREGUNTA. ¿Cómo recibieron las autoridades las primeras alertas?
RESPUESTA. A finales de los ochenta se empezó a hablar de que la
transformación urbanística y agraria tendría consecuencias sobre el
ecosistema. Comenzamos a poner denuncias en 1997. Luego llegaron los
informes científicos sobre el efecto de los nutrientes agrícolas sobre
la laguna, pero desde entonces no ha parado de crecer la
industrialización de la agricultura. ¿Por qué?
Las autoridades
regionales siempre han estado muy vinculadas al crecimiento del sector
agrícola. Han sido conniventes. No han vigilado que se cumpliera la
legislación. Hay legislación local, estatal y europea. También ha habido
falta de vigilancia por parte del Ministerio de Medio Ambiente y la
Confederación Hidrográfica, a la que hemos denunciando muchas hectáreas
de regadíos ilegales... que han acabado regularizándose.
Un
detalle político significativo: la Consejería de Agricultura, Agua y
Medio Ambiente es una de las más repetidas en las legislaturas de
gobiernos autonómicos del PP desde 1995. Agricultura, agua y medio
ambiente, todo junto... para que Medio Ambiente no entorpeciera las dos
primeras patas, el agua y la agricultura, dado el vínculo entre el
Gobierno regional y el sector agrícola.
En las primeras legislaturas
hubo mucho empeño en el discurso del Agua para Todos,
los trasvases y el necesitamos agua para la agricultura murciana. La
agricultura de regadío intensivo es muy rentable porque tenemos un clima
muy bueno... lo que no tenemos es agua. Si tuviéramos agua, ejem, igual
tendríamos otro tipo de clima. El Gobierno regional ha hecho la vista
gorda y no ha ejercido sus competencias de control sobre la
transformación del territorio.
P. ¿Qué impacto ha tenido la manifestación? ¿Cuál es la posición oficial ahora de las autoridades locales?
R. Hay un poco de todo. El efecto sopa verde sobre el Mar Menor, en
2016, tuvo un gran impacto visual sobre la opinión pública, que hasta
entonces no había desafiado el discurso oficial de no tocar el sector
agrícola por su importancia económica. Pero el Gobierno regional siguió
enrocado en defender la agricultura extensiva del Campo de Cartagena.
Ahora mismo siguen en esa posición, pero intentando hacer ver que
quieren hacer cosas. Pero sus soluciones van dirigidas a que el sector
agroindustrial salve la papeleta, no a afrontar el problema
medioambiental.
P. ¿Qué soluciones son esas?
R.
Es una posición perversa que va contra el interés general. Grandes
infraestructuras que pagamos todos, y al final el que contamina se
beneficia doblemente.
P. Siga...
R. Las autoridades no hablan de reducir superficie de agricultura
intensiva, mucho menos de transformar el modelo, medidas que tendrían
que ser sostenidas por el sector agroindustrial, sino de hacer obras
públicas —presas, pozos y tuberías— para desviar el agua con nutrientes.
Hablamos de mucho presupuesto, pero también de mucha incertidumbre
sobre su impacto real sobre la mejora del Mar Menor.
Reconducir los
flujos de agua con nutrientes hacia depuradoras, que ya veremos si
lograrían depurar o no, para verterlos sobre... el Mediterráneo. Más que
solucionar el problema, lo extenderíamos. Estas medidas gustan mucho al
sector agroindustrial: primero, porque las pagamos nosotros y no ellos;
segundo, porque no tendrían que cambiar nada de su modelo de negocio.
Si metiendo un tubo ya está todo solucionado, ¿para qué voy a cambiar mi
forma de cultivar?
Buena parte de los nutrientes seguirán
llegando en masa al Mar Menor. No serán frenados por esas grandes obras
públicas. No se trabaja en la reducción de los nutrientes: ni reducen la
superficie cultivada, ni aumentan los frenos naturales a la
escorrentía, ni obligan al sector a asumir formas de producción
sostenibles, con menos cosechas y menos nutrientes.
P. ¿Qué hay que hacer para que el Mar Menor no acabe convertido en un mar muerto?
R.
Reducir al máximo la entrada de nutrientes de origen agrícola. Es el
mayor problema ahora mismo, no el único, aunque otros son más fáciles de
revertir a corto plazo, como los vertidos de origen urbano. Habría que
empezar por eliminar las superficies de regadío ilegal, recuperar el
sistema natural de humedales perimetrales a la laguna, eliminar el
regadío y las viviendas de los cauces públicos.
Y más a medio y
largo plazo: transformar el sector agrícola, empezando por el que limita
directamente con la laguna. Y dentro de la propia laguna: eliminar
puertos deportivos, fondeo masivo, embarcaciones a motor. Limitar
intervenciones de regeneración de playas y dragados. Recuperar espacios
urbanizables, pero que aún no han sido urbanizados. No cabe mucho más
urbanismo alrededor del Mar Menor. Que se cumpla la moratoria
urbanística de 2018. La laguna está moribunda, y aún hay planes para
urbanizar en primera línea.