MOSCÚ.- "Póngase la mascarilla, por favor. ¡Póngase la mascarilla...!", grita
hasta tres veces un vigilante en una céntrica estación del metro de
Moscú. Pero ni caso; el pasajero pasa sin ni siquiera girar la cabeza en
una escena típica de toda la pandemia en Rusia, donde buena parte de la
población no usa mascarilla en los lugares públicos o no se la pone
como se debe. Las autoridades han aplicado una política de mano más que
ancha y, siempre que la situación lo permitía y en pro de la economía,
han evitado aplicar fuertes medidas restrictivas para contener la
pandemia de coronavirus, según crónica de La Vanguardia.Pero la situación actual no lo permite. Nunca antes se habían registrado
tantos contagios diarios como este mes de octubre, los fallecidos se
cuentan por un millar cada día y los hospitales empiezan a estar
saturados. A pesar de haber sido el primer país del mundo en registrar
una vacuna, Rusia tiene dificultades para contener la covid porque la
mayoría de la población no quiere vacunarse.
El primer ministro, Mijaíl Mishustin, y la viceprimera ministra Tatiana
Gólikova, responsable del dispositivo anticovid, escuchaban este martes
compungidos las peligrosas cifras de la pandemia en el país. El ministro
de Sanidad, Mijaíl Murashko, señaló que 1,22 millones de personas se
encuentran bajo supervisión médica, 255.000 de ellos hospitalizados. Eso
significa que los hospitales están casi al máximo, ya que Rusia cuenta
con 274.000 camas para enfermos de coronavirus.
Las
medidas adoptadas en varias regiones han sido insuficientes, dijo Anna
Popova, jefa de la agencia de Salud Pública Rospotrebnadzor. Este mes de
octubre la infección ha comenzado a avanzar a grandes zancadas. La
semana pasada hubo un 15,5 % más de casos que una semana antes, señaló
Popova.
Desde
el pasado fin de semana, cada día se suman más de 30.000 nuevos casos
al cómputo global. Igualmente, cada día se ha marcado un nuevo récord en
cuanto a fallecidos, y el pasado fin de semana se alcanzó por primera
vez la tasa de los mil muertos diarios. Este miércoles 20 de octubre se
registraron 1.028.
Rusia
es el quinto país del mundo en número de contagios, con más de ocho
millones, por detrás de Estados Unidos, India, Brasil y Reino Unido. Más
de 226.000 personas han muerto de covid en Rusia, según datos
oficiales, la cifra más alta de Europa.
Moscú,
que es la región más poblada, sigue siendo la más afectada, con algunos
días por encima de los 6.000 infectados y más de 70 fallecidos.
También está sufriendo San Petersburgo, la segunda ciudad del país. En
las últimas 24 horas registraron 3.274 nuevos casos y 62 muertes. La
semana pasada el Gobierno ruso suspendió el IX Foro Cultural
Internacional, que se iba a celebrar en la ciudad en noviembre, "para
evitar el riesgo de propagar la infección", precisó la ministra de
Cultura, Olga Liubímova.
Los
principales motivos por los que Rusia está sufriendo su cuarta ola de
covid son los mismos que en la tercera: la resistencia de una mayoría de
población a vacunarse y una mayor incidencia de la variante delta. Los
ciudadanos rusos no confían en las cuatro vacunas desarrolladas por los
laboratorios locales, ni en su estrella, la Spútnik V, el primer
inyectable anticovid registrado en el mundo, en agosto de 2020. Hasta
este 18 de octubre sólo el 32 % de los rusos estaban completamente
vacunados, dijo el lunes la comisión del control de la pandemia.
El
portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, reconoció parte de
responsabilidad del Estado en la campaña de vacunación. "Obviamente, se
debía haber hecho más para explicar la falta de alternativa a la
vacunación", observó. Pero señaló que la población también tiene que
poner de su parte. "Se requiere un posición más responsable de todos los
ciudadanos del país", apuntó. "Cada uno de nosotros debe mostrar
responsabilidad cívica hacia quienes nos rodean, responsabilidad por sus
vidas y vacunarse", incidió.
Para animar a la vacunación, las autoridades han abierto incluso centros
de vacunación en centros comerciales y otras instalaciones, además de
los centros de salud. También han intentado animar al pinchazo
organizando loterías y dando otros incentivos. Pero sólo las amenazas
han dado cierto resultado.
Los
vigilantes del metro no son policías. Cuando este mes llaman la
atención a los pasajeros que no llevan mascarilla, la mayoría pasa de
largo como si oyera llover. Aunque en teoría se arriesgan a una multa
(5.000 rublos, 60 euros), confían en la experiencia, que dice que las
autoridades no están por la labor de castigar a la población y que
únicamente se han puesto serios cuando la situación ha sido
insostenible.
El
Kremlin, además, descarta aplicar un confinamiento como el de la
primavera de 2020, que supuso un duro golpe a la economía del país.
La
alternativa ha sido aplicar restricciones y blandir amenazas de
sanciones. A finales de septiembre, cuando los casos comenzaron a
aumentar, el jefe del departamento de Comercio y Servicios de Moscú,
Alexéi Nemeriuk, anunció que se iban a aumentar los controles sobre el
uso de mascarilla y distancia de seguridad en restauración y tiendas,
así como a los centros comerciales.
Los
centros comerciales cuyos clientes vayan sin tapabocas pueden ser
sancionados con un millón de rublos (12.100 euros) y cierre de tres
meses. Para evitar pérdidas millonarias han optado por repartir
mascarillas gratis a todos sus clientes, señalizar y separar los accesos
y salidas para evitar aglomeraciones y colocar cámaras para disuadir a
los más reacios.
Sin
resultado hasta ahora. Como en la anterior ola, en junio, sólo las
medidas extremas y las amenazas de sanciones lograrán un cambio de
actitud. Los moscovitas comenzaron a vacunarse como nunca antes cuando
las autoridades exigieron a las empresas tener al 30 % de sus empleados
inmunizados, y aquellas amenazaron con despedir a quienes no lo
hicieran.
También se introdujo el pase covid, sin el cual era imposible
acceder a restaurantes y gimnasios. Por arte de magia, los centros de
vacunación, vacíos por regla general, se llenaron de
voluntarios-obligados dispuestos, ahora sí, a someterse al pinchazo.
Ahora
vuelven a aplicarse medidas similares. Gólikova propuso el martes pedir
al presidente de Rusia, Vladímir Putin, que declare una semana de
vacaciones para todo el país entre el 30 de octubre y el 7 de noviembre.
Aprovechando que hay un puente largo esa semana por el Día de la Unidad
Popular, el 4 de noviembre, esta medida va en la línea de la política
rusa contra la covid de dañar lo menos posible la economía.
El
alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, ha ordenado a las empresas que
pongan al 30 % de sus plantillas a trabajar desde casa durante los
próximos cuatro meses. Los mayores de 60 años no vacunados y enfermos
crónicos quedarán confinados en sus domicilios desde el 25 de octubre, y
sólo podrán salir a hacer ejercicio. Las empresas de servicios tendrán
que aplicar obligatoriamente la primera dosis de la vacuna al 80 % de su
plantilla antes del 1 de diciembre.
"Soy
consciente de lo tedioso e incómodo que son las actuales restricciones,
pero simplemente no hay otra manera de protegerles de una enfermedad
grave", explica el alcalde en su página web. Y pide: "Por favor,
vacúnense. Es así como ustedes protegerán su salud y podrán mantener su
habitual estilo de vida".
Las
nuevas medidas anticovid de la capital se toman después de que las
mayoría de las 85 regiones rusas hayan aplicado en las últimas semanas
la vacunación obligatoria para quienes trabajen de cara al público y un
pase covid con código QR para acceder a eventos públicos.
Además
de Moscú, donde se concentra más del 20 % de los casos, también está
sufriendo el repunte de la pandemia San Petersburgo. La capital del
norte aplicará pase covid para eventos culturales de más de 40 personas
desde el 1 de noviembre, y desde el día 15 esta medida se aplicará
también a piscinas, gimnasios, teatros, cines, museos y circos. Las
tiendas y restaurantes se añadirán a partir del 1 de diciembre.
Las
autoridades rusas han decidido también aplicar la amenaza de las multas
por no cumplir con las normas de prevención. Y han prometido sancionar a
quienes no lleven puesta la mascarilla en el transporte público.
"La
mascarilla protege cuando se lleva bien puesta: tapando completamente
nariz y boca. Hoy en el metro casi todos los pasajeros llevan
mascarilla. Pero podemos observar que, tras pasar los torniquetes, en el
vagón hay quienes se la bajan a la barbilla o se la quitan", dijo
Vladislav Sultánov, responsable de la organización y control del tráfico
de pasajeros en Moscú.