Como parece que en el PP no están acostumbrados a
manejarse con la Lengua Española -recuerden que eligieron como símbolo
un charrán (pillo o tunante)- me voy a poner estupendo y les voy a
aclarar otro término que se les escapa: dimitir.
Según el Diccionario,
el vocablo significa renunciar. Que es lo que no ha hecho el ex
presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, acusado de cinco delitos,
que se ha ido pero solo un poquito, ya que si bien abandona el cargo de
presidente, conserva los de diputado en el Parlamento regional y de Jefe
Provincial del Movimiento Popular.
Vamos, que se queda agazapado a la
espera de que el juez natural que le toca acabe de tomarse unas cañas
con los prebostes de su partido y tenga un rato para exculparle. Y
volver así en olor de multitudes (algo huele a podrido en Puerto
Lumbreras) a cumplir su guardia sobre los luceros y salvar así a Murcia
del infame tripartito de rojos y naranjitos.
Porque a
su modesto entender, solo él puede llevar a Murcia -y por ende a
España- a cumplir su destino cuando vuelvan las banderas victoriosas. Lo
que no sé es por qué teniendo tan alta consideración de sus propias
prendas ha necesitado este hombre pensar en contratar con dinero de
todos los murcianos una campaña para mejorar su reputación.
Y aunque la soberbia de este presunto es para hacérsela
mirar, aún es peor la actitud del PP, protegiéndole hasta la náusea y
facilitando que vuelva a ocupar el puesto del que fiscales y policías le
han sacado a puntapiés. Defensa que tampoco ha resultado un elogio, ya
que varios líderes nacionales, entre los que se encuentran cabezas tan
bien dotadas como las de Rafael Hernando y doña Finiquito de Cospedal,
han asegurado que una cosa es meter la mano y otra meter la pata. Dicho
en román paladino, que ser torpe no es demérito para ser presidente
autonómico.
Es verdad
que en España nunca se ha conjugado bien el verbo dimitir, aunque días
pasados hemos tenido un raro ejemplo en la joven líder de las Juventudes
Socialistas de Cantabria, Estela Goikoetxea, que ha renunciado (del
todo) a su cargo de directora del Observatorio de Salud Pública de la
comunidad tras descubrirse que falseó su currículo. Una dimisión que no
la honra, como dicen sus compañeros, pero al menos corrige a la baja su
vanidad y su estulticia.
Todo lo contrario que la
alcaldesa de Santander, la popular Gema Igual, a la que le ha dado igual
que la hayan pillado también en un renuncio con su titulación
académica. Impasible el ademán, ha decidido que pelillos a la mar que
tampoco es para tanto una mentirijilla, que ha sido la única, palabrita
del Niño Jesús.
Quien entiende mucho sobre currículos
y confusiones es nuestro diplomado en Protocolo y líder del PP andaluz,
Moreno Bonilla, que también tuvo que aclarar en su día el alcance de
sus estudios, que otra cosa no, pero en el PP de Sevilla ya saben dónde
va la paleta del pescado.
Aclarado lo del currículo,
todavía anda Bonilla un tanto confuso con el concepto de corrupción, que
cree que es algo inherente a los rojos y otras gentes de mal vivir.
Así, en Almería (muy cerquita de Murcia) está dejando hacer a Gabriel
Amat, presidente de la Diputación y Jefe Provincial de Movimiento
Popular, que quiere presentarse de nuevo a este cargo a pesar de que una
jauría de fiscales le está pisando los talones a cuenta de la maraña de
empresas de familiares suyos (¡53!) que resultaron agraciadas en el
‘sorteo’ de licencias y concesiones cuando era alcalde que Roquetas de
Mar. ¡Coño!, si hasta se adjudicó una a sí mismo, que todos somos
criaturitas de Dios.
Por cierto, en el acto en el que Amat se
autoproclamó salvador de Almería estaban el ministro Iñigo de la Serna,
el ex alcalde que Santander que recomendó a Gema Igual para el cargo, y
Rafael Hernando, uno de los que opina que es mejor que Murcia esté
liderada por un necio. Como ven, se cierra el círculo. Vicioso.
Por todo ello aconsejo a los líderes del PP que cojan el diccionario y
consulten unas cuantas palabras a ver si consiguen aclararse. Podrían
empezar por dimisión, charrán, abyecto, nepotismo, sinvergonzonería,
comisión, caradura, descojono y náusea. Y también higa.
Como sé que para una primera vez es mucha tarea les daré una norma
sencilla que a mí me ha ayudado a mejorar mucho, y se me nota. Dice así:
todas las palabras acabadas en ito y en ato, como caracol y marinero,
llevan hache intercalada. Es confuso, lo sé, pero tampoco les hará más
daño del que ya tienen.
(*) Periodista