De la corrupción, de la peste de la corrupción, está indignado, harto,
escandalizado todo el mundo. Hasta los corruptos. Y, desde luego, sus
responsables políticos. Vaya exhibición de gestos contritos, miradas
implorantes, muecas de dolor y profunda decepción de diversas líderes y
lideresas en los últimos días. Todos cantando la palinodia. ¡Cuánta
amarga reflexión! Cuánto "no eran dignos", "esas cosas", "pedimos
perdón", "disculpas", "no se repetirán", "quién iba a decirlo", "estamos
abochornados". Pero ni uno dimite. No dimite Rajoy, ni Aguirre, ni
Cospedal, esa señora que no ha mucho se daba por automáticamente
dimisionaria si se demostraba que un baranda del PP tenía cuentas en
Suiza.
Y
no se trata de un hecho repentino, inesperado, sorprendente. Es la
última manifestación, por ahora, de un proceso de podredumbre, de
encanallamiento, que arranca de muy atrás, tan atrás que muchos de los
delitos ya han prescrito. Un proceso con hitos como Matas, Camps, Fabra,
Gürtel, Urdangarin, EREs, Bárcenas, caja B y hasta parece que C,
sobresueldos, comisiones, Pujoles, blackcards, Blesa, Rato, Acebes. Un
proceso en el que están directa o indirectamente implicados todos los
dirigentes del PP, especialmente su presidente. Parece obvio, ¿no?
Pero
como el caso es tan colorido, pintoresco, celtibérico y animado, la
atención pública se concentra en los aspectos más espectáculares,
incluso circenses: los choriceos de los consejeros, sus onerosos
secretillos; las declaraciones de los villanos no hace tres lunas,
mostrando horror ante el fraude; Cospedal afirmando anteayer que el PP
lucha sin descanso contra la corrupcion, de la que es causa y efecto y
en la que ella chapotea con mantilla y peineta. Todo ello alimenta la
afición de los españoles por tomarse las cosas a pitorreo. Residencian
la granujería entre algunos políticos y empresarios y tienden a perder
de vista la esencial.
La corrupción lo ha invadido y lo ha machacado todo. Y es bueno sacar consecuencias. Comiéncese con los medios. El PP compró Libertad digital.
Literalmente. Al margen de si después alguien pilló o no pasta
adicional, cosa nada de extrañar entre mangantes, el medio fue el más
feroz abanderado de la teoría de la conspiración del 11M que formuló el
ministerio del Interior del PP con la muy razonable pretensión de
engañar al mundo entero. Es decir, cabe defender causas, ideas políticas
por dinero; a tanto la mentira. Y hay gente que da crédito a esa
basura. En RTVE nombran director de informativos a un hombre que procede
de La Razón, un pasquín progubernamental cuya viabilidad económica es similar a la de Libertad Digital. El sistema mediático español está corrompido. Mantiene algo de integridad y salud en el ámbito digital.
Continúese
con las instituciones más elevadas del Estado. El Parlamento, por
ejemplo, al servicio del gobierno. En él se habla de lo que el gobierno
quiere, como quiere y cuando quiere; que no quiere casi nunca. Y no
solamente se resigna la cámara a no controlar nada sino que no hace ni
amago de conseguirlo. En mitad de un desgobierno absoluto, con cincuenta
responsables políticos en los calabozos, pueblos sin alcaldes ni
funcionarios, con media cúpula del PP entrando y saliendo de los
juzgados, el PP, o sea, el gobierno, impide la comparecencia del
presidente a dar cuentas. Y la oposición en pleno sigue
disciplinadamente sentada, legitimando la perversión de la democracia en
una autocracia. No digo que ejerza el derecho al pataleo pues la cámara
es lugar de respeto, pero ¿por qué no se presenta ya de una vez una
moción de censura? ¿Hay que creer que la corrupción afecta también al
Congreso y convierte a los diputados en cómplices al modo en que la
cúpula de Caja Madrid tenía atrapados a todos los consejeros, respiraran
como respiraran?
Y
el gobierno mismo. Pásense por alto los últimos dislates ministeriales,
protagonizados por los ministros Mato y Gallardón, que podrían
considerarse episodios de ópera bufa de no ser porque provocan verdadero
sufrimiento en inocentes. Váyase al ministerio de Hacienda. Según
parece, ese fenómeno de la picaresca madrileña postmoderna, Granados,
especie de Dr. Magoo con gomina, se acogió a la amnistía fiscal de Montoro.
Estaba, pues, en la lista de amnistiados cuya publicación ha pedido
repetidas veces la prensa, habiéndose negado siempre a ella el ministro
con no muy claras razones. He aquí una de ellas: ¿no estaba obligado
Montoro a comunicar al juez ese dinero que Granados quería blanquear? ¿O
aquí se amnistiaban fortunas que venían en talegos, sin indicación de
su procedencia? Sin embargo, ha sido preciso un chivatazo de la fiscalía
suiza para que, años después, se ponga en marcha la justicia española.
Entre tanto, el ministro Montoro, callado, alimentando la sospecha de
que, en España, la legislación vigente se aplica solo a los catalanes y a
los pobres. Y el presidente también callado o "ya tal".
Como
callado está cacique delincuente Fabra, que sigue en la calle, tres o
cuatro meses después de que se ordenara su ingreso en prisión, en espera
de un indulto que depende de un gobierno cuyo presidente lo
consideraba, un ciudadano y político ejemplar, sin duda con muy
sana base de juicio y dando buena idea de su escala de valores. Una
situación que no ayuda en nada a refutar las opiniones según las cuales
también el poder judicial está corrompido. Bien claro debe decirse, sin
embargo, que en ese poder judicial se encuentran jueces que, en
condiciones sumamente adversas, con periodistas dispuestos a
vilipendiarlos a cambio de dinero, honran su profesión y son acreedores
al reconocimiento de los ciudadanos.
Y
el sistema financiero. Bankia como ejemplo del alcance de la
podredumbre. Las cifras astronómicas, las cantidades malversadas,
indebidamente apropiadas, saqueadas y el espectáculo de esos pillastres
fundiéndose la pasta ajena en vicios casi obscurecen la gran estafa de
las preferentes, merced a la cual, esta banda de delincuentes despojó de
sus ahorros de toda la vida a miles de personas, pequeños ahorradores,
ancianos. Ahora parece que los abogados del 15MpaRato tienen listo un
medio por el que los estafados pueden demandar a la entidad y recuperar la aportación inicial con un cuatro por ciento de interés.
Genial. Ojalá lo consigan. El modo de resolver la crisis de Bankia no
es hacérsela pagar a la gente, sino recuperar los miles de millones que
se llevó una banda de mangantes en connivencia con los políticos del
partido popular.
Esto
no se regenera con un par de nuevas leyes aprobadas al galope por la
mayoría absoluta del gobierno, con la oposición de los demás partidos e
impulsadas por un presidente y una vicepresidenta acusadas ambos de
haberse embolsado sobresueldos de la caja B.
Hay que dimitir y convocar elecciones.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED