A Pedro Sánchez y Albert Rivera les hubiera encantado presentarse
juntos a estas elecciones como lo han hecho los de Podemos e IU, que les
han tomado la delantera y amenazan con convertirse en segunda fuerza
política nacional. Pero esa coalición ‘in péctore’ de PSOE y C’s, que
firmó el pasado 24 de febrero un pacto de gobierno e investidura que no
les sirvió para nada, no habría sido seguida por los votantes de uno y
otro partido porque se habrían dividido entre Podemos y PP.
De haberse formalizado una coalición entre PSOE y C’s ambos podrían
(sobre los datos de los resultados del 20-D) haber sumado nueve millones
de votos frente a los siete millones doscientos mil del PP, y muy por
encima de los seis millones doscientos mil del pacto de Podemos con
Izquierda Unida. Pero ya es tarde para eso -salvo que vayamos a unas
terceras elecciones- y si además el PSOE pierde el 26-J el liderazgo de
la izquierda entrará en una crisis de identidad política e ideológica de
consecuencias imprevisibles.
Sobre todo ahora que la izquierda parece tener en Pablo Iglesias un
nuevo líder, aunque por ahora está muy lejos de tener un partido dado
que lo de Podemos mas IU y las confluencias es una amalgama confusa de
incierto futuro y ahora solo cohesionada por el interés electoral.
De ahí las prisas de Iglesias por celebrar estas nuevas elecciones y
cabe imaginar que también su empeño en que no haya unas terceras porque
en ese caso, además de correr el riesgo de la coalición PSOE-C’s, podría
sufrir una crisis interna de enfrentamientos y desavenencias como la
que ahora se está viviendo en el seno de la CUP, esa otra amalgama de
variopintos personajes y organizaciones que tienen en vilo a Cataluña.
Ni Iglesias ni Podemos (ni tampoco España) se pueden permitir el lujo
de unos terceros comicios en menos de un año y por lo tanto necesitan
que se forme un gobierno después del 26-J, para mantenerse durante los
próximos cuatro años como líderes de la izquierda y la oposición si,
como dicen las encuestas, logran imponer su sorpasso al PSOE. Y si eso
es así entonces Podemos -que incluso podría dejar gobernar al PP- y
aliados si podrían convertirse en un solo partido político al frente de
la izquierda nacional, mientras el PSOE se lamerá las heridas tras vivir
un tiempo en la indigencia electoral.
Lo que sí está claro es que en España el bipartidismo se ha acabado y
estamos en esto de las elecciones, como en otras tantas y nuevas cosas,
en un periodo de trepidante modernidad y cambios sin descanso. En el
que nuestro país tardará unos años en reubicarse en el plano político,
territorial, institucional e incluso europeo porque en la UE también van
a pasar muchas cosas en los próximos meses y años.
Y puede que entre ellas esté la incertidumbre e inestabilidad
política de España tras los comicios el 26-J que tendremos en una semana
y ante los cuales han vuelto a aparecer los vetos y las líneas rojas
del 20-D, en un intento desesperado de unos y otros de atraer a votantes
de todos los flancos y colores hacia las urnas de la jornada electoral.
Cita a la que acuden un partido, el PP, y dos coaliciones: Unidos
Podemos, los de IU+Podemos; y otra coalición no inscrita pero virtual de
PSOE y C’s. Y vamos a ver lo que dicen los españoles en las urnas del
domingo 26 porque hoy nadie está en condiciones de hacer un certero
pronóstico final.
(*) Periodista
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