A través de una publicación en la página "My Carbon" del WEF, se
reveló esta sorprendente admisión, en la que se aborda el concepto de
ciudades inteligentes de 15 minutos. La propuesta de estas ciudades
busca la conveniencia y la sostenibilidad, pero plantea la pregunta: ¿a
qué precio?
El WEF afirma de manera directa que la pandemia de COVID-19 sirvió
como un indicador de la obediencia del público a regulaciones extremas.
En su publicación, se sostiene que la aceptación mundial de medidas
tales como el distanciamiento social, el uso de mascarillas y las
campañas masivas de vacunación se interpretó como una demostración de
"responsabilidad social".
La conformidad de miles de millones de
personas, según el WEF, evidencia la solidez de la responsabilidad
colectiva.
Sin embargo, los críticos sostienen que el verdadero objetivo no era únicamente la salud, sino más bien el control.
Las restricciones impuestas durante la COVID-19 generaron en muchas
personas interrogantes que trascendían las preocupaciones relacionadas
con la salud. ¿Por qué se autorizó a los consumidores a adquirir
productos en grandes cadenas como Lowe's o Home Depot, mientras que las
pequeñas empresas y las iglesias fueron consideradas inseguras?
¿Cómo es
que en ciertos estados los clubes de striptease pudieron seguir
funcionando, mientras que la población no tenía acceso para comprar
semillas para sus jardines?
Las crecientes sospechas surgieron a raíz de estas inconsistencias,
sugiriendo que el objetivo real iba más allá de la salud pública y se
alineaba con una agenda más amplia y autoritaria.
El mensaje del WEF sugiere que, para alcanzar un futuro "sostenible",
es necesario que las sociedades se adapten y sigan las nuevas normas de
un orden global. Esto implica una disminución en la cantidad de
cuestionamientos y un aumento en la obediencia incondicional.
No
cuestiones el porqué. No pongas en duda la lógica. Simplemente actúa
conforme a lo establecido.
A lo largo de la pandemia, diversas reglas fueron percibidas como
arbitrarias e incluso absurdas. Algunas personas recibieron con
escepticismo el requisito de mantener una distancia de seis pies, el uso
de máscaras y la aceptación de vacunas basadas en ARNm.
Críticos
argumentaron que estas medidas parecían más bien instrumentos para
evaluar la disposición del público a obedecer que verdaderos esfuerzos
destinados a salvaguardar la salud.
El Dr. Anthony Fauci, reconocido como una de las figuras clave en la
respuesta a la pandemia en EE. UU., reconoció que la recomendación de
mantener un distanciamiento social de seis pies carecía de fundamentos
científicos sólidos.
A pesar de esto, millones decidieron seguirla, ya
que cuestionar a las autoridades frecuentemente conllevaba el riesgo de
ser excluido socialmente, perder el empleo o ser estigmatizado como un
teórico de la conspiración.
La admisión del WEF, casi cinco años después del inicio de la
pandemia, suscita interrogantes inquietantes. ¿Realmente fuimos solo
participantes en un experimento global?
Según el WEF, la respuesta es
afirmativa. Se estaban evaluando cuántos de nosotros estaríamos
dispuestos a renunciar a nuestras libertades personales a cambio de una
"nueva normalidad".
Para quienes operan tras bambalinas, los resultados
podrían considerarse un éxito.
Según la perspectiva del público, la prueba fue reprobada por
algunos, mientras que otros la consideraron un gran éxito al mostrar su
disposición a aceptar "restricciones inimaginables" sin plantear
preguntas.
La aparente carencia de justificación científica para muchas de las
restricciones impuestas durante la pandemia es uno de los aspectos más
alarmantes de todo este episodio. El Foro Económico Mundial, por su
parte, admitió que numerosas medidas carecían de respaldo científico o
tenían muy poco.
La preocupación se intensifica al considerar que algunas de las
figuras más prominentes en la gestión de la pandemia, como el Dr. Fauci,
reconocieron que ciertas medidas, como el distanciamiento social,
estaban más relacionadas con la conformidad del público que con la salud
pública.
Esta revelación ha llevado a muchos a dudar sobre la verdadera
necesidad de las restricciones impuestas y si, en realidad, solo
sirvieron como un medio para evaluar nuestra obediencia.
¿Para qué contar con enemigos de otros países si ya tenemos a nuestros propios ciudadanos?
El desarrollo de ciudades de 15 minutos es parte de la visión futura
del WEF, donde todos los servicios esenciales estarían accesibles a una
distancia de 15 minutos caminando o en bicicleta.
Aunque la propuesta
sugiere conveniencia y sostenibilidad, surge la inquietud sobre si esto
podría ser simplemente otra forma de control. En última instancia, estas
"ciudades inteligentes" implicarían que los ciudadanos se ajustaran a
un nuevo conjunto de normas, las cuales podrían no favorecer las
libertades individuales.
Con el avance de la visión del WEF hacia un futuro sostenible, es
evidente que la obediencia se mantendrá como un pilar fundamental de su
agenda. Surge entonces la interrogante: ¿qué tan lejos estamos
dispuestos a ir en pro de la sostenibilidad? Además, es crucial
preguntarse cuánta libertad estamos dispuestos a renunciar en este
camino.
La pandemia de COVID-19 se convirtió en una prueba de voluntad,
además de ser una crisis de salud. La reciente revelación del WEF indica
que estaban monitoreando atentamente la obediencia de las personas ante
"restricciones inimaginables".
Con la finalización de esta prueba, los
resultados son evidentes: muchos cumplimos con lo esperado, y esto
podría ser justo lo que anticipaban.
El futuro plantea un desafío: ¿seguiremos en este camino de
obediencia o empezaremos a poner en duda la autoridad que respalda las
restricciones?
Con la mirada puesta en el futuro, el WEF deja en manos
del público la decisión de si desea continuar o luchar por sus
libertades.