En relación con el tema de San Esteban, expresáis opiniones que creo acertadas e incluso contundentes: que el consejero de Cultura nos considera de una inteligencia estúpida al estar a favor del parking de la discordia, tachar de esquizofrénicos (opinión de juzgado de guardia) a los que a su opinión se oponen, para, días después, tras conocerse la orden judicial, hablar de la sana reacción de la ciudadanía; que el rector de la Universidad, instado a ello por un grupo de profesores, toma postura con bastante tardanza; que los profesores universitarios en general, y los más concernidos con los temas arqueológicos, históricos y medievales, en particular, emiten su opinión tras la paralización del parking; que la Academia Alfonso X, dedicada al estudio del arte, literatura y historia de Murcia, tampoco se pronunció; que el presidente de la Comunidad y el alcalde de la ciudad nos quieren hacer creer que esa era su decisión veinte días antes de la paralización judicial antes indicada, con lo que, en mi opinión, nos están tratando, implícitamente, de discapacitados mentales, etc.
Recordemos otras «menudencias» de los últimos años, en las que la participación del profesorado de la universidad de Murcia no ha llegado dos por ciento de su cómputo total, tales como los descubrimientos arqueológicos en la Senda de Granada; las manifestaciones contra el modelo de crecimiento basado en la especulación inmobiliaria que ha destruido la huerta de Murcia y está dispuesta a asolar otras muchas huertas y campos de la Región, con las repercusiones nefastas que este fenómeno acarrearía, particularmente en el ámbito de la sanidad (el que suscribe tardó seis meses en ser convocado para una bioxia por el Morales Meseguer); manifestaciones de Murcia no se vende.
Y no hablemos ya de problemas sociales y políticos que escapan a la problemática regional y apelan al sentido de una más dilatada responsabilidad política -universidad, universalidad-: concentraciones contra la desproporción destructiva de una de las partes en la guerra del Líbano; contra el uso de armas prohibidas por la convención de Ginebra en el extermino de personas civiles en Gaza, entre ellos unos quinientos niños; por la solución del caso Aminatu Haidar... ¿Cuántos universitarios, profesores y alumnos se han manifestado en tales casos? Sigo pensando que no hemos llegado al dos por ciento. Todo esto quiere decir que un noventa y ocho por ciento se han quedado mudos. ¿Se trataba de casos sin importancia? En mi opinión, no. Admito que otros puedan disentir. Pero, en tal caso, ¿por qué no lo manifiestan?
A cambio de ello, se oirá la crítica, quizá amable, sobre sus dichos o hechos más o menos correctos, jocosos o heterodoxos. O la descalificación abierta. Descalificarlo por cosas menores, y no centrarse en la esencia del caso, me trae a la mente aquel dicho que reza: cuando el dedo señala al cielo, algunos miran al dedo. No tengo la menor duda de que el profesor del Toro constituye un ejemplo espíritu universitario y de ética ciudadana.
(*) Catedrático de la Universidad de Murcia www.la verdad.es