miércoles, 30 de diciembre de 2009

El esperado / José Ignacio Tornel Aguilar *

El proceso en torno al proyecto del PP municipal para construir un aparcamiento subterráneo en el jardín de San Esteban, ahora cercenado por el máximo representante del partido y presidente de nuestra Comunidad Autónoma, suscita reflexiones sobre los acontecimientos y las actitudes manifestadas por los actores.

En las últimas semanas hemos asistido a una jugada política sin duda significativa. No olvidemos que este proyecto de aparcamiento se inicia por decisión de nuestro alcalde, Miguel Ángel Cámara, adornado por su rigurosa indisposición al diálogo, presto a ejercer su habitual desprecio político hacia los afectados y hacia quienes desde un principio planteaban su desacuerdo:

vendedores, asociaciones, un (auténtico) colegio profesional y las firmas de 60.000 ciudadanos que no merecieron mayor atención. Por contra, recientemente, el ayuntamiento de Murcia, "fruto del consenso y la participación ciudadana", otorga validez a una consulta popular favorable a la peatonalización de la avenida de la Libertad, arteria sensible de la ciudad, que recoge 735 "opiniones".

El hecho es que durante el desenlace no hemos visto a Cámara explicar en los medios de comunicación las decisiones previstas a la vista de los descubrimientos arqueológicos. El alcalde ha permanecido callado, ausente, no por cobarde sino como estrategia de desgaste hacia alguien tan significativo como el consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, sobrino del presidente.

Y es que a la burla de nombrar responsables municipales para actuaciones urbanísticas sobre zonas de interés cultural a toda una concejala de Tráfico o a los sufridos "técnicos" (no existe la concejalía de Cultura, es evidente) ha seguido el ardid de descargar su responsabilidad en las autoridades autonómicas.

"¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos!", el director general de Bellas Artes y el consejero de Cultura han personalizado el fracaso de Cámara, tragado con lastimosas justificaciones públicas y perdido la dignidad política ante un movimiento ciudadano particularmente sereno en sus actuaciones.

Esta habilidad de reconducir las críticas propias contra Cruz revela una manera amable de atacar a Valcárcel y define la capacidad política de Cámara para reciclar el fracaso de su proyecto en su lucha por la sucesión.

Sólo la persistencia ciudadana y la agilidad de la Justicia y del SEPRONA forzaron la decisión de nuestro presidente autonómico para actuar casi a tiempo e hicieron aflorar esa retahíla de mentiras oficiales que han quedado afortunadamente impresas.

Tampoco pasa desapercibida la ausencia de ese habitual cortejo de ciudadanos proclives a la adoración de todo responsable político del PP envuelto en cualquier actuación polémica o presuntamente delictiva. Se diría que en esta ocasión alguien les ha desmovilizado con objeto, quizás, de mantener el mayor tiempo posible el "fuego amigo" sobre el consejero, para disfrute del verdadero promotor del intento de expolio.

Habría un tercer factor por destacar, referido al hecho político implícito en toda demostración cívica. Es frecuente en el círculo de la derecha denostar las manifestaciones ciudadanas tildándolas de "políticas" o "politizadas". Resultaría torpe para la izquierda enredarse en esa falacia de unos ciudadanos responsables impolutos de sentido político, desde donde algunos alientan el principio de que todos los partidos son iguales.

Por el contrario, el movimiento en torno a San Esteban ha generado vida porque los ciudadanos y ciudadanas han reivindicado su condición de tales, cuando han asumido y manifestado su compromiso político por construir su ciudad para no dejarla en manos de los mercaderes, lo que nos convertiría en meros clientes.

(*) Coordinador del Consejo político municipal de IU Murcia

www.laopiniondemurcia.es

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que no se ha equivocado ni un ápice.