Desde que se acabó el recuento de votos, Pedro Sánchez ha insistido
en que el primero en intentar conseguir el apoyo del Congreso para
formar gobierno debía ser el candidato del PP, por ser el partido más
votado y, aunque lejos de la mayoría absoluta, el que ha obtenido más
escaños.
Sánchez ha seguido argumentando que si Rajoy no reúne los apoyos
adicionales necesarios para tener más votos a favor que en contra, los
socialistas tratarían de formar gobierno apoyándose en una “mayoría de
progreso”. Ese planteamiento excluía, y sigue excluyendo, cualquier
apoyo por activa o por pasiva, léase abstención, a un gobierno del PP,
sea con Rajoy o con cualquier otro candidato, considerando que la
repetición de las elecciones era la ultima solución y que había que
intentar evitarla.
Este esquema secuencial daba tiempo y ocasión para alargar las
negociaciones, despejando las distintas alternativas posibles. Primero
Rajoy y, una vez que no consiguiera la investidura, negociaciones para
conformar un gobierno alternativo, sin el PP, y contando con los apoyos
explícitos de unos y las abstenciones de otros.
Tenía su lógica. Pero este planteamiento ha saltado por los aires con
las dos jugadas simultáneas e inesperadas de Rajoy y de Iglesias. El
primero renunciando a someter su candidatura al voto del Congreso,
porque admite que no sólo no tiene una mayoría a favor sino que tiene
una mayoría absoluta en contra, al no haber conseguido ni un solo apoyo
en todo el Parlamento adicional al de su grupo, salvo quizás el de Gómez
de la Serna.
Rajoy reconoce que el PP esta hoy en una absoluta, y bien ganada
soledad, y que en estas condiciones pedir la investidura equivaldría, en
el mejor de los casos a un serio hándicap para futuras maniobras, y en
el peor a un suicidio ritual.
De manera que Rajoy cede cortésmente el paso a otro candidato. Vd.
primero por favor. Pruébelo Vd. que yo, hoy por hoy, no puedo. Mañana,
ya veremos. Depende de como le vaya a Vd. en ese primer intento. Si se
estrella, se abren nuevas posibilidades. Incluso puede que nuevos
interlocutores. Porque Rajoy sabe, como todo el mundo, que dentro de la
globosesfera socialista hay una considerable división acerca de la
conveniencia de intentar formar un gobierno en alianza con Podemos y
otras fuerzas minoritarias, desde la posición de debilidad que
representan los magros resultados electorales obtenidos.
Y al mismo tiempo, el líder “confederal” de Podemos le ha marca a
Sánchez el terreno para plantear ese primera formación de mayoría
parlamentaria. Gobierno de coalición. Olvidada, o difuminada, la línea
roja del referéndum de autodeterminación para Catalunya que hacia
imposible el dialogo Psoe-Podemos según las restricciones a la
negociación definidas por el Comité Federal socialista. La cuestión
catalana, que estaba desestabilizando la política española como lo hizo
en los años 30, ya no es un impedimento, al menos para sentarse a
hablar.
Así, Podemos marca el terreno de juego. Nada de apoyos a un gobierno
minoritario a cambio de algunas concesiones políticas y programáticas.
Plena participación en un Gobierno de coalición con los puestos
repartidos entre las fuerzas que lo componen proporcionalmente a sus
fuerzas relativas.
Un anuncio público mediatizado sin advertencia previa a los
socialistas, explicando a los ciudadanos en directo lo que le había
trasladado al Rey en las consultas.
Como en Portugal, pueden argumentar. Pero por mucho que Sánchez e
Iglesias hayan ido a Lisboa en busca de ejemplo, conseja o inspiración,
la situación portuguesa y la española son muy diferentes desde el punto
de vista de formar una coalición de izquierdas. La diferencia en escaños
entre PSOE y Podemos es mucho mas pequeña que en Portugal entre
socialistas y comunistas, su cohesión interna menos solida y sus
perspectivas electorales no están en alza. Y en Portugal la izquierda
radical ha preferido apoyar al gobierno sin entrar en el.
Por eso, la actitud de Podemos puede que no sea tanto la de abrir
sinceramente la puerta a la negociación de una alternativa al gobierno
del PP, como Sánchez venía pidiendo ,pero para después del fracaso de
Rajoy en su investidura, como la de hacer imposible esa alternativa. Mas
que en Lisboa están pensando en Atenas, no en gobernar con el PSOE sino
en superarlo como fuerza hegemónica de la izquierda.
Las estrategias de Rajoy y de Iglesias son claras. Para Rajoy, se
invierten las tornas, Vd. primero Sr. Sánchez, y si Vd. no lo consigue
todavía estaré yo vivo para seguir en el juego. Para Iglesias, ser el
primero en poner sobre la mesa una oferta de máximos que deja claro que
no favorecerá la investidura sin importantes contrapartidas en términos
de responsabilidades políticas, visibilidad mediática y sobre todo la
percepción de la victoria en las negociaciones.
Y si estas no prosperan, hacer recaer sobre el PSOE la
responsabilidad del fracaso en el intento de formar un gobierno “de
progreso”. Y de paso, ahondar en las contradicciones internas de la
familia socialista donde muchos verán en la propuesta de Podemos un
regalo envenenado o, como ya se ha dicho, una “humillación”.
Pero, por mucho que así puedan considerarlo algunos, ahora Sánchez no
tiene más remedio que acelerar los contactos con Podemos. Jugar a dos
bandas, por una parte con Podemos y por la otra con Ciudadanos,
acariciando la posibilidad de conseguir la investidura gracias al voto
favorable de Ciudadanos y la abstención de Podemos (y de todos los
demás), se ha hecho más difícil. Después de la oferta de Podemos, es muy
dudoso que se repliegue aceptando ese delicado equilibrio.
Que Rajoy le cediese el primer envite no estaba en los planes de
Sánchez. Puede decir que si Rajoy no quiere ir al Congreso tiene que
irse a su casa. Pero nada le obliga a hacerlo, Rajoy esperará a ver que
es capaz de conseguir Sánchez, sin haber pasado por el desgaste de un
rechazo.
Habrá que negociar, y ahora sin el tiempo y la calma del escenario secuencial que Sánchez había imaginado.
(*) Ex presidente del Parlamento Europeo
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