Da la impresión de que a medida que incrementa el apoyo de los murcianos se eleva el pedestal en el que todo presidente se asienta, lo que inevitablemente termina dificultando la comprensión o interpretación de sus decisiones. De otra forma no se explica que habiendo cosechado los mejores resultados electorales de la historia en la Región de Murcia, nunca como hasta ahora se hayan escuchado en el PP tantos comentarios, desde el estupor a la crítica más ácida, sobre Ramón Luis Valcárcel a causa de su nuevo Gobierno.
Nadie se explica la sustitución de María Teresa Herranz en Sanidad, y menos aún tras reconocer su sucesora, María Ángeles Palacios, que llega con la consigna presidencial de aplicar una política continuista, que va a seguir con el mismo equipo directivo, el que tan indignado se mostró con la salida de Herranz, y que no llega para contener el gasto, argumento oficial con el que se justificó el relevo.
Salida forzada
Tampoco parecía lógica la renuncia de Fernando de la Cierva, uno de los pesos pesados del Ejecutivo, forzada tras conocer que, lejos de ver recompensado su trabajo con una posición más sólida en el nuevo Gobierno, perdía competencias y bajaba un peldaño en el escalafón del poder presupuestario. Y menos explicación se encuentra a la entrada de nuevos consejeros desconocidos en el partido y con una pobre experiencia política, como Juan Antonio de Heras y Pedro Alberto Cruz; al mantenimiento de otros por los que muy pocos apostaban, como Ruiz Abellán y Medina Precioso, y al envío al Senado de alguien con escasos méritos políticos, como Pedro Manuel Hernández, para cubrir el escaño de designación autonómica ocupado hasta ahora por dirigentes de primera línea, como José Ramón Bustillo y Joaquín Bascuñana.
Una vez apreciada la operación en su conjunto, se ha visto que Valcárcel ha tratado de compensar el déficit político del Ejecutivo en los segundos escalones. En varios de estos nombramientos se aprecia la mano del jefe, al introducir cargos intermedios con mucha mili, tanto orgánica como institucional, para reforzar el anclaje necesario del Gobierno con el partido. Serían los casos, por ejemplo, de Javier Iniesta, Luis Gestoso y Verónica López.
La idea del fichaje «mediático» del subcampeón olímpico Antonio Peñalver (el adjetivo pertenece al propio consejero de Cultura), aunque recomendado por Valcárcel, habría que atribuirsela al ex secretario general de Presidencia y actual viceportavoz popular en la Asamblea, José Antonio Ruiz Vivo, que fue quien recomendó a Peñalver para el cargo a Pedro Alberto Cruz, tras hacer las presentaciones el pasado lunes, en un bar cercano al palacio de San Esteban, después de asistir a la toma de posesión del presidente.
Puesto que al presidente, a estas alturas, nadie le niega su inteligencia política, en el partido se han multiplicado en los últimos días las disquisiciones tratando de hallar la razón que aclare los interrogantes abiertos con la composición dada al Consejo de Gobierno.
Sin embargo, a medida que se han ido marchando del Gobierno sus consejeros más cercanos, Valcárcel se ha ido quedando sin nadie con quien madurar sus decisiones más importantes, como es la formación del Gabinete, de modo que las claves llegan al partido distorsionadas, con múltiples interferencias. No hay, por tanto, una explicación unívoca para el desconcierto popular.
La que más éxito ha tenido es la de la autosucesión, hasta el punto de que se han llegado a cruzar apuestas en favor de esta tesis, según la cual, Valcárcel estaría preparando el terreno para perpetuarse en el poder.
En favor de esta teoría se enuncia el argumento de la confección de un Gobierno de clase media, sin aspiraciones más allá que la eficaz ejecución presupuestaria, sin más lealtades que al líder supremo y sin nadie que pueda hacerle sombra o ser postulado como posible sucesor.
Cuerda para rato
Tras la estocada dada al PSOE y a su candidato, Pedro Saura, en las pasadas elecciones autonómicas, al PP le quedan al menos dos legislaturas más en el poder. Sólo una hecatombe, que por el momento ni se vislumbra ni se adivina, podría permitir a los socialistas recortar en menos tiempo los 27 puntos porcentuales de votos que les separan de los populares en la Asamblea Regional.
Quienes esto piensan, entre los que hay altos cargos del PP, no deben dar mucho valor a la palabra de su presidente, quien durante la precampaña aseguró que ésta sería su última legislatura si ganaba, o bien confían en convencerle de nuevo para que vuelva a presentarse, como ya hicieron en el año 2003 para que incumpliera su promesa de que sólo permanecería ocho años en el poder.
La segunda teoría, coherente con el compromiso temporal del presidente, comparte algunos de los argumentos de la anterior para defender una posición contraria. Según esta explicación, Valcárcel estaría preparando su relevo y despejando el camino a su sucesor, de forma que cuando le llegue el momento no haya nadie ni en el Gobierno ni en el partido en disposición de disputarle o, al menos, obstaculizarle su ascenso.
Esta hipótesis es defendida por quienes sospechan por que Valcárcel no acabará la legislatura y podría emprender una nueva andadura en la política nacional (Congreso o Gobierno, según vayan las elecciones generales del próximo año) o europea (las elecciones al Europarlamento son en el 2009).
Los herederos
Este camino nos lleva directamente a observar el tablero de juego de la política regional para descubrir al posible heredero. Si Valcárcel no acaba la legislatura, sólo quedan dos nombres en el grupo parlamentario con posibilidades: Antonio Gómez Fayrén, quien fuera su mano de derecha y vicepresidente en las dos primeras legislaturas, que se mantiene en un discreto segundo plano tras su regreso a la política activa como diputado regional, y Pedro Antonio Sánchez, portavoz del PP y alcalde por aplastante mayoría en el tradicional feudo socialista de Puerto Lumbreras, y que ha sido, dato significativo, puesto que eran varios los que tenían idénticas aspiraciones, el único alcalde popular al que Valcárcel permitió entrar en puestos de salida en las listas a la Asamblea Regional (ahora ocupa escaño también el alcalde de Archena, pero a causa de la renuncia de José Ballesta por haber sino nombrado consejero).
Si acaba la legislatura y cumple su palabra de no repetir, el único que podría disputar la sucesión a los citados sería Miguel Ángel Cámara, secretario general del partido y el alcalde popular más votado de una capital de provincia. Sería el relevo político natural por su posición en el partido y su experiencia institucional al frente del Ayuntamiento de Murcia, aunque a la pregunta de quién tiene en la cabeza Valcárcel cuando piensa en su heredero, muy pocos contestarían que Cámara.
SAURA PIERDE CRÉDITO
Su elección como senador autonómico puede reportarle influencia en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, tal y como él pretende con este nombramiento, pero también puede costarle la secretaría general del PSRM-PSOE.
Pedro Saura atraviesa sus momentos más bajos desde que tomó las riendas del partido, hace ya casi tres años, y está perdiendo dentro de la organización el crédito obtenido durante este tiempo a base de trabajo y mucho esfuerzo.
Si los malos resultados electorales obtenidos el pasado 27 de mayo, con un nuevo retroceso tanto en la Asamblea Regional como en los ayuntamientos, ya supusieron un duro golpe a la confianza que líder socialista se había ganado entre la militancia, su designación como senador por designación autonómica ha empeorado aún más las cosas, dando más argumentos a quienes le critican abiertamente y hablan, ya sin tapujos, de cambios en la dirección.
Muy pocos, al margen de la ejecutiva regional socialista, parecen haber entendido el deseo de Saura de buscar hueco en la Cámara Alta con el objetivo de mantener los contactos en el Gobierno central conseguidos durante su etapa como portavoz de la Comisión de Presupuestos del Congreso y sacarles partido en favor de la Región de Murcia. Sobre todo después de la precaria situación en la que ha quedado la organización tras el varapalo electoral, lo que requeriría una implicación mayor del secretario general y no su distracción en otros menesteres o su «huida» hacia otros ámbitos, como es incluso calificada su elección como senador por algunos de los críticos.
Cada vez son más
En este contexto, al PSOE murciano han vuelto las reuniones familiares de otros tiempos, lo que hace presagiar movida interna a corto o medio plazo. A los desplazados se han unido los decepcionados y los escépticos que nunca compartieron el optimismo de Saura y que ahora se encuentran crecidos. Cada vez son más.
El principal reproche al secretario general socialista es que, según ellos, no ha sabido ver la realidad del revés que los murcianos han propinado al partido, e insiste, con ligeras variaciones, en el mismo mensaje y la misma estrategia que le ha sumido en la situación actual.
El movimiento por el cambio es aún embrionario, no cuenta con líderes ni con una organización definidos. Representa más bien un estado de opinión que se extiende por las agrupaciones, que va ganando adeptos a través de tertulias y charlas de café, pero que podría representar una amenaza en el congreso regional del próximo año si Saura no hace nada para frenarlo.
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