Dicen los críticos que la política
mediática -producto sin duda de la sociedad del espéctáculo- es mala. Es
un error. La política es comunicación, y la comunicación depende en
gran medida de los medios que la administran. Los políticos deben estar
en los medios de comunicación, entre otras cosas, porque, si no están,
otros estarán en su lugar, colocarán su mensaje y dejarán el suyo a los
pies de los caballos. Si Sánchez y Garzón, que ganan en valoración
ciudadana a Pablo Iglesias, estuvieran más en los medios, salieran en
tertulias y programas de esos de presentadoras endiosadas, seguramente
tendrían mejores fortunas electorales.
Lo
que no debe hacerse en política es mentir. Ciertamente si, como piensa
Palinuro en la estela de Foucault, la política es la continuación de la
guerra por otros medios y en la guerra vale todo, también valdrá mentir.
Sin duda. Mintiendo se puede ir muy lejos; se ganan elecciones.
Recuérdese cómo ganó el Sobresueldos las de 2011: mintiendo como un
bellaco. Pero eso no vale para la izquierda. La izquierda no puede
mentir porque se rige por un código ético exigente, se ponga como se
ponga doña Esperanza Aguirre que de esto, como de casi todo, no entiende
nada. La izquierda no puede mentir porque hacerlo es tratar a los demás
como medios o instrumentos para conseguir tus fines y eso no es de
recibo pues, para nosotros, los individuos son fines en sí mismos y lo
más importante que hay. El mentiroso, como los jesuitas, cree que el fin
justifica los medios y está dispuesto a engañar con tal de alcanzar el
poder. Y, si lo alcanza, será un tirano.
Viene
esto a cuento porque en una entrevista en Radio Nacional, Pablo
Iglesias ha reconocido que hablar de la cal viva en el Congreso fue un
error y no querría repetirlo. Fue más que un error; fue un infundio, una
mentira. Y reconocerlo ahora forma parte de otra mentira. La de añadir
que le parece un error atacar a los socialistas, cuando es obvio que no
ha hecho y sigue sin hacer otra cosa. Del mismo modo corona esta
entrevista con otra mentira desvergonzada, la de decir que el sorpasso no trata de superar a los socialistas, sino al PP y que el PSOE es ahora, según los nuevos embustes, un "aliado". El sorpasso
fue un intento de los comunistas italianos de ganar las elecciones a la
democracia cristiana. Su empleo en España corrió a cargo de Julia
Anguita quien expresamente lo configuró como la tarea de que IU ganara
al PSOE y le arrebatara la hegemonía. Y Julio Anguita es el gran muñidor
de esta operación de "unidad" de la izquierda dejando al margen al
PSOE; es decir, una unidad de la izquierda en contra del PSOE.
En sí mismo, este propósito no es condenable. Ya hemos dicho que en la guerre comme en la guerre
y si la confluencia IU/PCE y Podemos arrebata la hegemonía al PSOE será
porque este se lo ha ganado a pulso por su inoperancia. Carece de
sentido reprochar a los comunistas y sus aliados que pretendan alcanzar
lo que llevan cien años intentando sin conseguirlo. Hacen bien. El PSOE
se ha derechizado tanto que esto es lo menos que puede pasarle. Lo
reprochable es que, para conseguirlo, aquellos mientan de forma tan
descarada. No, el PSOE no es aliado de Podemos e Iglesias miente
cínicamente y con absoluto descaro. Si el PSOE fuera el aliado de
Podemos (desde el punto de vista de Podemos) no habrían boicoteado el
posible gobierno. Que el PSOE también haya saboteado el intento de ese
gobierno es aquí indiferente. Lo que estamos enjuiciando es el recurso
de Podemos a la mentira y el engaño. Si el PSOE fuera su aliado, la
unión de la izquierda lo habría incluido. No lo hace porque lo que
quiere Iglesias, a las órdenes de Anguita, es destruirlo.
En
esto de la mentira la izquierda debiera ser más vigilante. Ayer salió
IU celebrando por todo lo alto que el 85% de las bases hubiera aceptado
el plan de unidad con Podemos propugnado por la dirección. Hasta El País picó en el engaño. Afortunadamente, Infolibre
precisó luego que el 85 % había votado a favor pero que era el 85% del
28% del censo, que fue la participación que hubo. Es decir, IU mentía en
el porcentaje porque la unión la aprobaba el 24% del censo. Por
supuesto, los "verdaderos creyentes" que hay siempre en estas
formaciones se apresuraron a señalar que por el "no" había votado el 4%,
mucho menos y que el que calla otorga, etc. Posiblemente, pero la
mentira es la mentira.
Y
no se queda ahí. Aún hay una mentira mayor, al decir que ha votado el
85% del 28% del censo, IU oculta (o sea, miente) cuántos de estos
votantes del censo son afiliados-militantes y cuántos simpatizantes. De
momento, ese dato sigue sin saberse; o sea, está oculto. Lo que es
cierto es que en Madrid votaron 1.802 personas, militantes y simpatizantes juntos, lo cual es una cifra ridículamente baja.
No, la mentira no es de izquierda y la izquierda que miente estará muy unida, pero no es izquierda.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED