Siempre me ha fascinado la leyenda de Tartessos, la primera
civilización que apareció en occidente, heredera de la
Atlántida, y también la primera que desapareció,
a partir de la batalla de Alalia (535 a.C.) quince años después de
la muerte de Argantonio, en la que etruscos y cartagineses se
aliaron contra los griegos. Para
las fuentes griegas, Tartessos era un estado gobernado por una
monarquía instalada en un país rico en productos agrícolas,
ganaderos y en minerales como el oro, la plata, el estaño
y el hierro.
La derrota griega dejó a los tartessos sin sus aliados y expuestos
al ataque púnico. Poco después, alrededor del 500 a.C., los
tartessos habrían sufrido el ataque de los cartagineses. La
capital tartésica fue sitiada por los cartagineses, y, según
cuentan algunas fuentes, después de tomar la fortaleza que la
defendía por la parte del mar, la muralla fue derribada.
Todo el imperio de Tartessos debió hundirse tras la caída de su
capital y la misma suerte le cupo a Mainake (Málaga), la
ciudad griega fundada bajo la protección de Tartessos. Así Cartago
se adueña del Mediterráneo occidental y la mayor parte de la costa
mediterránea ibérica queda bajo su influencia.
Este dominio púnico se mantendría en estas tierras hasta que
Cartago se enfrentó a Roma por la hegemonía en el
Mediterráneo occidental, en las guerras púnicas, siendo derrotada
totalmente en el 146 a. C. Esto marcaría la llegada de los romanos a
la península ibérica, donde encuentran una región llamada
Turdetania en que vivían los descendientes de los tartessos. A esta
región la llamarían la Betica, y al río Tartessos que la cruzaba
lo llamarían río Betis.
En una última fase (siglo VI AC), se produjo una emigración hacia
el norte por motivos desconocidos que pobló el valle del Guadiana e
incluso el Valle de Alcudia, tal como demuestran los yacimientos
tartésicos de Cancho Roano, El Turuñuelo o Sisapo.
ESPAÑA
Respeto, venero y admiro por su sabiduría a todas las civilizaciones
antiguas que nos precedieron, pero lo que no me gusta nada son los
sacrificios de sangre que hacían a sus demonios, y que se siguen
haciendo en secreto hoy en día por las élites satánicas. Se cree
que pudieron adorar a una diosa producto de la aculturación de los
fenicios, Astarté o Potnia. También pudo haber una divinidad
fenicia masculina, Baal o Melkart.
Reyes mitológicos como Gerión, Nórax, Gárgoris, Habidis y
Argantonio evocan en nosotros extrañas resonancias ancestrales,
y una nostalgia infinita por la grandeza perdida de España en la
antigüedad remota. Gerión fue el primer rey mitológico de
Tartessos. Según ciertos mitos era un gigante tricéfalo, o al
menos con tres cuerpos de cintura para arriba, que pastoreaba sus
grandes manadas de bueyes a las orillas del Guadalquivir. Una de las
doce pruebas de Hércules era el robo de los bueyes de Gerión.
También Gerión fue un gigante vencido por Hércules sobre el
que construyó la Torre de Hércules, en La Coruña.
El origen de la humanidad actual no se puede explicar sin España
porque nuestro país ha jugado un papel crucial en el nacimiento y
desarrollo de la civilización, y también lo va a jugar en la caída
del sistema satánico que sufrimos ahora, y en la liberación de la
humanidad, de los animales y del planeta. Todos tenemos un papel
crucial en este proceso de liberación, y cada uno debe de hacer
un trabajo importante para heredar la nueva tierra ascendida, pero
hay un personaje que tiene un papel protagonista en este proceso,
según las profecías antiguas del Gran Monarca, que es el
investigador hispano-alemán Alberto Canosa.
El sistema actual de creencias es tan falso y endeble que
basta con sacar a la luz pública un solo descubrimiento para que
todo se tambalee y la gente empiece a hacerse preguntas. Esto es
exactamente lo que va a hacer Alberto Canosa y sus
guerrilleros a partir de 2019 porque ya ha llegado el tiempo,
sacar tres cuerpos: el de un gigante, el de un cabezudo, padre de
gigantes, y el de una madre de gigantes, que es una mujer normal
secuestrada.
SALOMÓN
En la Biblia aparecen referencias a un lugar llamado 'Tarshish',
también conocido como 'Tarsis'. “En efecto, el Rey Salomón
tenía naves de Tarsis en el mar, junto con las naves de Hiram. Las
naves de Tarsis venían una vez cada tres años y traían oro,
plata, marfil, monos (como
los macacos
de Gibraltar) y pavos reales.” Antiguo
Testamento, Libro de los Reyes I, 10-22.
“El Rey Salomón viajaba a Tarsis cada tres años, durante
cuarenta años, para transportar toneladas de oro de Ofir (oro
puro sin escorias) y hacer rico al pueblo de
Israel, viajando con naves voladoras que él construyó, con la
sabiduría que Dios le dio, por haber construido el templo de Salomón
en Israel.”- (2ª Cronias, capítulo 9, versículo 21).
En un texto del Profeta Ezequiel (27, 12) (siglo VI a. C.) se comenta
que Tiro comerciaba con Tarsis puesto que Fenicia ya había
contactado con ellos. En el Oráculo en contra de Tiro, el profeta
Ezequiel menciona que la plata, el hierro, el plomo y el estaño
venían de Tarsis hacia Tiro, los cuales fueron almacenados en
Tiro y revendidos, probablemente en Mesopotamia.
En el Libro de Jonás 1,3 (siglo VIII a.C.) dice: “Pero Jonás
se levantó para ir a Tarsis, lejos de la presencia de Yahvéh. Bajó
a Yoppe y encontró una nave que iba a zarpar hacia Tarsis. Pagó el
pasaje y se embarcó en ella para ir con ellos a Tarsis, lejos de la
presencia de Yahvéh.”
No soy un historiador, sino un periodista que recurre a fuentes
heterodoxas para hacer estas afirmaciones. Pero Bochart (en su
Phaleg) y autores posteriores como Hertz (1936) identifican
Tarsis como la capital del reino de Tartessos que comprendía las
actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en España.
Precisamente “Cerro
Salomón” fue un poblado minero establecido en el siglo VII a.
C. en la cabecera del Río Tinto. En él se han encontrado
herramientas mineras, lámparas, fuelles y crisoles. Sus habitantes
extraían oro, plata y cobre, fundían el mineral y lo
enviaban río abajo hasta Onuba (Huelva) en forma de lingotes o en
bruto.
SCHULTEN
Siento una gran admiración por el arqueólogo alemán Adolf
Schulten, un idealista romántico como yo, que se pasó la vida
buscando las ruinas de Tartessos en el Coto de
Doñana. Su fracaso fue el mío y el de todos los que
amamos la arqueología y las antiguas y venerables civilizaciones que
nos precedieron.
Interpretando el periplo de Rufo
Festo Avieno, Adolf Schulten
estuvo buscándola sin éxito en la desembocadura del
Guadalquivir, en una isla entre
dos brazos del río, siendo avalada esta tesis por el hallazgo de la
Estela Tartésica de Villamanrique. Encontrar los vestigios de
esta mítica ciudad acabó convirtiéndose en una verdadera obsesión
para Schulten, algo que no logró pese a todos sus intentos, y hasta
le acarreó serios conflictos diplomáticos.
Se empeñó en excavaciones en el actual Parque nacional de Doñana,
cerca de la desembocadura del río Guadalquivir, y halló un poblado
romano en el Cerro del Trigo, que creyó era una población situada
sobre los restos de la mítica ciudad. Pero es muy difícil
encontrar ruinas antiguas en esta zona debido a grandes dunas de
arena, que se mueven constantemente por el viento.
Siguiendo la hipótesis de Doñana, los investigadores del CSIC
Sebastián Celestino y Juan Villarías Robles, el profesor de la
Universidad de Huelva Antonio Rodríguez-Ramírez y el historiador
Ángel León hicieron desde el verano de 2005 hasta el de 2008 una
campaña geofísica, superficial y de fotografía aérea en la zona
de la Marisma de Hinojos, donde fotografías satelitales y muestras
del subsuelo sugieren que podrían haber restos antrópicos. La
paleogeografía tartésica se situaría a varios metros de
profundidad bajo la topografía actual. Es por ello que en Doñana
los estudios de superficie nunca han encontrado restos tartesios.
TARTESOS
Tartessos fue el nombre por el que los griegos conocían a la que
creyeron la primera civilización de occidente.
Posible heredera del bronce final atlántico, se desarrolló en el
triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y
Cádiz, en la costa suroeste de la península ibérica, así como
en la de Badajoz durante el Bronce tardío y la primera Edad del
Hierro.
La tradición literaria clásica
dice que su forma de gobierno era la monarquía y que poseían
leyes escritas en verso en tablas de bronce desde hacía unos
seis mil años. Además
los tartesios desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de
los pueblos vecinos, tenían grandes rebaños de toros
y, en su fase final, tuvieron influencias culturales de egipcios y
fenicios.
Se presume que tuvo por eje el río Tartessos, que pudo ser el que
los romanos llamaron luego Betis (río de aceite) y los árabes
Guadalquivir. Sin embargo, hay autores que la sitúan en la
confluencia de las bocas del Odiel con el Tinto (ría de Huelva).
La primera fuente histórica que alude a Tartessos es la Historia de
Heródoto, del siglo V a. C., que habla del rey Argantonio
(significa “hombre de plata” y se dice que gobernó cien años) y
de su incontable riqueza, sabiduría y generosidad. Sobre el
año 600 a. C. los griegos focenses establecen colonias en Andalucía.
Una referencia más tardía data del siglo IV d.C., del escritor
romano Rufo Festo Avieno, que escribió una obra titulada “Ora
marítima”, poema en el que se
describen las costas mediterráneas. Fue un viaje de navegación
costera realizado por un marino griego o cartaginés, en el que
partiendo de las costas de Britannia o de Cornualles (Inglaterra)
llegó hasta Massalia (actual Marsella).
En una última fase (siglo VI AC), se produjo una emigración de
tartesios hacia el norte por motivos desconocidos
(posiblemente un maremoto destructivo) que pobló el valle del
Guadiana e incluso el Valle de Alcudia, tal como demuestran los
yacimientos tartésicos de Cancho Roano, El Turuñuelo o Sisapo.
La fundación de los enclaves comerciales fenicios provocó un
proceso de aculturación y adopción de técnicas como el torno de
alfarero, las técnicas de filigrana y granulado en
orfebrería, así como el gusto por los modelos suntuarios
orientales. También en el mundo funerario se impuso la incineración
sobre la inhumación.
ECONOMÍA
La base fundamental de la riqueza de Tartessos fue la metalurgia
y la exportación de los minerales de oro, plata, cobre, estaño,
hierro y plomo. El oro abundaba en los ríos del sur y oeste
peninsular. La plata en Huelva y el curso alto del Guadalquivir. El
cobre y el estaño lo obtenían del occidente peninsular y británico.
La metalurgia del hierro debió ser introducida por los fenicios, que
la conocían gracias a sus relaciones con los hititas.
La agricultura, la ganadería y la pesca eran también muy
importantes. Se especializaron sobre todo en el cultivo de cereales,
usando las técnicas importadas de los fenicios, sin olvidar las
huertas y los frutales.
Las rutas comerciales fueron un factor clave para la economía
tartésica. Sus barcos navegaban por el Atlántico hasta las actuales
islas británicas y remontaban una buena parte del curso de los ríos
Tartessos (Guadalquivir) y Anas (Guadiana). Utilizaban asimismo rutas
terrestres que llegaban al Tajo y al centro de la meseta.
Por todas
ellas circulaban los lingotes metálicos, de forma rectangular, que
después se exportaban al Oriente Próximo a través de los
mercaderes fenicios y griegos. A cambio de los metales, recibieron
joyas, ungüentos, aceite y vino, así como telas y otros productos
manufacturados.
(*) Periodista