lunes, 24 de septiembre de 2018

En busca de Tartessos / Guillermo Herrera *

Siempre me ha fascinado la leyenda de Tartessos, la primera civilización que apareció en occidente, heredera de la Atlántida, y también la primera que desapareció, a partir de la batalla de Alalia (535 a.C.) quince años después de la muerte de Argantonio, en la que etruscos y cartagineses se aliaron contra los griegos. Para las fuentes griegas, Tartessos era un estado gobernado por una monarquía instalada en un país rico en productos agrícolas, ganaderos y en minerales como el oro, la plata, el estaño y el hierro.

La derrota griega dejó a los tartessos sin sus aliados y expuestos al ataque púnico. Poco después, alrededor del 500 a.C., los tartessos habrían sufrido el ataque de los cartagineses. La capital tartésica fue sitiada por los cartagineses, y, según cuentan algunas fuentes, después de tomar la fortaleza que la defendía por la parte del mar, la muralla fue derribada.

Todo el imperio de Tartessos debió hundirse tras la caída de su capital y la misma suerte le cupo a Mainake (Málaga), la ciudad griega fundada bajo la protección de Tartessos. Así Cartago se adueña del Mediterráneo occidental y la mayor parte de la costa mediterránea ibérica queda bajo su influencia.

Este dominio púnico se mantendría en estas tierras hasta que Cartago se enfrentó a Roma por la hegemonía en el Mediterráneo occidental, en las guerras púnicas, siendo derrotada totalmente en el 146 a. C. Esto marcaría la llegada de los romanos a la península ibérica, donde encuentran una región llamada Turdetania en que vivían los descendientes de los tartessos. A esta región la llamarían la Betica, y al río Tartessos que la cruzaba lo llamarían río Betis.

En una última fase (siglo VI AC), se produjo una emigración hacia el norte por motivos desconocidos que pobló el valle del Guadiana e incluso el Valle de Alcudia, tal como demuestran los yacimientos tartésicos de Cancho Roano, El Turuñuelo o Sisapo.

ESPAÑA
Respeto, venero y admiro por su sabiduría a todas las civilizaciones antiguas que nos precedieron, pero lo que no me gusta nada son los sacrificios de sangre que hacían a sus demonios, y que se siguen haciendo en secreto hoy en día por las élites satánicas. Se cree que pudieron adorar a una diosa producto de la aculturación de los fenicios, Astarté o Potnia. También pudo haber una divinidad fenicia masculina, Baal o Melkart.

Reyes mitológicos como Gerión, Nórax, Gárgoris, Habidis y Argantonio evocan en nosotros extrañas resonancias ancestrales, y una nostalgia infinita por la grandeza perdida de España en la antigüedad remota. Gerión fue el primer rey mitológico de Tartessos. Según ciertos mitos era un gigante tricéfalo, o al menos con tres cuerpos de cintura para arriba, que pastoreaba sus grandes manadas de bueyes a las orillas del Guadalquivir. Una de las doce pruebas de Hércules era el robo de los bueyes de Gerión. También Gerión fue un gigante vencido por Hércules sobre el que construyó la Torre de Hércules, en La Coruña.

El origen de la humanidad actual no se puede explicar sin España porque nuestro país ha jugado un papel crucial en el nacimiento y desarrollo de la civilización, y también lo va a jugar en la caída del sistema satánico que sufrimos ahora, y en la liberación de la humanidad, de los animales y del planeta. Todos tenemos un papel crucial en este proceso de liberación, y cada uno debe de hacer un trabajo importante para heredar la nueva tierra ascendida, pero hay un personaje que tiene un papel protagonista en este proceso, según las profecías antiguas del Gran Monarca, que es el investigador hispano-alemán Alberto Canosa.

El sistema actual de creencias es tan falso y endeble que basta con sacar a la luz pública un solo descubrimiento para que todo se tambalee y la gente empiece a hacerse preguntas. Esto es exactamente lo que va a hacer Alberto Canosa y sus guerrilleros a partir de 2019 porque ya ha llegado el tiempo, sacar tres cuerpos: el de un gigante, el de un cabezudo, padre de gigantes, y el de una madre de gigantes, que es una mujer normal secuestrada.

SALOMÓN
En la Biblia aparecen referencias a un lugar llamado 'Tarshish', también conocido como 'Tarsis'. “En efecto, el Rey Salomón tenía naves de Tarsis en el mar, junto con las naves de Hiram. Las naves de Tarsis venían una vez cada tres años y traían oro, plata, marfil, monos (como los macacos de Gibraltar) y pavos reales.” Antiguo Testamento, Libro de los Reyes I, 10-22.

El Rey Salomón viajaba a Tarsis cada tres años, durante cuarenta años, para transportar toneladas de oro de Ofir (oro puro sin escorias) y hacer rico al pueblo de Israel, viajando con naves voladoras que él construyó, con la sabiduría que Dios le dio, por haber construido el templo de Salomón en Israel.”- (2ª Cronias, capítulo 9, versículo 21).

En un texto del Profeta Ezequiel (27, 12) (siglo VI a. C.) se comenta que Tiro comerciaba con Tarsis puesto que Fenicia ya había contactado con ellos. En el Oráculo en contra de Tiro, el profeta Ezequiel menciona que la plata, el hierro, el plomo y el estaño venían de Tarsis hacia Tiro, los cuales fueron almacenados en Tiro y revendidos, probablemente en Mesopotamia.

En el Libro de Jonás 1,3 (siglo VIII a.C.) dice: “Pero Jonás se levantó para ir a Tarsis, lejos de la presencia de Yahvéh. Bajó a Yoppe y encontró una nave que iba a zarpar hacia Tarsis. Pagó el pasaje y se embarcó en ella para ir con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Yahvéh.”

No soy un historiador, sino un periodista que recurre a fuentes heterodoxas para hacer estas afirmaciones. Pero Bochart (en su Phaleg) y autores posteriores como Hertz (1936) identifican Tarsis como la capital del reino de Tartessos que comprendía las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en España.

Precisamente “Cerro Salomón” fue un poblado minero establecido en el siglo VII a. C. en la cabecera del Río Tinto. En él se han encontrado herramientas mineras, lámparas, fuelles y crisoles. Sus habitantes extraían oro, plata y cobre, fundían el mineral y lo enviaban río abajo hasta Onuba (Huelva) en forma de lingotes o en bruto.

SCHULTEN
Siento una gran admiración por el arqueólogo alemán Adolf Schulten, un idealista romántico como yo, que se pasó la vida buscando las ruinas de Tartessos en el Coto de Doñana. Su fracaso fue el mío y el de todos los que amamos la arqueología y las antiguas y venerables civilizaciones que nos precedieron.

Interpretando el periplo de Rufo Festo Avieno, Adolf Schulten estuvo buscándola sin éxito en la desembocadura del Guadalquivir, en una isla entre dos brazos del río, siendo avalada esta tesis por el hallazgo de la Estela Tartésica de Villamanrique. Encontrar los vestigios de esta mítica ciudad acabó convirtiéndose en una verdadera obsesión para Schulten, algo que no logró pese a todos sus intentos, y hasta le acarreó serios conflictos diplomáticos.

Se empeñó en excavaciones en el actual Parque nacional de Doñana, cerca de la desembocadura del río Guadalquivir, y halló un poblado romano en el Cerro del Trigo, que creyó era una población situada sobre los restos de la mítica ciudad. Pero es muy difícil encontrar ruinas antiguas en esta zona debido a grandes dunas de arena, que se mueven constantemente por el viento.

Siguiendo la hipótesis de Doñana, los investigadores del CSIC Sebastián Celestino y Juan Villarías Robles, el profesor de la Universidad de Huelva Antonio Rodríguez-Ramírez y el historiador Ángel León hicieron desde el verano de 2005 hasta el de 2008 una campaña geofísica, superficial y de fotografía aérea en la zona de la Marisma de Hinojos, donde fotografías satelitales y muestras del subsuelo sugieren que podrían haber restos antrópicos. La paleogeografía tartésica se situaría a varios metros de profundidad bajo la topografía actual. Es por ello que en Doñana los estudios de superficie nunca han encontrado restos tartesios.

TARTESOS
Tartessos fue el nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron la primera civilización de occidente. Posible heredera del bronce final atlántico, se desarrolló en el triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en la costa suroeste de la península ibérica, así como en la de Badajoz durante el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro.

La tradición literaria clásica dice que su forma de gobierno era la monarquía y que poseían leyes escritas en verso en tablas de bronce desde hacía unos seis mil años. Además los tartesios desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de los pueblos vecinos, tenían grandes rebaños de toros y, en su fase final, tuvieron influencias culturales de egipcios y fenicios.

Se presume que tuvo por eje el río Tartessos, que pudo ser el que los romanos llamaron luego Betis (río de aceite) y los árabes Guadalquivir. Sin embargo, hay autores que la sitúan en la confluencia de las bocas del Odiel con el Tinto (ría de Huelva).

La primera fuente histórica que alude a Tartessos es la Historia de Heródoto, del siglo V a. C., que habla del rey Argantonio (significa “hombre de plata” y se dice que gobernó cien años) y de su incontable riqueza, sabiduría y generosidad. Sobre el año 600 a. C. los griegos focenses establecen colonias en Andalucía.

Una referencia más tardía data del siglo IV d.C., del escritor romano Rufo Festo Avieno, que escribió una obra titulada “Ora marítima”, poema en el que se describen las costas mediterráneas. Fue un viaje de navegación costera realizado por un marino griego o cartaginés, en el que partiendo de las costas de Britannia o de Cornualles (Inglaterra) llegó hasta Massalia (actual Marsella).

En una última fase (siglo VI AC), se produjo una emigración de tartesios hacia el norte por motivos desconocidos (posiblemente un maremoto destructivo) que pobló el valle del Guadiana e incluso el Valle de Alcudia, tal como demuestran los yacimientos tartésicos de Cancho Roano, El Turuñuelo o Sisapo.

La fundación de los enclaves comerciales fenicios provocó un proceso de aculturación y adopción de técnicas como el torno de alfarero, las técnicas de filigrana y granulado en orfebrería, así como el gusto por los modelos suntuarios orientales. También en el mundo funerario se impuso la incineración sobre la inhumación.

ECONOMÍA
La base fundamental de la riqueza de Tartessos fue la metalurgia y la exportación de los minerales de oro, plata, cobre, estaño, hierro y plomo. El oro abundaba en los ríos del sur y oeste peninsular. La plata en Huelva y el curso alto del Guadalquivir. El cobre y el estaño lo obtenían del occidente peninsular y británico. La metalurgia del hierro debió ser introducida por los fenicios, que la conocían gracias a sus relaciones con los hititas.

La agricultura, la ganadería y la pesca eran también muy importantes. Se especializaron sobre todo en el cultivo de cereales, usando las técnicas importadas de los fenicios, sin olvidar las huertas y los frutales.

Las rutas comerciales fueron un factor clave para la economía tartésica. Sus barcos navegaban por el Atlántico hasta las actuales islas británicas y remontaban una buena parte del curso de los ríos Tartessos (Guadalquivir) y Anas (Guadiana). Utilizaban asimismo rutas terrestres que llegaban al Tajo y al centro de la meseta. 

Por todas ellas circulaban los lingotes metálicos, de forma rectangular, que después se exportaban al Oriente Próximo a través de los mercaderes fenicios y griegos. A cambio de los metales, recibieron joyas, ungüentos, aceite y vino, así como telas y otros productos manufacturados.



(*) Periodista

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