Está bien considerado en Génova, alineado a los barones emergentes del PP como Camps y Aguirre, cuenta con la experiencia de mas de doce años de mandato y tiene la tranquilidad personal que conlleva no volver a presentarse a la cuarta reelección.
Ya no es aquel político municipalista que llegó a San Esteban teniendo que empezar a pensar en Región y que se defendió muy bien en la primera cohabitación con el últimos gobierno de Felipe González. En los ocho años de Aznar su política nacional fue apostar por grandes proyectos, con una obra fundamental y “faraónica” como el trasvase del Ebro, y el futuro aeropuerto regional.
A cambio permitió que su partido diera las espaldas a la Región en inversiones de infraestructuras ferroviarias. Paralelamente le toco administrar una gran etapa de bonanza económica y de crecimiento en la Región, con bajos tipos de interés, España creciendo por encima de la media europea y Murcia por encima de la media nacional.
Con Zapatero, al igual que otras autonomías gobernadas por el PP se convirtió en el presidente más defensor del trasvase del Ebro y el más crítico con el Gobierno central. Tuvo que soportar una etapa de dura crispación regional promovida por los socialistas murcianos y una nacional alentada por su propio partido, con su gobierno como uno de los principales arietes.
El resultado de su política regionalista y murcianista, “soy murciano y español antes que del PP” le ha convertido en el indiscutible líder regional con avance permanente en las consultas electorales. Ahora toca cohabitación y diálogo con Madrid. Para el líder socialista Pedro Saura, Valcárcel debe dejarse de retórica y concretar sus palabras en hechos.
Pedro Antonio Ríos le aconseja que no vaya a Madrid como los nuevos ricos, “imponiendo y exigiendo solidaridad contra otras comunidades y descalificando el día anterior a los ministros”.
Ríos es un respetado y valorado político murciano, que conoce todas las administraciones. Unos y otros coinciden que Madrid y Murcia deben entenderse y colaborar por el bien de los murcianos. Que no se trata de castigar o premiar por los resultados, pero tampoco de ignorar que formamos parte de un Estado y que Zapatero es el presidente.
Con el debate de la sucesión para el interno del PP, Valcárcel, según los analistas tiene la oportunidad de demostrar en esta legislatura su gran talla política, administrando el patrimonio de confianza de los ciudadanos, gestionando la recesión económica y trabajando para que Madrid invierta aquí sin necesidad de crispaciones.
La continuidad del ministro Bermejo, en el aire
Hace unos meses el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, era un valor seguro dentro del gabinete de Zapatero. “Seguiré como ministro porque ganaremos los socialistas y me verán por la Región con mucha frecuencia en los próximos cuatro años” podría ser un resumen de su campaña.
Sin embargo los vientos de Madrid, en forma de rumores, dejan a Bermejo en la cuerda floja. En los sondeos de un diario nacional le colocan como de los más repudiados. Y en la agenda particular del presidente dicen que sólo hay dos nombres seguros: De la Vega y Solbes. Bermejo en las quinielas de “ministrables” pierde fuerza para los apostadores y no precisamente por los resultados obtenidos por los socialistas en Murcia sino por un replanteamiento de la política de Zapatero.
Incluso apuntan en “radio macuto”, que se no seguir como ministro tampoco continuaría como diputado en el Congreso, corriendo la lista en favor de Gloria Martín.
¿A quién importa la Administración de Justicia?
Va para un mes la huelga de los funcionarios de Justicia. Una protesta basada en la desigualdad salarial con las comunidades donde las competencias están transferidas. En la Región, desde San Esteban no se movió un papel hasta que llegó Manuel Campos. El ex consejero De la Cierva ni había cuantificado las cifras. Existía una voluntad entre Bermejo y Campos en llevarlas a cabo incluso antes de las elecciones.
Ha pasado un mes, una huelga en el servicio de recogidas de basuras no dura una semana. La Administración de Justicia, base de uno de los tres poderes del Estado, parece que no es tan importante, como si fuera un servicio prescindible para los ciudadanos. Parece que nos hemos acostumbrado a sus largos trámites. Parece como ironiza el amigo: “si estos funcionarios no existieran, tampoco pasaría nada”.