MADRID.- El de Teruel no es un aeropuerto convencional. Ajenos al frenético
trajín de pasajeros, aquí solo deambulan aviones —grandes y mayores de
edad en su mayoría— desde su puesta en operaciones hace ya siete años.
Un aeródromo único en España, de ahí su éxito, perteneciente al Gobierno
de Aragón (60%) y al Ayuntamiento de Teruel (40%), que se ha convertido
en el mayor centro de estacionamiento, mantenimiento y reciclado de
aeronaves de Europa, según recuerda hoy El País.
Conocido entre sus clientes —ingleses, franceses, alemanes,
portugueses, rusos, brasileños..., de más de 40 países— como Plata
(Plataforma Aeroportuaria de Teruel), su nombre más artístico y
comercial, este consorcio público se encarga de gestionar tanto las
infraestructuras como las inversiones de las 340 hectáreas que conforman
dicha instalación, en la que trabajan nueve personas y que percibe unos
ingresos de explotación en torno a los tres millones de euros, explica
Alejandro Ibrahim Perera, director general desde 2012.
Unos recursos que provienen de las tasas por aterrizaje y
estacionamiento (alojamiento) que cobran a las empresas intermediarias
de los aviones; concesiones o servicios prestados, detalla Perera.
Así, en la actualidad, Plata alberga 10 compañías que emplean de
manera directa a cerca de 400 trabajadores, además de los indirectos que
generan puntualmente las obras, la logística o la necesidad de
subcontratistas. “Somos el único aeropuerto de España dedicado de forma
innovadora a la actividad aeronáutica y que está centrada en la
reconversión industrial medioambiental”, añade.
Recuperación
El germen de este negocio singular, pese a que ahora el más
importante en términos de facturación sea el de mantenimiento, consiste
en desmantelar grandes aeronaves de 400 o 500 pasajeros de los años
sesenta, setenta u ochenta, que han quedado obsoletas tras la llegada de
nuevos modelos: superan la vida útil que está entre los 15 y los 25
años, como los automóviles.
El avión se vacía, se corta en trozos y las piezas —“¡Hombre, no las
vas a tirar!”, exclama Ibrahim Perera—, partes del motor en buen estado o
elementos de electrónica, se devuelven al cliente —según lo acordado—,
se almacenan o se usan como repuesto. Elementos como el aluminio se
cortan, se venden al peso y se funden para la industria, relata.
“El año pasado, por ejemplo, desmontaron unos 15 Boeing 747 Jumbo,
entre otros; el 95% del material se recupera para la industria. Es una
actividad de economía circular cada vez más importante, porque en los
próximos años habrá que desmantelar 15.000 aviones”, apunta.
La empresa Tarmac, también a cargo de las tareas de reparación y el aparcamiento, junto a sus socios, el fabricante de aviones Airbus, el de motores Safran y la francesa de agua y residuos Suez, es la encargada de esta labor.
Preservación
En esta división, los principales clientes son las compañías de leasing —“el
70% de los aviones se gestiona mediante este tipo de contrato”, afirma—
y propietarias de grandes aeronaves. “Contamos con una campa de 120
hectáreas donde caben más de 225 aviones, que vienen de China, India o
EE UU”, indica. El tiempo de aparcamiento, por descenso del tráfico
global o por trámites para el cambio de compañía, oscila entre
cuatro-cinco meses y dos-tres años, respectivamente. “Tuvieron un caso
de un avión que estuvo casi cuatro años y que luego encontró un cliente
para carga aérea y voló a Miami”, recuerda.
En la campa hay unos 80 aparatos estacionados a día de hoy. Los contratos de permanencia entre la firma de leasing
y Tarmac –que paga un canon al aeropuerto de Teruel de 1,25 millones
por uso del terreno– se suelen suscribir en función del tiempo necesario
para el mantenimiento y su vuelta a las operaciones con otra compañía
aérea.
Mantenimiento
Y ya que los aviones están en tierra durante meses o años, las
empresas aprovechan para ponerlos a punto al ofrecer a sus usuarios
mantenimiento, su última pata del negocio en alza. “Se hacen pruebas de
mantenimiento, se cambia el tren de aterrizaje, el motor, la aviónica
[sistemas electrónicos]; durante sus 20-25 años de vida, y dependiendo
de las horas de vuelo que haga, suceden muchos eventos”, cuenta.
Pero la idea es completar el portafolio de servicios con una línea de
pintura, uno de sus proyectos en marcha. “Es verdad que algunas
compañías todavía compran aviones, lo habitual en los setenta, pero
ahora es más normal el leasing. Por eso este nuevo segmento,
que concesionaremos, porque hay que volver a pintar los aviones cuando
cambian de cliente, hay que modificar el logo, renovar el color”,
argumenta.
El otro es ampliar la plataforma de estacionamiento a 37.000 metros
cuadrados en 2020 para consolidar el área de mantenimiento y operaciones
aéreas. “Tendríamos un total de 100.000 metros cuadrados más. El
objetivo es contar con un superhangar, lo llamamos así porque
será uno de los más grandes de España, donde cabrán dos A380, tres A350
de 500 pasajeros o siete A321, de 240 viajeros”, confía emocionado. Con
estos planes, Plata espera duplicar el número de aeronaves que lleguen
en los próximos tres años.
Otros proyectos innovadores
La innovación es una de las señas de identidad de un negocio tan
peculiar como el del aeropuerto de Teruel. Las empresas del sector
aeronáutico que despliegan aquí su actividad no se conforman con asaltar
los cielos, sino que también quieren conquistar el espacio.
“Tenemos el único banco de motores cohetes que hay en España, de la compañía aeroespacial PLD Space,
y es la primera firma privada española [originaria de Elche] que está
desarrollando un cohete para lanzar nanosatélites, el primero está
previsto para finales de este año”, refiere orgulloso el director
general del consorcio público aragonés, Alejandro Ibrahim Perera. O Pulsar Space, que maneja datos de satélites para aplicaciones medioambientales y energéticas.
No es el único proyecto. En la terminal opera la compañía de drones Delsat,
que imparte cursos de formación para pilotar dicho aparato. Además de
una escuela de vuelos para preparar a pilotos profesionales; unos 80 ya
han pasado por aquí. Está compañía está inmersa en otro proyecto del
área de la salud, Farmadrón, donde se estudia la
viabilidad de llevar medicamentos con drones a zonas remotas. “En
septiembre haremos un piloto”, indica. En él participan, además de
Delsat, la cooperativa con más de mil farmacias Novaltia, el aeropuerto de Teruel (Plata) y el Clúster Aeroespacial de Aragón (AERA), del que Ibrahim Perera es también presidente.
En esta misma línea, desde el consorcio se suma el servicio médico
112 del Gobierno de Aragón, un helicóptero que durante los 365 días del
año atiende emergencias en lugares despoblados de Teruel.
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