No hay que ser un sesudo analista para ver en la campaña que están
padeciendo los sindicatos catalanes una repetición de la que antes
padecieron partidos políticos, grandes empresas del Ibex o medios de
comunicación.
El objetivo es bien sencillo: domesticar a las
organizaciones catalanas de la UGT y de CC.OO. hasta que renuncien a
tener una voz propia en el conflicto catalán.
Poco importa que ninguno
de los dos sindicatos sea independentista; lo importante es asfixiarlos
hasta que su opinión en Catalunya sea irrelevante y el centro de
decisión esté a 600 kilómetros.
Históricamente ausente del debate catalán con una voz propia el PP,
deliberadamente en contra de cualquier atisbo de catalanismo C's y
rendido el PSC a lo que defiende el PSOE, la política catalana ha
entrado también en eso en una nueva era. Lo mismo sucede con las grandes
empresas del Ibex y con los medios de comunicación tradicionales, tan
distantes de sus lectores que a veces uno no sabe dónde han sido
editados.
La UGT y CC.OO. han decidido no seguir este camino que las llevaría,
seguramente, a la inanición, a la pérdida de sus cuadros directivos más
preparados y a una implacable baja de militantes. Camil Ros y Javier
Pacheco ya padecieron una agresiva campaña por su participación hace
unas semanas en la multitudinaria manifestación reclamando la libertad
de los presos políticos y el retorno de los exiliados. No era una
manifestación exclusivamente independentista y la organizaban una serie
de plataformas de amplia ideología, pero eso es igual.
La presencia es suficiente para ser señalado y tirado al foso de los
leones. Incluso Albert Rivera quiso hacer público que se daba de baja de
la UGT por su presencia en el acto.
Curiosa reflexión la del dirigente
de Ciudadanos, porque cabría entender que si antes no lo había hecho era
porque estaba de acuerdo con otras decisiones como, por ejemplo, el
compromiso del sindicato en el Pacte Nacional pel Referèndum que pilotó
Joan Ignasi Elena. Quizás Rivera se guardaba el gesto para una ocasión
más cercana a procesos electorales.
Los sindicatos tienen por delante un camino difícil ya que el cambio
de modelo laboral y la ausencia de una tradición militante no es un
incentivo para su labor. Pero como seguro que no conseguirán ser una voz
propia en el país donde actúan es renunciando a hablar de política.
Porque, al final, ¿qué es lo que no es política?
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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