Las condiciones las pone el diablo. De
momento, el apoyo está garantizado. La condición de más autogobierno
pertenece al futuro o reino angélico con nostalgia benjaminiana.
¿En
qué consiste el apoyo del PSOE "a la postura de Rajoy"? Evidentemente,
en todo. En el estado de excepción de hecho que hay en Cataluña,
también. Un estado de excepción escandaloso y cómico a partes iguales.
El gobierno está cerrando webs, ignoro si con orden judicial aunque,
como la hidra de Lerna, por cada web cerrada, salen tres.
También
persigue paradas independentistas, identifica a voleo y requisa cientos
de miles, millones de panfletos y carteles aquí y allá. Y lo anuncia
triunfalmente, como si fueran terribles arsenales. Apoyar la
arbitrariedad está mal, pero apoyar la comicidad es ridículo. Batir
palmas a quien se carga la libertad de imprenta carece de nombre.
Obsérvese,
además, que ese apoyo incondicional (pues la condición es un futurible)
da por sentado que el referéndum no se celebrará o que, caso de
celebrarse, no se reconocerán sus resultados.
Para
que el referéndum no se celebre va a ser probablemente necesario
encarcelar gente. ¿Cuánta? Está por ver. ¿Cuál? También está por ver. El
fiscal general, reprobado por el Parlamento, el que ha citado a
declarar a 712 alcaldes, no descarta pedir la detención del presunto terrible delincuente Puigdemont.
A este no le pillará de nuevas. En Cataluña tienen cierta tradición de
presidentes entre rejas o en el exilio y alguno ante un pelotón de
ejecución.
Si
se celebra y sus resultados, de ser desagradables para el nacionalismo
español, no se respetan, el problema seguirá y empeorará porque, además,
se internacionalizará.
Eso
es lo que significa el apoyo del PSOE. En ninguno de los dos casos
aceptable por razones estrictamente democráticas y de izquierda.
A la velocidad a que van los
acontecimientos catalanes y españoles, una entrevista de ayer parece un
incunable. Puede uno caer en la tentación de borrarlo y reescribirlo y
convertirlo en un palimpsesto. Pero no haya cuidado, suena a antiguo
-por eso de la velocidad- pero el punto central se mantiene: el procés es una revolución. Por
eso mueve tantas pasiones y tiene tantos enemigos. Entre los más
acendrados, los especialistas en detectar revoluciones, que llevan años
sin ver esta.
Una
revolución porque es un cambio de legitimidad. Un cambio radical. La
legitimidad monárquica por la republicana. Los fiscales (los más
parlanchines), los jueces, el gobierno, el Parlamento, los partidos
(todos) pueden decir lo que quieran sobre el interesante asunto de la
legalidad. ¿Es delito pedir el cambio de legitimidad? ¿Lo es pedir que
se someta a votación? Si los españoles están encantados con vivir en
Monarquía pero los catalanes prefieren una República, ¿es admisible
obligarlos a renunciar a ella por imposición de la mayoría?
En el fondo, ese es el problema y por ello el procés es una revolución.
Respecto
a la cuestión militar añado una interesante consideración que me hizo
el otro día Alfred Bosch: los militares tienen controlada su actividad a
través de la OTAN. Mira por donde la pertenencia a la OTAN funciona
como una garantía.
La
entrevista está en catalán, perfectamente comprensible. Y, si hay
alguna dificultad, el traductor automático de Google hace maravillas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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