lunes, 18 de septiembre de 2017

El apoyo en diferido / Ramón Cotarelo *

Las condiciones las pone el diablo. De momento, el apoyo está garantizado. La condición de más autogobierno pertenece al futuro o reino angélico con nostalgia benjaminiana.

¿En qué consiste el apoyo del PSOE "a la postura de Rajoy"? Evidentemente, en todo. En el estado de excepción de hecho que hay en Cataluña, también. Un estado de excepción escandaloso y cómico a partes iguales. El gobierno está cerrando webs, ignoro si con orden judicial aunque, como la hidra de Lerna, por cada web cerrada, salen tres. 
 
También persigue paradas independentistas, identifica a voleo y requisa cientos de miles, millones de panfletos y carteles aquí y allá. Y lo anuncia triunfalmente, como si fueran terribles arsenales. Apoyar la arbitrariedad está mal, pero apoyar la comicidad es ridículo. Batir palmas a quien se carga la libertad de imprenta carece de nombre.

Obsérvese, además, que ese apoyo incondicional (pues la condición es un futurible) da por sentado que el referéndum no se celebrará o que, caso de celebrarse, no se reconocerán sus resultados.

Para que el referéndum no se celebre va a ser probablemente necesario encarcelar gente. ¿Cuánta? Está por ver. ¿Cuál? También está por ver. El fiscal general, reprobado por el Parlamento, el que ha citado a declarar a 712 alcaldes, no descarta pedir la detención del presunto terrible delincuente Puigdemont. A este no le pillará de nuevas. En Cataluña tienen cierta tradición de presidentes entre rejas o en el exilio y alguno ante un pelotón de ejecución.

Si se celebra y sus resultados, de ser desagradables para el nacionalismo español, no se respetan, el problema seguirá y empeorará porque, además, se internacionalizará.

Eso es lo que significa el apoyo del PSOE. En ninguno de los dos casos aceptable por razones estrictamente democráticas y de izquierda. 
 
Entrevista a Palinuro en El Punt Avui
 
A la velocidad a que van los acontecimientos catalanes y españoles, una entrevista de ayer parece un incunable. Puede uno caer en la tentación de borrarlo y reescribirlo y convertirlo en un palimpsesto. Pero no haya cuidado, suena a antiguo -por eso de la velocidad- pero el punto central se mantiene: el procés es una revolución. Por eso mueve tantas pasiones y tiene tantos enemigos. Entre los más acendrados, los especialistas en detectar revoluciones, que llevan años sin ver esta.

Una revolución porque es un cambio de legitimidad. Un cambio radical. La legitimidad monárquica por la republicana. Los fiscales (los más parlanchines), los jueces, el gobierno, el Parlamento, los partidos (todos) pueden decir lo que quieran sobre el interesante asunto de la legalidad. ¿Es delito pedir el cambio de legitimidad? ¿Lo es pedir que se someta a votación? Si los españoles están encantados con vivir en Monarquía pero los catalanes prefieren una República, ¿es admisible obligarlos a renunciar a ella por imposición de la mayoría?

En el fondo, ese es el problema y por ello el procés es una revolución.

Respecto a la cuestión militar añado una interesante consideración que me hizo el otro día Alfred Bosch: los militares tienen controlada su actividad a través de la OTAN. Mira por donde la pertenencia a la OTAN funciona como una garantía.

La entrevista está en catalán, perfectamente comprensible. Y, si hay alguna dificultad, el traductor automático de Google hace maravillas.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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