Uno de los efectos colaterales del proceso independentista catalán ha
sido el silencio atronador que el mundo económico ha guardado durante
los últimos años. Sólo unos pocos se han atrevido a manifestarse a favor
o en contra del proceso independentista abierto por Artur Mas hace
cinco años.
Y en muchos casos el “factor mercado” ha ayudado a dar el
paso a quienes lo han hecho. José Luis Bonet (Freixenet), y José Manuel
Lara Bosch (Planeta) -hasta el momento de su muerte- han sido los más
destacados detractores del proyecto secesionista. Víctor Grifols (Grupo
Grifols), Ferrán Rodés (Havas Media) y la familia Carulla (Agrolimen)
han sido los más destacados defensores públicos del proceso
independentista, aunque había otros nombres como Ricard Aubert (Simon) o
Josep Mateu (RACC), por poner sólo algunos ejemplos, que han abanderado
el proyecto en los círculos restringidos del gran empresariado catalán.
Hasta ahora.
En las últimas semanas, la deriva emprendida por el Gobierno de
Carles Puigdemont parece haber alejado incluso a sus más fieles
valedores, especialmente desde que presentó la Ley del Referéndum que la
Comisión Jurídica de Fomento del Trabajo calificó
de golpe de estado. Una alarma que no ha hecho más que crecer con el
espectáculo de la semana pasada en el Parlament, cuando la mayoría
independentista se impuso por encima del reglamento de la Cámara y sus
letrados para aprobar las dos leyes de ruptura.
Batalla en el Círculo
El movimiento más sintomático, y también el menos conocido, ha sido
el intento independentista de hacerse con la presidencia del Círculo de
Economía que actualmente ostenta Juan José Bruguera. Esta entidad, la
más transversal de las tres grandes sedes del poder económico catalán
-Fomento del Trabajo, la Cámara de Barcelona y el Círculo- reclamó en
junio a Carles Puigdemont que respetara la legalidad y aceptara la
invitación del Gobierno para acudir a explicar su propuesta de
referéndum al Congreso. Lo hizo en su reunión anual en Sitges,
en la que el presidente catalán sufrió en sus carnes la frialdad del
empresariado catalán cuando tras su discurso sólo tuvo una pregunta del
público, y fue para reclamarle que se ajustara a la legalidad vigente.
Es en este contexto en el que en los últimos meses ha habido movimientos para relevar a Bruguera, impulsado por Tatxo
Benet, socio de Jaume Roures en Mediapro, para imponer en el Círculo un
discurso más proclive al Govern. Puigdemont sólo cuenta con el apoyo
incondicional de la patronal vallesana Pimec, aunque hasta ahora ha
sabido aprovechar los silencios del empresariado. Pero esa maniobra se
quedó en agua de borrajas cuando los Carulla se apearon del barco,
aseguran fuentes conocedoras del proyecto. Artur Carulla abandonó la
vicepresidencia del Círculo con la renovación de la junta de hace un año
-algunos dicen que por la puerta de atrás, sin dejar un “heredero” en
la junta de Bruguera- después de haber frenado un documento crítico de
la entidad con la gestión de Artur Mas en los inicios del proceso
secesionista.
El primero en “caerse” del proyecto independentista, sin embargo, fue
Víctor Grífols. “Sé que está pasando por una situación difícil, pero
tiene determinación, así que vaya hacia delante y no se arrugue”. Así
arengaba el entonces presidente de la farmacéutica y número uno mundial
en hemoderivados al presidente de la Generalitat Artur Mas en los meses
previos al 9N. En aquel lejano 2014 Grífols -cuyo mercado es mundial y
no arriesgaba nada, económicamente hablando, con sus declaraciones- se
convirtió en el empresario de referencia del nacionalismo.
Pero el dinero no entiende de ideologías, tras las arengas y pese a recibir la Creu Sant Jordi
de manos del president Puigdemont, Grífols trasladó hace dos años su
centro de operaciones financieras a Irlanda para evitar la elevada
fiscalidad que sufría en Barcelona. La concesión de la más alta
distinción del Govern le costó a Puigdemont una crisis con la CUP, que
llevó al Parlament las críticas por premiar a un empresario que opera en
13 paraísos fiscales según Intermón Oxfam. La muestra definitiva de la
ruptura entre la familia Grífols y el Govern fue la exclusión de la
primera farmacéutica catalana del Comité de Apoyo de la candidatura de
Barcelona a la Agencia Europea del Medicamento. Un comité en el que sí
se sientan representantes de las farmacéuticas Almirall o Esteve.
Crisis en el Ara
Aunque la auténtica crisis ha llegado con lo que el independentismo
ha vivido como una traición de sus valedores económicos, los Rodés y los
Carulla, a raíz de la crisis abierta por la negativa de la empresa
editora a aceptar la campaña publicitaria del referéndum, lanzada por la
Generalitat. El primer aviso lo dio la negativa de las grandes
centrales de medios, entre ellas Havas Media, propiedad de los Rodés.
Pero la hecatombe se produjo cuando el pasado viernes la empresa editora
de Ara anunció su negativa a aceptar esta publicidad.
De nada han servido las quejas de lectores y trabajadores, que el
miércoles publicaron en la página editorial del periódico su
disconformidad con la decisión. El riesgo derivado de publicar una
campaña afectada por una investigación de la Fiscalía por los delitos de
malversación de caudales públicos y prevaricación ha pesado más que las
convicciones independentistas de sus dueños.
Una propiedad en la que Rodés amplió sustancialmente su participación
en junio de 2016, cuando asumió la presidencia del consejo de
administración y las acciones de Grup Cultura 03, para realizar a
continuación una ampliación de capital, apoyada por los Carulla, que
reforzó aun más el papel de las dos familias en la empresa.
Las entidades guardan silencio
Mención aparte merece la postura de entidades económicas que han
intentado mantenerse al margen de la crisis política e institucional que
vive Cataluña. Con dos excepciones. Foment del Treball rompió su
silencio este verano con el citado informe de su Comisión Jurídica, y el
presidente del Círculo de Economía, Juan José Bruguera, se desgañitó en
el último encuentro de la entidad en Sitges pidiendo diálogo a Gobierno
y Generalitat.
“¡Cuesta mucho ser independiente en el país de la independencia!”,
lamenta un responsable de una de esas entidades que intenta explicar con
este lamento el ostentoso silencio del empresariado catalán ante el
proceso independentista. No es sólo que en sus juntas directivas
convivan sensibilidades muy distintas. Tampoco quieren comprometer a sus
respectivas empresas con opiniones que pueden afectar directamente a
sus resultados en el mercado catalán o el conjunto del español, según el
caso.
Pese a estas reticencias, la reunión de la directiva de Fomento del
Trabajo del próximo lunes difícilmente se sustraerá a la crisis política
catalana. Esta entidad es la única que ha mostrado su voluntad de hacer
un posicionamiento público
sobre el referéndum antes del 1-O e intenta obtener el apoyo del
Círculo y la Cámara para que se trate de un documento conjunto en favor
del respeto a la ley. Pero en el Círculo y la Cámara parece primar de
momento la opción de guardar silencio hasta después del referéndum
independentista.
(*) Periodista
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