La alcaldesa de Barcelona ha tenido que bajar
apresuradamente el telón y retirar de la agenda de actos de la ciudad el
concierto en los balcones que tenía un coste desproporcionado de 200.000 euros,
que se justificaban no por el caché de los cantantes sino por la
organización del evento, y que había presentado ella misma con todo el
boato correspondiente el pasado jueves.
La bola de nieve informativa del insólito espectáculo apadrinado por
Ada Colau, ya que era el ayuntamiento el que se hacía cargo del
concierto, empezó a girar con fuerza en la mañana del Primero de Mayo
(viernes). Por la tarde los primeros grupos relevantes —Txarango, Sopa
de Cabra, Els Pets— se daban de baja escandalizados por el importe en la inversión pública
y la lista se ampliaba este sábado muy a primera hora con nuevas
ausencias —Lildami, Stay Homas, Suu, Clara Peya, Sílvia Pérez Cruz y Els
Catarres—.
Colau trató de detener la sangría de bajas anunciando que
las empresas organizadoras se harían cargo del importe del acto pero ya
era tarde: el acto estaba condenado. El coste era inasumible. Su
frivolidad lo había ahogado.
Es del todo evidente que era una mala idea y que el momento no era ni
mucho menos el adecuado. Por más que lo repita, Colau no ha sido objeto
de una política de linchamiento político como pregona en su defensa, en
la que, por cierto, elude hablar de lo más sangrante: los 200.000
euros.
Ha tenido una crítica más bien suave en comparación con el error
cometido y con las maneras que utiliza, en ocasiones, su formación
política a la hora de criticar a sus adversarios; o ella misma, solo
hace falta darse una vuelta por las hemerotecas.
Habrá primero que rendir homenaje a los muertos, no hacer una gran
fiesta los vivos. Lo dice el sentido común más elemental cuando el duelo
aún está muy instalado en la sociedad.
Además, el ayuntamiento tiene
que empezar a ser más cuidadoso con el dinero que no es suyo. Recibió en
2015 un consistorio con 140 millones de euros de superávit de Xavier
Trias y el déficit que generará el coronavirus se aproxima ya a los 300
millones. La crisis económica ya está aquí.
Es la alcaldesa de una
ciudad con profundas desigualdades que se están ensanchando y donde
están aumentando de forma alarmante las necesidades más básicas de
amplias capas de la ciudadanía.
Solo hace falta ver las escalofriantes
imágenes de gente haciendo colas para obtener comida con la que
alimentar a sus familias. Esa es la respuesta que debe dar de inmediato,
no organizar conciertos.
(*) Periodista y director de El Nacional