No se lo esperaban. Realmente no se lo
esperaban. Temían una Diada espectacular cuando vieron que se llegaba a
los 400.000 inscritos y todos los tramos completos; pero ni por asomo
esperaban ver lo que han visto. Lo cual habla en demérito de los
informadores y analistas.
Y ¿por qué este fracaso colectivo de los
medios españoles? Por un desconocimiento pavoroso de la realidad
catalana que los afecta a todos, lo que explica su tendencia a la
hostilidad de unos titulares interpretativos
Se
habían creído las fábulas que venían contando sobre el independentismo,
su apoyo social, la unidad del movimiento, las polémicas y diferencias
entre sus líderes; contaban también con el cansancio de la gente y,
aunque no quieran reconocerlo, con la intimidación que sembraban por las
calles las bandas de fascistas encapuchados o sin encapuchar.
Cumpliendo con su obligación de informar verazmente, El País se hacía eco ayer mismo de un aviso de la policía de que en la Diada pudiera haber "cierta violencia".
Que no hubiera prueba alguna de ello era indiferente; como lo era que
los organizadores habían planeado cuidadosamente la defensa frente a
cualquier brote de violencia; y como lo era que, a diferencia de las
manifestaciones unionistas, en las independentistas, infinitamente más
concurridas, jamás hay violencia ni, por lo demás, restos de suciedad y
porquería. Otra cosa es que los informantes, en realidad, deseaban que
se produjera aquello de lo que avisaban.
Puestos a fabular, El País interpretaba que la Diada era una cortina de humo para ocultar la división del independentismo. Ese
es el nudo gordiano del unionismo, la unidad independentista de acción.
Sueñan con la división del movimiento. Y, si no la ven, se inventa. Al
extremo de ver división en un acto de afirmación unitaria de cientos de
miles, quizá millones de personas, con la misma perspicacia con que
Llarena ve violencia en el comportamiento de quienes la sufrieron el
1-O.
El presidente Sánchez está también preocupadísimo por la división
en Catalunya y, por iluminación divina, sabe que la mayoría de los catalanes no quiere la independencia, sino el autogobierno.
Tan seguro está que no necesita probarlo con un referéndum.
Referéndum
al que, por cierto, la CUP se opone. El unionismo no tiene ni idea de en
dónde está. Pero cree saber sobre el independentismo lo que este ignora
de sí mismo. Así, Público revela que el independentismo llena la
Diagonal para reclamar una República que ya no ve inminente. Y eso
después de una marcha al grito de "¡Som República!".
El
unionismo debía de creer también que la sociedad catalana aceptaría
como "normal" la existencia de presas y exiliadas políticas catalanas.
Ha tenido casi un año para comprobar que no. Al contrario, esa sociedad
se viene movilizando sin parar porque no acepta la "normalidad" que dan
por cierta todos los partidos políticos españoles y lo ha demostrado
masivamente en la Diada, consagrada a la liberación de los presos
políticos que, según el gobierno, no son tales, sino "políticos presos".
Lo
de los presos políticos es otro episodio de la política berlanguiana.
El ministro de Exteriores, Borrell, no se atrevió a emplear ese ridículo
juego de palabras de los "políticos presos" ante el periodista de la
BBC que lo entrevistaba.
En un gesto de soberbia muy típico le preguntó
si había oído hablar de la separación de poderes. Es decir, reconocía que hay presos políticos, pero se lava las manos invocando la independencia del Poder Judicial.
Que su gobierno esté pagando los gastos de la defensa de un magistrado
español en un proceso en el extranjero, incluida la parte de demanda
civil privada es una prueba de la división de poderes
Creer
que los catalanes aceptarán como normal que se encarcele injustamente a
sus dirigentes democráticamente elegidos es, de nuevo, no saber en
dónde se está y con quién se trata. La asistencia masiva a la Diada es
en reclamación de la libertad de los rehenes políticos. Los unionistas
no ignoran que el 80% de la población catalana no acepta la existencia
de presas políticas; como tampoco ignoran que el 80% reclama un
referéndum de autodeterminación. Luego hablaremos mucho sobre las cifras
de asistencia.
El Plural las deja en "miles", vamos,
como una manifestación de unionistas. Es un debate inútil, sobre todo
en el mismo día en que los unionistas hicieron su Diada alternativa con
presencia de sus estrellas Arrimadas y Rivera en la Plaza del Rei (muy
propio, por lo demás) consiguiendo una asistencia de unas veintitantas personas. Con eso está dicho todo en materia de cantidades y apoyos.
Insisto,
el debate sobre cantidad es inútil. Está claro que hubo cientos de
miles, quizá entre uno y dos millones. Pero lo importante es que se
trató de una manifestación "con argumento" de una performance masiva,
interpretada por el pueblo cuya voz exigió la Independencia, la
República Catalana y la liberación de los presos políticos. Una
performance visualmente muy impactante que ha abierto los telediarios
del mundo entero y ha formulado un mandato renovado a los dirigentes
independentistas: lo mismo, la Independencia, la República Catalana y la
liberación de los presos políticos.
Los
dos pilares sobre los que se asienta el proceso independentista: la
claridad de objetivos en el interior y la unidad para imponerlos y la
internacionalización en todos los foros.
Es imposible que el Estado español no dé alguna respuesta a la atronadora voz del pueblo catalán en forma de onda sonora. Y,
al mismo tiempo, es improbable que lo haga porque carece de repertorio
de propuestas y se encuentra en una situación de marasmo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED