El establecimiento unionista abrigaba la
esperanza de un "pinchazo" en la asistencia a la Diada. Confiaba en que
el cansancio y el temor dejaran a la gente en casa y deslucieran el
acto.
Hicieron lo posible por conseguirlo: provocaciones de todo tipo,
callejeras, institucionales, mediáticas en la esperanza de que brotara
la violencia, se pudiera intervenir y se suspendiera la celebración.
Incluso convocaron una manifestación de viva el rey y viva España el
domingo que terminó con las habituales agresiones y ataques de los
españolistas a la gente en la calle.
Pero
los preparativos de la Diada siguieron y hablaban ya de una asistencia
masiva, superior a la de años anteriores. El unionismo cambió entonces
de táctica. Si no podía "desinflarse" la Diada de 2018, se desinflaban
todas las demás.
El País hace un completo análisis de los procedimientos de cálculo de asistencias (las famosas guerras de cantidades) y se pronuncia por el método de la empresa Lynce como el más exacto matemáticamente,
basado en el cómputo informático individualizado. Y, de acuerdo con
este método, todas las cantidades de manifestaciones anteriores están
inverosímilmente infladas.
Todas, las de los "malos" como los indepes o
las de los "buenos" como los providas o antiabortos. No hay
inconveniente en aceptarlo porque se trata de una corrección de
perspectiva que afecta a todos por igual y solo se resienten quienes se
aferran al mito o el fetichismo de los números: un millón entre millones
es lo mismo que cien mil entre centenares de miles.
Hay
piulaires independentistas que aplican el método de Lynce. Son los que
han cifrado la asistencia a la manifa españolista del domingo en unos
7.800, en donde la Guardia Urbana vio 2.000 los organizadores 400.000.
Bienvenido
el método de Lynce para calcular con exactitud la asistencia a la Diada
de hoy. La fiabilidad, la verdad en las cantidades es imprescindible.
Ningún movimiento que sea preciso hinchar merece la pena. En esta
ocasión, los cálculos han empezado ya. Se espera una asistencia masiva a
partir del dato de los 400.000 inscritos, más que nunca. Habrá
discusiones, pero sobre cifras muy altas y, en todo caso, serán
irrelevantes.
El
dato definitivo e incontrovertible que abona la esperanza de asistencia
masiva es el de los dos millones y pico de votantes el 1-O, en
condiciones de riesgo y adversidad, reiterados luego en las elecciones
del 27 de diciembre, en condiciones de intimidación, con el 155 y gente
en la cárcel y el exilio. Ese es el dato definitivo. Y, sí, lynce o no
lynce, dos millones y pico en cada caso.
La
Diada de hoy tiene un valor simbólico extraordinario por darse en
condiciones de anormalidad, con presos y exiliados políticos.
Condiciones que los partidos unionistas, desde el PP a los Comunes-Podem
consideran "normales". El MHP Puigdemont se ha volcado en la
convocatoria. El MHP Torra reconoce que desde hoy hasta las fechas
señaladas de octubre, será la gente la que hable y renueve (o no) su
mandato, como se desprende de su afirmación de que será el pueblo
catalán el que decidirá si se abren o no las cárceles.
Es un contexto
fascinante de choque de legalidades y legitimidades cuestionadas y
voluntades políticas opuestas. Al tiempo, Oriol Junqueras ha planteado
de nuevo la cuestión de la unilateralidad o el referéndum pactado con el
Estado.
Ese
dilema será el que decidirá la ciudadanía a partir de hoy hasta los
aniversarios del próximo mes de octubre. Que se decida a través de un
debate y una especie de consigna o por la vía de hecho, en una dinámica
de acción/reacción entre el Estado y el independentismo que nadie puede
prever, dependerá de cómo se desarrrollen los acontecimientos, a partir
de hoy.
En efecto, señoras y señores de El País, es
cosa de millones. Pero no de los que vayamos hoy a la Diada, sino de
los que ya han ido a votar dos veces y estamos dispuestos a hacerlo una
tercera y crecidos. Todas las opciones están abiertas. Todas conducen a
la República Catalana.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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