En pleno debate sobre másters no realizados u obtenidos de manera irregular, concentrados por ahora en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, y que solo hace que llevarse carreras políticas por delante, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha puesto encima de la mesa un intento de soborno ―¿se puede llamar de otra manera?― de una multinacional para acabar "de manera fácil" dos asignaturas que le faltan de la carrera de Filosofía en la Universitat de Barcelona. 

La gravedad de las declaraciones efectuadas por la mañana en TV3 no hizo sino crecer con el paso de las horas, con intervenciones públicas que iban desde la perplejidad al enfado e irritación entre adversarios políticos, profesores universitarios, licenciados con alguna titulación de la UB y alumnos de dicha universidad, entre otros intervinientes. 

La onda expansiva de las declaraciones de Colau forzó incluso que, entrada la noche, fuera la misma universidad la que anunciara que le "pediría explicaciones [a la alcaldesa] por sus insinuaciones, ya que no se puede permitir ninguna sombra de duda sobre nuestras titulaciones".

Es de una enorme imprudencia que después de haber visto como el prestigio de la Universidad Rey Juan Carlos caía en barrena, con la aparente y presunta componenda de algunos de sus responsables en aquel tiempo, y que casualmente serían después promocionados a puestos tan honorables como un asiento en el Tribunal Constitucional, sea la alcaldesa de Barcelona la que acabe sembrando dudas sobre la universidad que lleva el nombre de la ciudad. 

Es irresponsable hacerlo y aún lo es más dejar que la pelota se haga grande y más grande sin un desmentido o una explicación de lo que hizo cuando, según ella, la abordó la directiva de la multinacional.

¿Procedió Colau a denunciarla al instante por un descarado intento de una oferta de falsificación de notas y lo ha mantenido en secreto hasta la fecha? ¿No le dio tanta importancia a la oferta de la directiva de la multinacional? ¿Exageró un poco en su explicación en TV3

El silencio permite mantener abiertas todas las hipótesis aunque, lamentablemente, ninguna de ellas es buena para la comunidad educativa de la Universitat de Barcelona, situada entre las 100 mejores del mundo y entre las 25 de Europa según el ranking hecho público el pasado mes de mayo por el Center for World University Rankings (CWUR). En concreto, la UB está en la posición 87 del mundo y en la 24 a escala europea.

La mejor contribución que puede hacer Colau a la situación que ha generado es pinchar el globo lo antes posible. Se lo merece la universidad, el claustro de profesores y los alumnos que no han hecho nada para quedar en medio del barrizal.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia