Cuando el pasado viernes acudían todos al Consejo de Ministros, hubo
alguien que no descartó que Mariano, en el minuto 90 de partido, tras
volver locos al Rey, a Sánchez y a Albert, decidiese echarse a un lado, y
regresar como Marqués a Pontevedra. “Eso supondría un golpe bajo para
Ánsar”.
Según el padre Vilariño, un cura marcado por arrugas que narran
una historia de vivencias interminables, “se están elevando oraciones en
todas las parroquias para que Mariano, al echarse a un lado, facilite
la coalición de los 170 diputados. Lugo, con sus 1.131 parroquias, es la
Diócesis donde más rezan por ello; le sigue Santiago con 1.071; Madrid
con 700; Barcelona con sus 747; Vizcaya con 302. Y esto sin contar los
conventos y las gentes que rezan en silencio en tierra firme o en alta
mar.
Esto es lo que encuentro en la Bandeja de Entrada de mi ordenador
antes de redactar este crónica: un correo de un amigo vasco, culto,
informado, brillante, que sigue la actualidad con la pasión de un
espectador de la Sexta (aunque no la ve) y que maneja siempre una
información privilegiada, que suela adornarla como si fueran rollitos de
primavera o galletas de la fortuna, que suelen contener un mensaje
escrito con una predicción de futuro o una profecía. En este caso, mi
amigo me envía lo que él cree, y ha oído como profecía, algo que está en
muchos ambientes políticos y, sobre todo, algo en lo que está empeñado
Rivera y Ciudadanos.
Ignoro si las conversaciones que inicia este martes Mariano Rajoy con
Pedro Sánchez, y este miércoles, con Albert Rivera, en el Congreso de
los Diputados, se hablará algo sobre el padre Vilariño. Pero lo que es
casi dogma de fe, es que sus dos interlocutores, enrocados en sus
posiciones, están más interesados en que se cumplan las previsiones del
cura Vilariño que en darle facilidades para que pueda presentarse a la
investidura, que setenta y dos horas despues del mandato real, se
ignora, e ignora la propia presidenta de las Cortes Ana Pastor, si se va
a celebrar y, en qué fecha se celebrará.
Sánchez ya le adelantó la pasada semana en la conversación que
tuvieron sobre la situación en Cataluña que votaría “no“, y que además,
no tiene previsto cambiar ese “no, no y no” por una abstención. Coloca
el balón en el tejado de Ciudadanos para que cambie la abstención por un
voto a favor, que le permitiría un margen de 169 votos, susceptible de
ampliar a algunas otras fuerzas políticas. Por su parte, Rivera pasa el
balón a Sánchez para que se abstenga, mientras Pastor, que tiene que
fijar la fecha de la misteriosa investidura, ignora incluso si se va a
celebrar en unas fechas que serían límite para cumplir con los
compromisos de la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado,
que está exigiendo Bruselas : 23,24 y 26 de Agosto para entregarlos en
la Comisión Europea el 15 de Octubre. Si todos los cálculos se vienen
abajo, tendremos terceras elecciones generales el 18 de Diciembre.
Si se retrasa todo y la investidura (si la hubiere), las elecciones
se celebrarían una semana más tarde, es decir que serian el día de
Navidad, 25 de Diciembre, con lo que en vez de ir al Portal, iríamos a
las urnas, algo insólito, en la historia electoral de todo el mundo. Si
no puede cumplir sus compromisos con Bruselas (él únicamente ha hablado
de un plazo que termina el 15 de Octubre) ¿es posible que se eche a un
lado y deje el puesto a otro candidato del Partido Popular? ¿Es posible,
incluso que si se niega a la investidura, como empiezan a apuntar
algunos expertos constitucionalistas, dimita de su cargo “por lealtad
constitucional”?.
El único dato que tenemos es de la encuesta de Metroscopia realizada
antes de las elecciones del 26 de Junio que daba cuenta de que el 62 por
ciento de los encuestados, opinaban que las negociaciones para la
formación de un Gobierno serían más fáciles si el candidato del PP no
fuera Mariano Rajoy, mientras que un 35 por ciento eran contrarios, y un
3 por ciento no sabía/ni contestaba. Hay que decir que en el caso del
líder socialista, Pedro Sánchez, un 50 por ciento opinaba que su no
presencia sería positiva en las negociaciones, un 43 por ciento no lo
creía así, y un 7 por ciento no sabía /ni contestaba.
(*) Periodista y economista