La constitución de la Assemblea d'Electes de Catalunya este miércoles por la noche en el Palau de Congressos de Catalunya supone la madurez del Consell per la República
como un instrumento útil del independentismo capaz de superar los
engranajes y los corsés impuestos por el Estado español.
No ha sido un
camino fácil y tampoco es por ahora un trayecto irreversible. Pero vale
la pena poner en valor el consenso de todas las formaciones
independentistas para la creación de la Assamblea d'Electes, que es el
primer embrión político del Consell per la República.
Así como la asistencia de más de 2.000 inscritos
que son concejales, diputados o senadores. El momento de su
constitución tampoco es casual: al cumplirse dos años del exilio o
prisión de los miembros del Govern.
Con un cierto y no buscado desorden la respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo
se está produciendo en todos los niveles: el institucional, el
político, el empresarial, el sindical, el universitario, el deportivo,
el asociativo, el de los colegios profesionales, etc.
El nuevo ente de
cargos electos, pensado en un momento en que se quería disponer de un
organismo capaz de suplir un embate de un nuevo 155, nace con unas
funciones difusas, aunque con la fuerza necesaria de todo aquello que
huele a unidad política. También nace sin un estricto control de los
partidos aunque eso, en todo caso, se tendrá que ver a medida que avance
el tiempo.
La contundencia del discurso del president Carles Puigdemont por
videoconferencia desde Waterloo, certificando que el independentismo
retoma el camino hacia el reconocimiento de la República catalana, se
tendrá que corresponder, en todo caso, con hechos que hasta la fecha no
se han visto y con acciones sobre las que los partidos independentistas
han planteado hasta ahora muchas más dudas que actuaciones.
La dirección coral de los electos catalanes obliga necesariamente al
consenso, algo que siempre es bueno si no lleva a la parálisis. El
decálogo de amnistía, libertad de los presos, retorno de exiliados, fin
de la represión, apoyo a la movilización popular, defensa de la
soberanía de las instituciones, exigencia de diálogo al Estado, una mesa
de negociación y la mediación internacional para solucionar el
conflicto con España es un punto de partida.
La siguiente fase del independentismo
será necesariamente calendarizar los tiempos de espera para una
respuesta del Estado y gestionar el apoyo a la movilización popular en
unos momentos en que las iniciativas siguen desbordando las costuras de
los partidos y las entidades soberanistas.
Sánchez reconoce la República catalana (digital)
Necesitado como está de perseguir cualquier cosa que huela a la soberanía de Catalunya, para no quedar atrás en la campaña
electoral española más catalana de la historia, que por si no lo saben
ha empezado esta medianoche de Halloween, el presidente del Gobierno en
funciones, Pedro Sánchez, ha anunciado la aprobación de un decreto del Consejo de Ministros para prohibir la República digital catalana,
que decía que no existia.
Estrena de esta manera el líder socialista la
persecución de la república digital, o sea virtual, como si fuera tan
fácil como lo que consiguió su antecesor Mariano Rajoy: impedirla con la
amenaza de una represión judicial y policial superior a la vivida y la
aprobación del 155.
El mundo digital, y de ello quizás Pedro Sánchez aún
no se ha enterado, da a los ciudadanos una posibilidades que son
imparables y para las que no sirven los 155 al uso por más que se quiera
engañar al personal para tratar de aparentar que al independentismo
catalán no se le deja ni respirar. El conseller Jordi Puigneró le ha colocado a Sánchez una piel de plátano para que se deslice, imparable, hacia el ridículo.
Y así, se persigue penalmente desde el gobierno español a los miembros de la Mesa del Parlament, empezando por su president Roger Torrent, via
Tribunal Constitucional, por permitir la tramitación de una resolución
que habla de la autodeterminación de Catalunya y en la que se reprueba a
la monarquía.
Se lanzan acusaciones infundadas e indemostrables de
terrorismo contra Tsunami Democràtic, forzando que se bloqueen sus aplicaciones por parte de Microsoft,
y se consigue que, por ejemplo, la emisora británica BBC señale que
solo China y Rusia han actuado así para forzar paralizaciones similares
por parte de gobiernos que consideraban contrarias a su interés.
Y se
amenaza a diario con las siete plagas de Egipto cada vez que se toman
decisiones respecto a la proyección de Catalunya en el extranjero. Una
batalla que España Global ha sido incapaz ni tan siquiera de empatar con presupuestos millonarios.
Y lo más triste del caso es que, para los partidos españoles,
Catalunya solo es un campo de batalla electoral no para ganar los
comicios del 10-N aquí sino para ganarlos allí. En Catalunya ya han
renunciado a ello, por más que digan lo contrario, y lo que se disputan a
cara de perro Sánchez, Casado, Rivera y Abascal son los votos en Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón, Galicia, Valencia o Castilla-León.
Por eso, aunque la campaña solo dura una semana estarán todos ellos más
presentes que nunca en Catalunya, aunque ni la vivirán, ni la tocarán,
ni concederán entrevistas siempre incómodas a medios catalanes que
ni compran el relato de la violencia, ni creen que la sentencia del
Supremo haya tenido nada de justa y que defienden la amnistía y el
referéndum.
Catalunya es tan solo para todos ellos un plató de
televisión desde donde unas veces se predica, otras se insulta y otras
se amenaza. Y así, cada día.
(*) Periodista y director de El Nacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario