NUEVA YORK.- La
mayoría de los problemas ambientales se concentran en el área donde se
produce la contaminación. Esto es bueno, porque es mucho más fácil para
una sola ciudad o país enfrentar un desafío ambiental que para la
comunidad internacional.
Hay
dos grandes excepciones a esto. La primera es el calentamiento global,
que –como su nombre lo indica– nos afecta a todos. La segunda son los
océanos del mundo, la mayoría de los cuales no son reclamados como
territorio de un país en particular o como propiedad de una persona. Es
por esto que sufren de lo que los economistas llaman la “tragedia de los
comunes”.
Cada uno de los actores tiene un incentivo para consumir la
mayor cantidad de recompensas de los océanos que pueda, ya que saben
que, si no lo hacen, alguien más lo hará. El resultado inevitable es
que, a menos que se haga algo, los mares del mundo, hogar de más de la
mitad de la vida del planeta, se verán irrevocablemente devastados.
La
amenaza oceánica global más inmediata proviene de la sobrepesca. Ya en
2011, se estimaba que 90% de las pesqueras estaban completamente
explotadas o sobreexplotadas.
Según
algunas estimaciones, la cantidad de peces en los océanos ha disminuido
a la mitad desde 1970. Esto representa una pérdida de biodiversidad,
así como una amenaza para una fuente importante de proteínas que
consumen los seres humanos.
Uno de los responsables son los subsidios
que algunos países –la mayoría de ellos de Asia Oriental– otorgan a sus
flotas pesqueras. Más allá de poner fin a estos subsidios, la principal
arma contra la sobrepesca son las cuotas de pesca, un mecanismo de
asignación y subastas para las pesqueras que ha logrado recuperar la
situación de la piscicultura de Estados Unidos.
Otro
problema es el plástico. En los países desarrollados, casi todo el
plástico va a vertederos (que tiene sus propios problemas ambientales),
pero en algunos países en desarrollo se arroja a la basura o a
vertederos abiertos, donde alrededor de 8 millones de toneladas al año
llegan a los ríos y, de allí, a los océanos:
Una
vez en los océanos, el plástico tiende a acumularse en grandes islotes
de basura, donde contamina el agua y daña la vida silvestre. Parte de
esto finalmente es arrastrado por las corrientes hasta las playas, lo
que opaca su belleza natural.
Otras amenazas para la vida marina son el escurrimiento químico desde las costas y la contaminación acústica de los barcos.
Luego
está el carbono, quizás el mayor problema de todos. El cambio climático
está calentando los océanos, destruyendo los arrecifes de coral y otros
ecosistemas. Pero los océanos también absorben alrededor de 30% del
carbono que emiten los seres humanos.
Si bien eso ayuda a desacelerar el
calentamiento global, el carbono se combina con el agua y produce ácido
carbónico. Como cabría esperar, la acidificación tiende a ser mala para
la vida marina.
Desde
el punto de vista de la conservación, la destrucción total de la vida
oceánica es una inmensa tragedia. Pero para la mayoría de los seres
humanos, representa poca amenaza directa. Si la mayoría o la totalidad
de los animales de los mares mueren, la humanidad puede recurrir a la
acuicultura para obtener sus filetes de salmón y sushi.
Mientras
tanto, la contaminación marina no afecta directamente nuestra vida
diaria como lo hace la contaminación del aire, los ríos y las aguas
subterráneas. En otras palabras, no sorprende que la gente vea los
océanos como un cómodo vertedero.
Las innumerables criaturas marinas que
se ahogan en plástico o mueren en aguas ácidas recalentadas permanecen
fuera de la vista y de la conciencia.
Pero
si pretendemos ser guardianes responsables de este planeta, no podemos
permitir que esto suceda. Además de causar posibles problemas
desgarradores en algún lugar, la muerte de los océanos de la Tierra
sería una mancha moral imperdonable sobre la especie humana.
Sin
embargo, detener esto requerirá de medidas internacionales.
Los países
ricos ya entierran la mayor parte de su basura plástica, y EE.UU. ha
avanzado en la prevención de la sobrepesca. Las emisiones de carbono,
por su parte, son un fenómeno global. Por lo tanto, salvar los océanos
significa cambiar el comportamiento de países en desarrollo como China,
así como de países ricos de Asia Oriental como Japón y Taiwán, que
tienen estándares de conservación menos rigurosos.
EE.UU.
y otros países que se preocupan por el buen estado de los océanos
pueden hacer varias cosas para alentar a cambiar a los países que más
daño provocan. En primer lugar, la política comercial puede ser
reformulada para que considere el daño oceánico; EE.UU. debería poder
aplicar aranceles a los productos de los países que pescan en exceso y
arrojan plástico a los mares.
En segundo lugar, EE.UU. debería utilizar a
la ONU y otras organizaciones internacionales para coordinar estándares
y políticas internacionales para salvar la vida marina. Finalmente,
EE.UU. debería utilizar una serie de medidas para ayudar a los países en
desarrollo a cambiar a fuentes de energía libres de carbono.
Es
posible que los océanos parezcan poco importantes para muchas personas,
pero son parte insustituible del planeta vivo. Dejarlos morir por
negligencia y falta de coordinación no es una opción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario