Admiré a Pío XII. Besé el anillo
pastoral de Juan XXIII. Acompañé a Pablo VI en Tierra Santa cuando bajó
hasta el río Jordán. Tuve la suerte de estar en varias ocasiones con
Juan Pablo II en España y de hablar con él sobre la poesía de San Juan
de la Cruz. Conocí a Benedicto XVI
cuando era el cardenal Ratzinger y me asombró su coherencia y su
firmeza en el análisis de la relatividad.
Ya Papa, condensó su
pensamiento en varias encíclicas, sobre todo Caritas in veritate y Deus caritas est.
No me gusta hablar de mis creencias religiosas en público. Siempre he
afirmado, sin embargo, que soy católico, profundamente católico.
Pero
¿qué se ha creído el Papa Francisco? ¿Quién o quiénes le informan tan
sesgadamente sobre España? Hace dos meses dijo que visitará nuestra
nación "cuando haya paz".
¿Es que el Santo Padre piensa que los 83 millones de extranjeros que
vinieron a España de vacaciones en 2018 no se aseguraron de que acudían a
un país en paz?
Todo el mundo sabe que nuestra nación es un paraíso de
prosperidad, de seguridad y de convivencia pacífica. Este fin de semana,
el Papa, en lugar de rectificar, se permitió afirmar que se tenía que pensar si visitaba España.
El
catolicismo es una religión ecuménica, pero, como una cuestión de
hecho, casi la mitad de los católicos del mundo hablan español,
entre ellos el Papa Francisco. La inmensa mayoría de las naciones en
las que el catolicismo es la religión mayoritaria son de evangelización
española.
España
fue el país que tuvo el orgullo histórico de difundir
el catolicismo, desde las Islas Filipinas a Chile, desde las Islas
Marianas a Guinea Ecuatorial. Incluso la evangelización de Brasil
correspondió a un misionero español, el canario padre Anchieta, en la
época en que la gran nación americana formó parte de las Españas.
El
buen sentido exige al Papa Francisco contestar cuando le pregunten
sobre una visita a nuestro país: "En cuanto me sea posible estaré
encantado de viajar a España". A la España evangelizadora de medio orbe,
luz de Trento y cuna de San Ignacio.
Quiero
expresar, en fin, mi
profundo respeto para la figura del Santo Padre. Y, a la vez, exigir a
sus colaboradores que le informen seriamente sobre la realidad española.
La verdad nos hace libres. Y con enorme tristeza he escrito estas
líneas desde lo que, en mi opinión, es la verdad, la pura verdad.
(*) Miembro de la Real Academia Española y periodista
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