Se podrá decir, ni que sea de broma y aún sabiendo que no es buen día
para hacerlas después de la bochornosa eliminación del Barça de la
Champions, que el PSC no ha conseguido traer el Senado a Barcelona pero
en cambio está a punto de sentar en la presidencia de la Cámara Alta a
su primer secretario, Miquel Iceta.
El longevo político
socialista, que ya tuvo despacho en La Moncloa (1991-95) con Narcís
Serra de vicepresidente del Gobierno, ha conseguido salir a flote de
todas las reyertas internas de estos años en las filas socialistas, que
no han sido pocas, y amarrarse al máximo cargo en la dirección del PSC,
que alcanzó en 2014, desde donde ha dirigido la organización con puño de
hierro y guante de seda.
Sucesivamente Iceta ha dado su apoyo a Felipe
González, Alfredo Pérez Rubalcaba, Pedro Sánchez, Susana Díaz y de nuevo
a Pedro Sánchez. Lo que demuestra, cuando menos, una gran cintura a la
hora de alinear lo máximo posible el PSC con el PSOE.
Iceta será el máximo cargo institucional que ha
tenido nunca el PSC, ni cualquier otro representante de un partido
catalán, si los independentistas se lo facilitan. Por una decisión de
última hora, al cargo accedería como senador autonómico, osea, tras la
elección por parte del Parlament donde Junts per Catalunya, Esquerra y
la CUP tienen mayoría. Si los tres partidos votaran en contra, no sería
escogido senador y, en consecuencia, su candidatura decaería.
Las
conversaciones ya se han iniciado, pero no fructificarán hasta que se
entre en la fase negociadora, cosa que aún no ha sucedido. En la
precedencia de autoridades después de los reyes y su familia, el presidente del Senado tiene tan solo por delante al presidente del Gobierno y al del Congreso.
Aunque Iceta es un político que se define como federalista, algo que
nadie sabe muy bien qué es, y también es el del 155, algo que todo el
mundo sabe perfectamente lo que es, tiene una oportunidad única para
demostrar que el Senado puede ser algo más que una Cámara florero y
transformarse en una Cámara territorial donde el uso de las lenguas
oficiales, por ejemplo, sea algo absolutamente natural.
Aunque Iceta es
un político de un perfil descaradamente unionista, en los últimos
tiempos eso no ha sido suficiente para PP y Cs, que le han reprochado
intervenciones públicas sobre un hipotético referéndum en un futuro en
función de cómo evolucionara el voto en Catalunya. Incluso El Mundo publicaba
al conocerse la noticia que Sánchez hacia un gesto al nacionalismo al
escoger a Iceta, lo que supone desconocer por completo la dinámica
política en Catalunya.
A sus 58 años, por primera vez en su carrera política, va a poder
jugar un papel relevante en la política española y demostrar si su
voluntad declarada insistentemente de puente tiene algún recorrido. O
como en el pasado, si detrás de sus palabras hay, como le reprochan
muchos, un etéreo compromiso de diálogo que nunca se materializa en
nada.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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