Toda una serie de planteamientos
relacionados con el panorama fiscal español muestran la necesidad de
acometer reformas. Pero éstas han de ser racionales, adecuadas, por
tanto, a las exigencias de nuestra economía y, simultáneamente,
encaminadas a resolver problemas muy serios, que aparecen como de
difícil enmienda en el panorama español. Tampoco se ha de evitar el
ignorar que en economía todo está relacionado con todo.
Precisamente
por eso, en estos momentos hay que conceder prioridad a una frase de
Mendizábal, aquel gran ministro de Hacienda de la Reina Gobernadora
María Cristina, quien en la Memoria presentada a las Cortes de la Nación
española, fechada el 17 de agosto de 1837, señala algo que sigue
vigente 180 años después; financiar los déficit a través de un
empréstito obliga a los gobernantes a pensar en cuántos y cuán duros
serán los sacrificios que recaerán en parte sobre el noble pueblo
español a causa de que las derivaciones de la deuda pública frenan el
desarrollo de las relaciones financieras.
Y aunque nuestra economía no
es exactamente la norteamericana, sí sirve para España lo que nada menos
que la autoridad de Martin Feldstein indicaba en su artículo ¿Por qué los tipos de interés de los EEUU son altos y están en aumento?,
publicado en ABC Empresa el 11 de marzo de 2018, porque los déficit del
sector público, entre otras cosas, siempre provocan caídas bursátiles.
Todo eso lo experimentamos los españoles como consecuencia del déficit
fiscal decidido por el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, que
así intentaba equivocadamente escapar de la crisis financiera mundial.
Pero, a más de superar el serio
problema de la deuda pública, es urgente además liquidar el caos fiscal
organizado por las dispares políticas tributarias desarrolladas por las
autonomías regionales, las cuales, adicionalmente, rompen la unidad del
mercado español, con el consiguiente hundimiento de la productividad.
Han aportado cifras muy significativas sobre esto Susana Alcelay y Jaime
Tahri en su artículo Las regiones tienen una maraña de 82 impuestos. Los impuestos más disparatados, aparecido en ABC el 11 de marzo de 2018. Desde luego, ésta no es una situación tolerable.
Pero también es necesario tener en cuenta que, como señalan Jorge Uxó y Nacho Álvarez en el artículo Terminar con la austeridad: una política fiscal alternativa para España, que se publicó en el volumen coordinado por Antonio Sánchez Andrés y Juan Antonio Tomás Carpi, Política económica 2015
(Tirant Lo Blanch, 2016). En él se señala que "de hecho el peso del
gasto público en el PIB es sistemáticamente inferior en España que en el
resto de la Zona Euro, en términos ajustados al superado en 7 puntos
porcentuales, y lo mismo ocurre con los ingresos".
Pero todo eso no puede llevarse
por delante sin tener muy en cuenta todo lo muchísimo que se ha escrito
sobre la curva de Laffer. Sabido es que esta curva muestra que en la
primera etapa de crecimiento de los tipos impositivos -la llamada zona
normal- si se aumenta la carga tributaria subiéndolos, surge la
denominada zona profunda, porque en ella, la recaudación, a causa de ese
aumento, disminuye, como dibujó Laffer en aquel famoso momento tomando
una servilleta de papel con su estilográfica en un establecimiento de
Washington.
Y esto no es lo mismo en todos los impuestos. Siempre que he
leído esto en relación concreta con los de consumos, el IVA incluido,
me he acordado del gran Flores de Lemus y sus ofensivas contra éstos en
España, por supuesto que en otro conjunto económico.
Y en este análisis sobre la curva
de Laffer, que de manera que hay que calificar como interesantísimo lo
que hace José Félix Sanz Sanz en su aportación La curva de Laffer: ¿mito o realidad? Discusión, modelización y evidencias en el IRPF español, publicada en el monográfico La teoría económica de las reformas fiscales: análisis y aplicaciones para España,
de Papeles de Economía Española.
Concluye Sanz Sanz su análisis así:
"En definitiva, el análisis realizado confirma a la curva de Laffer como
un instrumento de análisis económico riguroso y útil, que no debiera
ser despreciado por ningún agente involucrado en el diseño y reforma de
la política impositiva".
Todo lo señalado, en la España
actual, ha de ligarse, muy especialmente, con peticiones de mayor gasto
público por varios motivos. Unos son obligados, como por ejemplo, la que
dada la situación del Mediterráneo, clave además para nuestra economía,
obliga a incrementar nuestros gastos de defensa nacional.
La OTAN lo
exige y no cabe esperar que rectifique. Pero, además, por ejemplo, ¿no
es urgente aumentar el gasto en educación, en investigaciones
científicas y tecnológicas si queremos seguir siendo, como lo somos
actualmente, un país fuertemente exportador y capaz de recibir notables
de inversiones directas extranjeras?
A su lado se encuentra un serio
problema demográfico, ligado al envejecimiento y la caída de la
natalidad, que en planteamientos como el de las pensiones, está ligado a
decisiones electorales, y que justifica esta observación que sobre esta
realidad española personalmente me dijo el Premio Nobel de Economía,
profesor Franco Modigliani: "¡Vaya bomba de relojería que tienen
ustedes!" Y es preciso resolver esto dentro de planteamientos políticos
democráticos.
Lo señalado obliga a no olvidar
ninguno de sus aspectos, y además que en una estructura económica, como
nos mostró, por ejemplo Leontief, todo está relacionado con todo. Por
eso considero que es preciso recoger la frase de la Introducción
editorial: solo cabe ignorar esto por dos motivos, o por ignorancia, o
por sectarismo ideológico.
Ahí se encuentra, pues, el límite
que debemos exigir a nuestros gobernantes, y también a quienes influyen
a un amplio público. Por ejemplo, cierto cardenal catalán, que acaba de
opinar sobre la necesidad de cargas impositivas sobre la banca, ¿no
debería haber imitado a San Juan Pablo II antes de opinar sobre ello?
Porque aquel Papa, antes de opinar en estas materias dijo,
ejemplarmente, según se lee en la obra de George Weigel, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de esperanza: "Quizá convenga ver lo que dicen unos cuantos economistas".
(*) Catedrático y presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
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