Ninguno de los dos emblemáticos expresidentes comulga con los proyectos
nacionales que se despachan. Incluido el de su propia familia política.
Con una diferencia. Mientras Felipe González (1982-1996) se muestra “disponible” ante el PSOE de Sánchez, según confesaba ayer en 'El Mundo', José María Aznar (1996-2004) no quiere saber nada del PP de Rajoy.
De hecho, Aznar se ha borrado.
No se priva de decirlo en privado y en público. Su frase preferida es
que al PP ya lo lleva “solo en la biografía”. Los actuales dirigentes
toman nota, sin dar cuartos al pregonero. Y lo acusan de practicar un
separatismo desleal con su gente de toda la vida.
Hubo sartenazos al bajo vientre de Rajoy desde la primavera de 2008
(congreso en Valencia), tras la segunda derrota del heredero en
elecciones generales. Desde entonces nunca dejó de denunciar la pérdida
del ADN del PP,
mientras reclamaba un golpe de timón “enérgico, creíble y suficiente”. Y
no arrió la bandera del antimarianismo, a pesar de tres victorias
electorales consecutivas (noviembre 2011, diciembre 2015 y junio 2016).
González
siente que su 'orfandad' no es buscada (“No quiero molestar. Pero si me
llaman, respondo, sin exigir que hagan lo que yo digo”) sino impuesta
por un 'nuevo' PSOE que le ignora. Aznar, en cambio, ha roto unilateralmente con hechos y palabras: “No tengo partido y no tengo candidato”.
En su indisimulada desafección encaja la renuncia a la presidencia de honor
del PP y la posterior desconexión de FAES, el centro del pensamiento
conservador del que ahora salen críticas explícitas contra el Gobierno
Rajoy. Por ejemplo: no haberse creído nunca que el independentismo
catalán iba en serio, lo cual generó una pasividad sobre la que galopó
el 'procés'.
No es el mismo caso de González, que se siente “separado” por los
actuales dirigentes socialistas. Desde que cometió el horrible pecado de
apostar por Susana Díaz en las primarias internas, solo ha mantenido dos fugaces contactos con el líder del 'nuevo' PSOE, Pedro Sánchez.
Una fugaz llamada para pedirle su apoyo en el alineamiento con Moncloa
por el 155 y una felicitación navideña con el educado “a ver si nos
vemos cuando pasen estas fechas”. Hasta hoy.
La generosidad es el
privilegio del ganador. Se lo puede permitir. La del perdedor es “estar
disponible y no ser impertinente”. Lo dice González pensando en lo
institucional (hace cuatro años que no habla con Rajoy).
Pero también en lo orgánico. Por eso no se entiende la incomunicación
de Sánchez con el histórico líder socialista y otras señaladas figuras
del partido que querían ver a Susana Díaz en el trono de Ferraz.
Termino con una curiosa coincidencia —aparente, solo aparente— en la común desazón de González y Aznar por falta de proyectos
ilusionantes para España y el empobrecimiento general de la clase
política: hablo de los frecuentes parabienes de Aznar a Ciudadanos. Cree
que “el votante del PP se siente más representado en el partido de
Albert Rivera, al menos en defensa de la unidad nacional”.
Nunca llegaría González a tanto como ver ahí la alternativa a un PSOE empobrecido
por una alarmante pérdida de memoria política. Pero lo cierto es que ha
hablado con Rivera, a petición de este, más veces que con Pedro
Sánchez. Fiel a su lema: “Yo no llamo. Y si me llaman, respondo. Pero no
quiero ser impertinente”.
(*) Periodista
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