El mundo del cine tuvo su
noche de galamour, con la repercusión y el éxito que merece. El
compromiso de rigor del arte se manifestó en clave feminista
especialmente porque anuncia un episodio de salidas de armarios. Estos
yanquies, con su puritanismo importado, ponen el personal en evidencia.
Las francesas del espectáculo, acaudilladas por Catherine Deneuve, se
han plantado frente al "me too". En España hay suspense y compás de
espera. Ya se verá. Nada mal el momento, nada mal la toma de posesión y
el enfoque.
Pero
ahí, en los abanicos rojos se quedó la visión externa del arte. Salió
Cataluña con un par de sanas bromas de un goliardesco actualizado y se
apagó. Venía yo de contemplar un espectáculo que daba cuenta con luz y
sonido de la quema de la ciudad de Prats de Lluçanès dos veces por las
tropas de Felipe V y esa oscuridad me chocó.
El arte ¿no tiene nada que
decir sobre una sociedad en la que hay presos políticos? El viernes también se
veía la causa ante la Audiencia Nacional contra uno del oficio, Pablo
Hasel, a quien dicha Audiencia instó a decir la verdad siendo así que
como él mismo señala y muchos otros creemos, comparece ante ella
precisamente por decirla. ¿Tampoco tiene el arte nada que decir ante la
condena penal por "delito" de opinión?
No sé qué Goya conmemoran estos Goya.
En el mundo del
cine, la realidad no contamina la ficción. La ficción es la realidad. Y
no me refiero a ese firme compromiso de proceder de ahora en adelante
con criterios de rígida paridad. En absoluto.
Fuera del mundo del cine, la realidad se convierte en ficción por derecho propio en un "esperpento" (según El País)
cada vez más enmarañado y enrevesado de la que el gobierno no sabe cómo
salir. Buscando una metáfora para describir lo que está sucediendo con
la investidura de Puigdemont y efectos concomitantes, se me ocurrió la
náutica de que el bloque independentista vira a barlovento, orza contra
el B155 y resiste. Parece que se impone a la otra propuesta de virar a
sotavento y aprovechar la imposición del TC. Y, en principio, se impone
porque tiene un recurso nuevo: apunta a nuevas elecciones.
La
propuesta de nuevas elecciones enfurece literalmente al B155 porque lo
enfrenta a una disyuntiva que, en el mejor de los casos, sería una
repetición de la situación actual, lo que obligaría a más medidas
represivas y, en el peor, una triunfo mayor del independentismo, lo que
haría más escandalosa la repetición de medidas represivas,
De ahí que M. Rajoy anuncie en un mitin que nadie sueñe con nuevas elecciones.
Por cierto, un mitin en Córdoba ante familiares de las víctimas para
reivindicar la prisión permanente revisable. Justo de lo que no se
habló. A no ser que el hablar solo de Cataluña debiera entenderse como
una sibilina clase práctica de la tal condena permanente. Nada de
elecciones. Así como convocó de improviso las del pasado 21 de
diciembre, ahora, igual de improviso, el 155 se niega a convocar otras.
Dejad toda esperanza de elecciones.
Pero es que las elecciones no las convoca el gobierno, sino el Parlament. La única posibilidad de evitarlo es intervenir 155 en mano y cerrar al Parlament. Un éxito que ignoro cómo van a explicar en Europa.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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