El PNV está seriamente preocupado por el momento político
que se vive en España ahora que las conversaciones para que Euskadi se
dote de un nuevo Estatuto que sustituya al de Gernika entran en su fase
decisiva. Y razones no le faltan.
Hace meses que las
encuestas anuncian un crecimiento sostenido de Ciudadanos a costa del PP
que no ha dejado indiferente a Rajoy y a los suyos. Consecuencia: los
populares han emprendido un viraje hacia posiciones más conservadoras
para intentar frenar la sangría de apoyos.
La
trascendencia de estos movimientos para el País Vasco es, como decía,
evidente. El proyecto de Estatuto que apruebe el Parlamento de Vitoria,
si aprueba alguno, debe ser ratificado por el Congreso antes de
someterlo a referéndum y que entre en vigor.
Andoni
Ortuzar, presidente del Euskadi buru batzar, el máximo órgano de
dirección del PNV, se quejaba ayer amargamente de que en Madrid está
«resucitando el espíritu del Cid Campeador». «Hay un nacionalismo
español rampante que lo está contaminando todo», dijo. «Gran parte de la
clase política y periodística madrileña están desquiciados. Espero que
cuando lleguemos aquí a un acuerdo podamos ir a Madrid en otro clima de
mayor sosiego y racionalidad», enfatizó.
Ortuzar no se
quedó ahí. El líder jeltzale tuvo exquisito cuidado en volver a exhibir
el talante dialogante del PNV, su disposición a seguir contribuyendo a
la estabilidad política en España. Siempre, claro, que C’s no rompa
definitivamente con los conservadores y ello aboque a otras elecciones
generales.
Tiene razón el líder jeltzale en que la
comprensión, tanto política como social, hacia las demandas de los
nacionalismos periféricos ha menguado en los últimos tiempos. Pero haría
bien en admitir que el responsable es, sobre todo, el nacionalismo
catalán, su desafío rupturista. Y que el nacionalismo español es tan
respetable como el vasco o el andaluz. Siempre, claro, que no se falte a
la verdad como ayer hizo Albert Rivera al decir que el PNV está
pidiendo un referéndum secesionista.
El PNV no ha pedido
eso. Los jeltzales han hecho un esfuerzo de moderación al elevar a la
ponencia de Autogobierno un documento que no es el plan Ibarretxe, ni
siquiera el que llevaron a las elecciones autonómicas vascas de hace año
y medio.
Aun así, la tabla reivindicativa del partido de Ortuzar y
del lehendakari Urkullu no cabe en el actual marco legal español. No
cabe el derecho a decidir, ni la confederalidad, ni pretender que se
reconozca a Euskadi como un sujeto político situado en pie de igualdad
con el Estado español. En algún caso haría falta una reforma de la
Constitución de 1978, que cada día parece más improbable, al menos en el
corto y medio plazo. En otros ni aún así.
Los jeltzales
deben elegir. O dejan de lado el derecho a decidir y demás imposibles, y
vuelcan sus esfuerzos en consolidar, blindar e incluso incrementar el
actual marco competencial, o mucho me temo que estaremos abocados al
fracaso. Con espíritu dialogante con Rajoy o sin él.
(*) Periodista
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