jueves, 18 de enero de 2018

Torrent, elogios y críticas (como en el fútbol) / José Antich *

Salió Ernest Maragall y desde la tribuna que le confería la presidencia de la Mesa de Edad -diputado más veterano, a sus 75 años-  en la constitución del nuevo Parlament, pronunció un discurso vibrante, de aquellos que no deja a nadie indiferente. A los independentistas que lo aplaudieron y a los unionistas que lo criticaron. 

Muchos quisieron ver en la intervención del hermano del expresident Pasqual Maragall una continuación de la legislatura anterior. Pero Ernest Maragall, veterano de la política, lo que hizo fue, sobre todo, exprimir su minuto de gloria y reivindicarse. Sacar lustre al apellido Maragall y recordar para qué ha servido el referéndum del 1 de octubre y sus consecuencias finales, desde el 155 al exilio y los consellers y diputados presos.

Seguramente por la radicalidad del discurso de Maragall, la intervención del nuevo presidente del Parlament y del mismo partido, Roger Torrent, de Esquerra Republicana, llamó más la atención. Un discurso son siempre matices, percepciones y valoraciones. El hecho de que lo criticara la CUP y lo elogiaran el PSC o el PP dejó enseguida resuelta cualquier valoración de su intervención. Es cierto que el discurso no tuvo nada que ver con el tono más bien épico de Ernest Maragall y tampoco con sus posicionamientos públicos recientes. 

Pero Torrent apostó por una intervención que él mismo definió como inclusiva y por conseguir restablecer plenamente las instituciones de autogobierno catalanas. Sus palabras de acuerdo, diálogo y convivencia como base de su presidencia obtuvieron en este primer día un consenso razonable con la oposición y un punto de sorpresa en las propias filas del independentismo.

Seguramente, Torrent ha preferido una entrada suave en una legislatura que no lo será tanto y ha pensado que tiempo habrá para los conflictos y que este miércoles no era el mejor día. Dispone ahora el president del Parlament de quince días para que se celebre el primer pleno de investidura del president de la Generalitat que, como se ha anunciado, recaerá en Carles Puigdemont. 

 Será este, sin duda, el primer momento de tensión de la legislatura con un gobierno español dispuesto a impedirla a toda costa, recurriendo inmediatamente al Tribunal Constitucional, y con un Parlament donde previsiblemente la mayoría de 70 diputados independentistas tengan que lidiar con letrados, oposición y justicia.

A menos de que no se encuentre una fórmula que hoy nadie sabe ver que permita saltar el escollo de un candidato ausente. En cualquier caso, vale la pena ser previsor: la potencia de fuego política y mediática para impedir que Puigdemont intente la investidura va a ser alta. Mucho más alta de lo que hemos visto en las últimas semanas. Solo hace falta darse una vuelta por Madrid para captarlo enseguida: Puigdemont es la línea roja.




(*) Periodista y ex director de La Vanguardia



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