En
ERC y en buena parte del PDeCAT están de Puigdemont hasta el gorro.
Especialmente Junqueras y Más que no saben cómo diseñar el pretendido
‘crimen perfecto’ que dejará a Puigdemont sin presidencia de la
Generalitat y como eterno prófugo, porque si vuelve a España correrá el
riesgo de pasar en la cárcel muchos, pero que muchos, años.
Los letrados del Parlament, que no aceptan la investidura telemática
de Puigdemont, se han convertido en el argumento o el arma del crimen. Y
la necesidad de constituir un Gobierno soberanista y que se retire el
artículo 155 es el móvil que convertirá a Puigdemont en la víctima
propiciatoria de una conspiración interna del soberanismo.
Naturalmente, no se trata de una decapitación inmediata sino de cocer
a fuego lento a la víctima para que parezca incluso que ha sido él
quien, con gran generosidad, se inmola ¡por Cataluña, el ‘procés’ y la
recuperación de la Generalitat!
De lo contrario se correrá el riesgo de que la Mesa del Parlament
como su Presidente Roger Torrent sean acusados e imputados (como
Forcadell) en el Tribunal Supremo y también podrían ser suspendidos de
sus cargos por el Tribunal Constitucional (artículo 92 del TC) si
desobedecen sus decisiones. Las que a todas luces irán en contra la
investidura telemática de Puigdemont o de cualquier otra argucia que se
pretenda orquestar.
La otra alternativa es que si ERC y PDeCAT no se ponen de acuerdo
sobre cómo eliminar a Puigdemont y mientras duran sus discusiones de
galgos y podencos se agoten los dos meses del plazo de la investidura. Y
entonces será de nuevo Rajoy quien tenga que disolver el Parlament y
convocar unas nuevas elecciones.
Una situación que soberanistas no quieren porque Arrimadas podría
subir y aumentar su victoria y porque PDeCAT no aceptaría esa vez pactar
una lista electoral del ‘presidente Puigdemont’ (JxCAT). Y porque si
eso ocurriera el 155 seguiría en vigor y la situación económica y social
de Cataluña sufriría un empeoramiento de graves dimensiones que tendría
efectos electorales.
O sea que Puigdemont huele a cadáver exquisito porque, como lo repite
sin pausa Joan Tardá, más importante que Puigdemont o que Junqueras es
que los soberanistas recuperen el Gobierno y las nóminas de la
Generalitat. Es decir poder y dinero para continuar, con una estrategia
de resistencia frente al Estado, con su proceso soberanista ganando
tiempo y en pos de una nueva y futura oportunidad.
(*) Periodista y editor
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