martes, 17 de octubre de 2017

Estado federal, independencia: ¿Suiza o Yugoslavia? / Luis Alcaide *

Abril 1969, es­tre­chas ren­dijas en la cen­sura que aca­ba­rían ce­rrán­dose. Una re­vista, España Económica, pu­blica un ar­tículo ti­tu­lado “Navarra y la au­to­nomía fis­cal”. El autor anó­nimo pero bien co­no­cido en los círculos eco­nó­mi­cos, es­cribe: 

“Una nueva ronda en la dis­cu­sión del con­trol entre Administración Central y la Diputación Foral de Navarra. Los crí­ticos del ré­gimen de Concierto de­nun­cian el pri­vi­le­gio; los de­fen­sores ha­blan de au­to­nomía pero pueden estar de­fen­diendo, de he­cho, el pri­vi­le­gio… 

Hay que pre­gun­tarse si esta ten­sión entre Centro y Periferia no aca­bará por cons­ti­tuirse en la más grave de to­das, por ser la irre­duc­tible a cual­quier otra dis­cu­sión que no sea la es­pe­cí­fi­ca­mente po­lí­tica. Uno puede ima­gi­narse una España con mu­chos pro­blemas eco­nó­micos más o menos re­sueltos y con un pro­blema re­gio­na­lista cada vez más en­co­na­do.” 
¿1969 queda lejos?
Yugoslavia se ha invertebrado. El país de los eslavos del sur, llamado a ser un importante competidor en la UE, se restablece desde sus diversas identidades políticas. Suiza, tres identidades con idiomas diferenciados y universales - Alemán, Francés e italiano - no se cuestiona la existencia de un solo Estado, mantiene todo su potencial económico y político mientras conserva unas instituciones tan anacrónicas como eficientes, los cantones. ¿El Valle de Arán en Cataluña o el del Baztan en Navarra?.

Nuestro estado de las autonomías ha tenido muchas críticas. También sus admirables realidades: la Zamora, el Ciudad Real o Albacete de antes y después de la Constitución de 1978: la Barcelona de antes y después de los Juegos Olímpicos del 92 y tantas otras.

Veo y escucho en la televisión al escritor colombiano Héctor Abad Faciolince con su tragedia familiar y nacional a sus espaldas y también su asombro ante quienes en Europa o en España intentan romper esa convivencia a la que añoran tantos países de la América Latina. “Un infantilismo el de Puigdemont” diría la alcaldesa de Madrid en el Intermedio de la Sexta.

Jueves 12 de octubre. Le Monde titula a toda plana: “Catalogne: L'indépendance en Suspens”.Crónica de rigor cartesiano: “En la sala del Parlamento donde la República Catalana acababa de proclamarse y después ser suspendida, el ambiente no era precisamente festivo. Los ministros regionales que habitualmente buscan el contacto con los periodistas rechazan responder a las preguntas, caras graves”.

Páginas de opinión: El filósofo Yves Roucaute afirma que “rechazar la independencia de esta región en nombre de la Constitución Española es un sin sentido. ¿Cuál es el derecho que pretende negar al de los pueblos?”. Thibault Muzerques replica: “¿Cuál es el derecho a provocar la balcanización de Europa o a despreciar a más de la mitad del pueblo de Cataluña?”.

El filósofo Roucaute sólo acepta un pueblo, el independentista, “que baila la sardana”. Un baile precisamente inventado por un “catalán” de un pueblo de Jaén, Pepe Ventura, hijo de un comandante del ejército español. Había que silenciar políticamente a las jotas populares de Lérida y Tarragona. ¿Se trata ahora de expulsar políticamente al millón largo de los descendientes del inventor de la sardana?.

Pujol habló de convertir a Cataluña en Dinamarca y Pla, el más grande escritor catalán, le diría aquello de que “aquí, lo único que nos faltaría son los daneses”. Pla, naturalmente no figura en el imaginario independentista.


(*) Economista del Estado


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