Este post es consecutivo al de los progresos del Rey.
Allí se concluía que, al estar el Rey por encima de la Ley y ser la Ley
(según él mismo) la base de la democracia, el Rey está por encima de la
democracia. Y así, sobrevolando por encima de la Ley y de la
democracia, las tutela a ambas, las lleva por los rectos designios y les
recuerda su obligación de imponer el orden constitucional allí en donde
esté siendo quebrantado.
Y ¿cómo se impone el orden constitucional allí en donde, etc.? Mediante la aplicación de la violencia legítima
del Estado, como solicitaban hace poco un par de cientos de
intelectuales. Cosa de los cuerpos de seguridad del Estado, cuya
reciente actuación en Cataluña ha sido de global consternación. No haya
cuidado: por detrás de estos cuerpos armados (¡y cómo!) están las
fuerzas armadas ellas mismas, de las que es capitán general el Rey, el
que está por encima de la Ley y la democracia.
Las
derechas, incluida la derecha socialista andaluza, han aplaudido a
rabiar el corto alegato real. Susana Díaz declara su pleno respaldo al
Monarca, no como a su SG, que es un tarambaina. Rosa Díez, en pleno
éxtasis monárquico. Las izquierdas andan algo inquietas. Los socialistas
comprueban que el Monarca ni ha mencionado su elixir mágico, la loción
del Dr. Diálogo y Podemos afirma, con la acostumbrada
originalidad, que "no en nuestro nombre". El "no" es conjetural. En
general, desconsuelo.
Solo de Cataluña vienen voces más ajustadas a la
realidad: no solo no se habla de diálogo, sino que no se menciona la
violencia en Cataluña, ni siquiera un buen deseo para los 844 heridos.
El discurso es una recriminación reiterada a las autoridades de la
Generalitat dentro del marco interpretativo del gobierno, con las
amenazas implícitas de rigor. Y ningún tipo de propuesta de nada. Es un
discurso de parte. De parte beligerante. De partido.
En
el contexto de excepcionalidad el alegato recuerda la comparecencia de
su padre a raíz del golpe de Estado de 1981. Quienes califican la hoja
de ruta de los indepes de "golpe de Estado" considerarán que la
declaración del Rey está a la altura del momento. Es verdad que ha
comparecido vestido de civil, pero a tono con un "golpe de Estado"
civil.
Además del fondo del asunto, de su meollo, todo el lenguaje no
verbal traduce crispación. Esos puños cerrados, los rictus frecuentes,
la torva mirada. No es él, sino su antepasado, Felipe V ante estos
protervos catalanes, que no se someten a la dominación de Castilla. Sin
duda, muchos seguidores del régimen actual se fueron a la cama
tranquilizados por el claro pronunciamiento del Rey en pro de lo que
hiciere falta para "pacificar" esta díscola parte de sus dominios.
Es
lógico. Le va mucho en ello. La Corona misma, pues el independentismo
catalán es republicano. Una extraña afección muy contagiosa. De Cataluña
pasaría a España, segurísimo. ¿O no? En todo caso, sin problema. No se
llegará hasta aquí porque no habrá República Catalana, ni independencia,
ni gaitas. Habrá la Ley y el orden constitucional vigente.
Volvemos
a la pregunta anterior: y eso ¿cómo se logra? Interviniendo la
autonomía, inhabilitando a sus dirigentes y habilitándoles las cárceles,
aplicando la legislación excepcional que sea preciso. Se dice que así
estuvo muchos años el País Vasco sin que sucediera nada. Pero el grado
de movilización de las dos sociedades es incomparable, así como el
prestigio y la legitimidad del independentismo en cada caso.
Además, el
País Vasco representa el 5% el PIB español y Cataluña más del 20%. Las
consecuencias para la estabilidad económica y financiera de España de un
estado de excepción prolongado en Cataluña serán necesariamente graves y
moverán los intereses económicos y financieros europeos a intervenir
imponiendo alguna forma de mediación. España no tiene una posición
exterior que le permita resistir a las presiones de los poderosos y
tendrá que aceptar una mediación y negociación del tipo que sea.
El
problema es que cualquier mediación o negociación comenzará por
plantear un referéndum pactado. Y esto no parece que puedan gestionarlo
las fuerzas políticas parlamentarias actuales, excepto Podemos, que ha
venido pidiéndolo siempre. Serán, pues, necesarias elecciones
anticipadas (quizá solo en España, sin Cataluña) para abordar esa
negociación. Y en esas elecciones puede haber una sorpresa si las
izquierdas forman una alianza republicana y las ganan.
El Rey sabe que lo tiene crudo. Y se le nota.
Los progresos del Rey
Hace unos dos años, en el verano de
2015, Felipe VI coincidió en un acto protocolario con el presidente de
la Generalitat, Artur Mas, y aprovechó la ocasión para soltarle un
sermón sobre la democracia y el Estado de derecho. Andaba el monarca
mosca con la pertinaz tendencia de los antaño mansos nacionalistas
burgueses a pasarse al independentismo.
Precisamente el tal Mas había
realizado el año anterior, el 9 de noviembre, una consulta, especie de
proto-referéndum sobre cuya naturaleza jurídica discutirán las
generaciones venideras pero cuya eficacia política fue impactante. Asi
que, aquí te pillo, aquí te mato, el Rey colocó una teórica al señor Mas
sobre el valor fundante de la democracia que es la Ley. La ley, igual
para todos y por encima de la cual no puede haber nadie. Excepto él. En
consecuencia, también está por encima de la democracia.
Animado por la arenga real, Palinuro escribió un post titulado Carta abierta a Felipe VI,
que tuvo buena acogida. Luego la convirtió en vídeo con el mismo título
y la colgó en Youtube. Es la que se reproduce aquí. Recuérdese, han
pasado más de dos años y Felipe VI ha comparecido de modo extraordinario
y ha soltado el mismo discurso, aunque con un tono y un contenido mucho
más duros, hoscos, amenazadores. Sobre eso, sobre el breve y crispado
dicurso de hoy, otro post.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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