La pandemia ha demostrado nuestra incapacidad colectiva para unirnos y
tomar decisiones conjuntas en aras del bien común, incluso ante una
emergencia mundial inmediata y potencialmente mortal.
Esta parálisis se extiende mucho más allá de la COVID-19. Desde la
crisis climática hasta nuestra guerra suicida contra la naturaleza y el
colapso de la biodiversidad, nuestra respuesta global ha sido demasiado
escasa y tardía.
La desigualdad desenfrenada está socavando la cohesión social,
creando fragilidades que nos afectan a todos. La tecnología avanza sin
barandillas que nos protejan de sus consecuencias imprevistas.
La toma de decisiones a nivel mundial se fija en el beneficio
inmediato, ignorando las consecuencias a largo plazo de las decisiones —
o la indecisión.
Las instituciones multilaterales han demostrado ser demasiado débiles
y fragmentadas de cara a los retos y riesgos globales actuales.
Como resultado, nos arriesgamos a un futuro de grave inestabilidad y al caos climático.
El año pasado, en la Declaración de los Dirigentes con motivo del 75º
aniversario de las Naciones Unidas, me encomendaron ustedes que
formulara recomendaciones para hacer avanzar Nuestra Agenda Común, con
el fin de abordar estos retos para la gobernanza mundial.
Hoy, tras un profundo proceso de consulta y reflexión, presento mi respuesta.
Para preparar este informe,
nos basamos en un ejercicio de escucha global de un año de duración.
Nosotros hemos contado con la participación de los Estados Miembros, los
líderes de opinión, la juventud, la sociedad civil, el sistema de las
Naciones Unidas y sus numerosos asociados.
Un mensaje resonó a lo largo de nuestras consultas: nuestro mundo
necesita más y mejor multilateralismo, basado en una mayor solidaridad,
para hacer frente a las crisis a las que nos enfrentamos y para revertir
las peligrosas tendencias actuales.
Se reconoció ampliamente que nos encontramos en un momento crucial.
Seguir como hasta ahora podría conducir a la ruptura del orden
mundial, a un mundo de crisis perpetua y de "todo para el ganador".
O podríamos decidir cambiar de rumbo, anunciando un avance hacia un futuro más verde, mejor y más seguro para todos.
Este informe representa mi visión, informada por sus contribuciones, de un camino hacia el escenario de avances.
Nuestra Agenda Común es, sobre todo, una agenda de acción, diseñada
para fortalecer y acelerar la cooperación multilateral – en particular
en torno a la Agenda 2030 – y marcar una diferencia tangible en la vida
de las personas.
Y es una agenda impulsada por la solidaridad – el principio de
trabajar juntos, reconociendo que estamos vinculados los unos a los
otros y que ninguna comunidad o país, por poderoso que sea, puede
resolver sus retos en solitario.
Expondré mi visión para Nuestra Agenda Común en cuatro grandes apartados:
- reforzar la gobernanza mundial;
- enfocarse en el futuro;
- renovar el contrato social;
- y asegurar unas Naciones Unidas adecuadas para una nueva era.
En primer lugar, la comunidad internacional está fracasando
manifiestamente en la protección de nuestros bienes comunes más
preciados: los océanos, la atmósfera, el espacio exterior y la
naturaleza prístina de la Antártida. Tampoco está aplicando políticas de
apoyo a la paz, la salud mundial, la viabilidad de nuestro planeta y
otras necesidades urgentes.
En otras palabras, el multilateralismo está fallando ante su prueba más básica.
La falta de una respuesta global y de un programa de vacunación para
acabar con la pandemia de la COVID-19 es un ejemplo claro y trágico.
Cuanto más tiempo circule el virus entre miles de millones de
personas no vacunadas, mayor será el riesgo de que se transforme en
variantes más peligrosas que podrían arrasar con las poblaciones
vacunadas y no vacunadas por igual, con una tasa de mortalidad mucho
mayor.
El FMI recuerda que la inversión de 50 mil millones de dólares en
vacunación ahora podría añadir unos 9 billones de dólares a la economía
mundial en los próximos cuatro años.
Necesitamos un plan de vacunación mundial inmediato, ejecutado por un
Equipo de Tareas de Emergencia formado por los productores de vacunas
actuales y potenciales, la Organización Mundial de la Salud, los
asociados del Acelerador del Acceso a las Herramientas contra la
COVID-19 y las instituciones financieras internacionales, para trabajar
con las empresas farmacéuticas a fin de duplicar, como mínimo, la
producción de vacunas, y garantizar que éstas lleguen al setenta por
ciento de la población mundial en el primer semestre de 2022.
Asimismo, las recomendaciones del Grupo Independiente de Preparación y
Respuesta frente a las Pandemias deben ser el punto de partida de
reformas urgentes para reforzar la arquitectura sanitaria mundial.
La Organización Mundial de la Salud debe contar con los poderes y los
mecanismos de financiación adecuados, para que pueda desempeñar un
papel de liderazgo en la coordinación de la respuesta a las emergencias.
La seguridad y la preparación sanitarias mundiales deben reforzarse
mediante un compromiso político sostenido y un liderazgo al más alto
nivel. Los países de ingresos bajos y medios deben poder desarrollar
tecnologías sanitarias y acceder a ellas.
En términos más generales, no podemos permitirnos ignorar la alarma
lanzada por la pandemia y por el galopante cambio climático. Debemos
lanzar una nueva era de políticas audaces y transformadoras en todos los
ámbitos.
Debemos sacar la cabeza de la arena y hacer frente a las futuras
crisis sanitarias, a los choques financieros y a la triple emergencia
planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la
contaminación.
Necesitamos un salto cualitativo para fortalecer el multilateralismo y hacerlo apto para el propósito.
Una de las principales recomendaciones de mi informe sobre Nuestra Agenda Común es que el mundo se reúna para examinar todas estas cuestiones y otras más en una Cumbre del Futuro de alto nivel.
Esta cumbre tendrá como objetivo forjar un nuevo consenso mundial
sobre cómo debe ser nuestro futuro y cómo podemos asegurarlo.
La cumbre debería incluir una nueva agenda de paz, que adopte una visión más amplia y holística de la seguridad mundial.
La nueva agenda de paz podría incluir medidas para reducir los
riesgos estratégicos derivados de las armas nucleares, la ciberguerra y
las armas autónomas letales; reforzar la previsión de los riesgos
futuros y remodelar las respuestas a todas las formas de violencia,
incluida la ejercida por grupos delictivos, y en el hogar; invertir en
la prevención y la consolidación de la paz abordando las causas
profundas de los conflictos; aumentar el apoyo a las iniciativas
regionales que puedan colmar las brechas críticas en la arquitectura
mundial de la paz y la seguridad; y situar a las mujeres y las niñas en
el centro de la política de seguridad.
La Cumbre también podría incluir temas sobre el desarrollo sostenible
y la acción climática más allá de 2030; un Pacto Digital Global para
garantizar que las nuevas tecnologías sean una fuerza para el bien; el
uso pacífico y sostenible del espacio exterior, la gestión de futuros
choques y crisis, y más.
Debe tener en cuenta el contexto actual, más complejo, de la
gobernanza mundial, en el que una serie de actores estatales y no
estatales participan en sistemas abiertos y transparentes que aprovechan
las capacidades de todas las partes interesadas.
Nuestro objetivo debe ser un multilateralismo más inclusivo y en red,
para navegar por este complejo panorama y aportar soluciones eficaces.
Para apoyar nuestros esfuerzos colectivos, pediré a una Junta
Consultiva de Alto Nivel dirigida por eminentes ex Jefes y Jefas de
Estado y de Gobierno, que identifique los bienes públicos mundiales y
potencialmente otros ámbitos de interés común en los que es más
necesario mejorar la gobernanza, y que proponga opciones para
conseguirlo.
El trabajo comienza ahora, y yo espero su futuro compromiso.
La desigual recuperación de la pandemia ha puesto de manifiesto las deficiencias de nuestro sistema financiero mundial.
En los próximos cinco años, según el Fondo Monetario Internacional,
se prevé que el crecimiento económico acumulado per cápita en el África
subsahariana sea de aproximadamente una cuarta parte de la tasa en el
resto del mundo.
Esto es intolerable.
Mientras tanto, la financiación pública y privada para la acción climática ha sido insuficiente durante años, si no décadas.
Para hacer frente a las debilidades y brechas históricas, e integrar
el sistema financiero mundial con otras prioridades globales, propongo
la celebración de cumbres bienales a nivel de Jefes y Jefas de Estado o
de Gobierno, entre los miembros del G20, los miembros del Consejo
Económico y Social, los responsables de las instituciones financieras
internacionales y el Secretario General de las Naciones Unidas.
El objetivo primordial de estas cumbres sería crear una economía
mundial más sostenible, inclusiva y resiliente, incluyendo sistemas
multilaterales más justos para gestionar el comercio mundial y el
desarrollo tecnológico.
Entre los temas de consideración inmediata podrían figurar la
financiación innovadora para abordar la desigualdad y apoyar el
desarrollo sostenible; un impulso a la inversión para financiar una
transición ecológica y justa desde los combustibles fósiles; y una
“alianza para el último tramo” para llegar a los más rezagados, como
parte de los esfuerzos para alcanzar los Objetivos de desarrollo
sostenible.
Estas cumbres bienales coordinarían los esfuerzos para incentivar
políticas inclusivas y sostenibles, en todos los sistemas, que permitan a
los países ofrecer servicios básicos y protección social a sus
ciudadanos.
Se enfrentarán a las prácticas financieras injustas y explotadoras, y
resolverán las debilidades de larga data en la arquitectura de la deuda
internacional.
Los Gobiernos no deberían volver a tener que elegir entre prestar servicios a sus ciudadanos o pagar su deuda.
Estas cumbres bienales también aprovecharían los marcos financieros
mundiales para avanzar rápida e inequívocamente en la acción climática y
la pérdida de biodiversidad.
El objetivo de París sigue estando a nuestro alcance, pero
necesitamos una gobernanza climática y medioambiental más rápida, ágil y
eficaz para limitar el calentamiento global y apoyar a los países más
afectados.
La COP26 será un foro vital para acelerar la acción climática.
Tengo la intención de convocar a todas las partes interesadas antes
de la primera evaluación global del Acuerdo de París en 2023 para
estudiar nuevas medidas urgentes.
Los Estados Miembros ya están preparando un sólido marco de
biodiversidad para después de 2020, la Cumbre de Sistemas Alimentarios
de 2021 y la cumbre de Estocolmo +50, del próximo año, sobre el medio
ambiente.
Haré todo lo que esté en mi mano para garantizar que estas
plataformas supongan un reajuste fundamental en nuestra relación con [la
naturaleza].
Todos estos esfuerzos e iniciativas requieren un análisis económico
basado en las realidades actuales, en lugar de ideas anticuadas sobre el
éxito económico.
Debemos corregir un importante punto ciego en la forma de medir el progreso y la prosperidad.
El Producto Interior Bruto, el PIB, no tiene en cuenta los
incalculables daños sociales y medioambientales que puede causar la
búsqueda de beneficios.
Mi informe pide una nueva métrica que valore la vida y el bienestar
de muchos por encima del beneficio a corto plazo de unos pocos.
Asimismo, el acceso a la financiación en condiciones favorables
debería basarse en la vulnerabilidad a los riesgos y a las crisis, y no
en la anticuada métrica del PIB.
El segundo elemento de mi informe es un nuevo foco en los jóvenes del mundo, y en las generaciones futuras.
Estos dos grupos heredarán las consecuencias de nuestras decisiones –
pero apenas están representados en la mesa de decisiones mundial.
Por lo tanto, tengo la intención de nombrar un Enviado Especial para
las Generaciones Futuras, para dar peso a los intereses de los que
nacerán durante el próximo siglo.
Y una nueva Oficina de las Naciones Unidas para la Juventud mejorará
el compromiso con los jóvenes en todo nuestro trabajo, para que las
mujeres y los hombres jóvenes de hoy puedan ser diseñadores de su propio
futuro.
En mi informe se proponen medidas en materia de educación, formación
profesional y aprendizaje permanente, incluida la celebración de una
Cumbre sobre la Transformación de la Educación el próximo año, con el
fin de hacer frente a la crisis de aprendizaje y ampliar las
oportunidades y la esperanza de los 1.800 millones de jóvenes del mundo.
Pero debemos ir más allá, para aprovechar al máximo nuestra capacidad
sin precedentes de predecir y modelar el impacto de las decisiones
políticas a lo largo del tiempo.
Por ello, me propongo crear un Laboratorio de Futuros que trabajará
con los gobiernos, el mundo académico, la sociedad civil, el sector
privado y otros, reuniendo todo nuestro trabajo en torno a las
previsiones, las megatendencias y los riesgos.
El Laboratorio de Futuros recopilará y analizará datos, basándose en
los mecanismos existentes, como el ejercicio anual de alerta anticipada
del FMI, para publicar informes periódicos sobre las megatendencias y
los riesgos catastróficos.
Para mejorar nuestra preparación ante futuras crisis, mi informe
recomienda una Plataforma de Emergencia que se activaría automáticamente
en caso de crisis de gran envergadura, y que reuniría a dirigentes de
los Estados Miembros, del sistema de las Naciones Unidas, de
agrupaciones de países clave, de instituciones financieras
internacionales, de partidos regionales y de la sociedad civil y del
sector privado, que deberá cooperar con organismos de investigación y
otros.
También creo que necesitamos un organismo intergubernamental que
piense más allá de la dinámica geopolítica inmediata para considerar los
intereses de toda nuestra familia humana, presente y futura.
Mi informe, por ello, propone que los Estados Miembros consideren la
posibilidad de reorientar el Consejo de Administración Fiduciaria para
convertirlo en una plataforma de deliberación en nombre de las
generaciones venideras.
Espero que los Estados miembros también consideren una Declaración sobre las Generaciones Futuras para apoyar esta labor.
Si no cambiamos el rumbo, podríamos legar a nuestros niños y niñas un mundo apenas habitable.
Quizá hayan oído hablar del principio de las siete generaciones,
según el cual algunas comunidades indígenas toman decisiones basadas en
las generaciones que van desde sus bisabuelos hasta sus bisnietos.
Tenemos mucho que aprender de ellos.
En cuarto y último lugar, las propias Naciones Unidas deben adaptarse para apoyar la visión de Nuestra Agenda Común.
Las Naciones Unidas son la única institución con poder de
convocatoria universal. Nuestra Agenda Común debe, por tanto, incluir la
modernización de las Naciones Unidas.
Necesitamos una ONU 2.0 que pueda ofrecer soluciones más pertinentes,
a nivel de todo el sistema, multilaterales y con múltiples partes
interesadas, a los retos del siglo XXI.
Esta transformación se basará en un quinteto de cuestiones
multisectoriales: datos, innovación digital, previsión estratégica,
ciencia del comportamiento y orientación al rendimiento y los
resultados.
Trataré de restablecer la Junta de Asesoramiento Científico del
Secretario General, para reforzar el papel de las Naciones Unidas como
fuente de datos y pruebas fiables.
Y ampliaré la participación a través de una reunión anual con
organizaciones regionales, y un nuevo Grupo Consultivo sobre Gobiernos
Locales y Regionales, así como el compromiso sistemático con las
ciudades, la sociedad civil, los parlamentos y el sector privado.
Se pedirá a todas las entidades de las Naciones Unidas que
establezcan un punto focal dedicado a la sociedad civil, para crear un
mayor espacio para que la sociedad civil contribuya a nivel nacional y
mundial, y dentro de todas las redes y procesos de las Naciones Unidas.
El Laboratorio de Futuros, un Consejo de Administración Fiduciaria
renovado y mi nuevo Enviado Especial para las Generaciones Futuras
garantizarán que las Naciones Unidas tengan mucho más en cuenta el
impacto intergeneracional de nuestro trabajo.
Nuestras finanzas deben tener una base más firme, e invito a los Estados Miembros a considerar mis propuestas a este respecto.
Por lo que respecta a cualquier decisión de los Estados Miembros para
adaptar los órganos intergubernamentales a las necesidades y realidades
de hoy, incluyendo la reforma del Consejo de Seguridad, la
revitalización de la labor de la Asamblea General y el fortalecimiento
del Consejo Económico y Social, yo estoy dispuesto a prestar el apoyo
necesario.
Excelencias
La gobernanza mundial puede sonar elevada o abstracta. No lo es.
Estas decisiones tienen consecuencias de vida o muerte para ustedes y
sus ciudadanos, desde la calidad del aire que respiramos hasta la
posibilidad de ganar un salario digno y el riesgo de contraer una
enfermedad mortal.
La acción multilateral liderada por las Naciones Unidas ha logrado
mucho en los últimos 76 años, desde la prevención de una tercera guerra
mundial hasta la erradicación de la viruela y la reparación del agujero
en la capa de ozono.
Mi informe debe ser un punto de partida para ideas e iniciativas que se basen en estos logros y los lleven más lejos.
Algunas de mis propuestas pueden ser llevadas adelante por el sistema
de las Naciones Unidas. Otras requerirán un debate más amplio y
decisiones de los Estados Miembros.
Les insto a todos a que actúen bajo su responsabilidad conjunta para garantizar que logremos el avance que necesitamos.
Las Naciones Unidas son una organización intergubernamental. Los
Estados Miembros siempre serán fundamentales para nuestra capacidad
colectiva de hacer frente a los retos mundiales, con responsabilidades
únicas en el sistema multilateral.
Pero las soluciones a los desafíos actuales también dependen de la
acción de la sociedad civil, el sector privado y otros, en particular
los jóvenes, que deben rendir cuentas de sus compromisos y tener un
papel significativo en las deliberaciones.
Espero con interés que ustedes y sus dirigentes nacionales se
pronuncien sobre estas propuestas, durante el Debate General y
posteriormente.
Soy ingeniero. Creo en la infinita capacidad de la mente humana para resolver problemas.
Cuando trabajamos juntos, no hay límite para lo que podemos lograr.
Mi informe sobre Nuestra Agenda Común es un punto de partida. Un
punto de partida para nuestros esfuerzos conjuntos por mejorar juntos la
gobernanza mundial, sobre bases de confianza, solidaridad y derechos
humanos, para cumplir las esperanzas y expectativas de las personas a
las que servimos.
(*) Secretario General de Naciones Unidas (ONU)
https://unsdg.un.org/es/latest/blog/la-humanidad-se-enfrenta-una-dura-y-urgente-eleccion-entre-ruptura-o-avance